Desde el aire y desde La Loma de las Hilamas…
Una foto de la colección “Guanajuato desde el aire”, que estuvo expuesta en el Museo de las Identidades de León y ahora se encuentra en la explanada de la Casa Legislativa del Congreso del Estado, muestra una ciudad que en 1944 tenía límites muy claros: el Barrio de Arriba al norte, donde destacaba el cerro del Calvario; la estación de ferrocarril al sur, con su legendario barrio de San Miguel, antiguo pueblo otomí; al oriente estaba el arco triunfal y un poco al norte el también viejo barrio de El Coecillo. Al oriente, la recién establecida colonia Industrial, junto a Bellavista, por donde la ciudad iniciaba su expansión urbana.
Fuera de la vista en avioneta, la ciudad podía ser contemplada desde la Cruz de la Loma de Las Hilamas, delante de donde hoy es San Juan Bosco, en la vieja salida a San Juan de los Lagos y junto a la carretera a Lagos de Moreno. La parte jalisciense de León.
A finales de los sesenta y principio de los setenta del siglo XX: antes de llegar a la romería de Lagunillas volteábamos discretamente hacia atrás y ahí estaba el Valle de Huatzillo, el Valle de Señora al que le pusieron nombre de ciudad española y apellido de héroe independentista.
Había que hacerlo con discreción: nos regañaban porque no se debía volver atrás cuando de ir a visitar a la Virgencita de San Juan de los Lagos se trataba. Esa piedra que servía de mojonera era, en realidad, un peregrino arrepentido; aquella otra, fíjate bien cómo tiene como un bulto, que es su hijo, pues es una señora que no iba con devoción y también el niño se petrificó. Allá abajo, pasando Las Cruces, estaban los borrachos hechos roca, a donde había que ir a cagar con el miedo de que regresaran a su estado original.
La foto de 1944 ilustra que el parque Hidalgo estaba completo, sin calles o avenidas que lo fragmentaran, con su estadio “Enrique Fernández Martínez”, ubicado en lo que luego sería La Plaza del Mariachi y ahora es el centro comercial del ISSEG.
La ciudad cambió cuando en 1963 las calles Manuel Acuña y Morelos fueron ampliadas para dar lugar al llamado “eje avenida”, el boulevard Adolfo López Mateos. El panorama cambió y se recuerda a la película Los enamorados, filmada en León, con la escena en la que Jacqueline Andere miraba a la ciudad desde La Loma de las Hilamas cuando salía rumbo a Guadalajara a buscar al padre del hijo en camino. Fue la misma época de cuando el grito de “¡Santo, Santo!” sacudió a la Arena Isabel para que el Enmascarado de Plata venciera a la momia Satán, oriundo de esa ciudad de casas viejas que nos arrebató el merecimiento de ser la capital del estado. Dice la canción “León de los Aldama”:
Cuando se llega por La Cruz de las Hilamas
y se contempla, allá lejos, la ciudad,
vemos a un lado el asilo del Calvario
el barrio del Coecillo y también La Soledad.
Ése es León, León de los Aldama,
donde se encuentran amigos de a montón,
de los que fueron campeones de campeones,
Orgullo del zapatero y también del curtidor.
Era la vista al regresar de San Juan, Lagos, Aguascalientes o Guadalajara y ver las luces de la ciudad, que ya suponíamos inmensa. La divisábamos también, cuando era aún un puñado de casas chaparras, desde La Loma, por la salida a Silao, para llegar a la flamante Central de Autobuses, que suplía las terminales de foráneos aposentadas en el Jardín de la Industria.
De ahí tocó tomar Herradura de Plata a San Felipe, para regresar al caer la tarde y llegar casi a oscuras, tras serpentear por Sierra de Lobos, para contemplar en primer plano el cristal de El Palote y al fondo el lucerío de una ciudad que en esos tiempos estaba “lejos” de la presa.
Fue el tiempo de salir a estudiar y regresar en ferrocarril a reunirse con la familia en Navidad, para mirar el amanecer al esperar el primer bus y pasar por la pletórica Miguel Alemán, apestosa a humo de motores, frutas podridas y sudores proletarios.
Esa nostalgia nace al ver ese León de los 40 y encontrar en la red las fotos que ilustran que la antigua ciudad rebocera se transformaba en urbe zapatera.