El Coloquio en una colonia leonesa durante los años setenta
Las pastorelas son representaciones de teatro popular tradicionalmente presentado en épocas navideñas. Su duración es de una hora en promedio. En contraste, antiguamente se representaban los Coloquios, que eran también teatro popular, pero su origen era de la época virreinal, herederos de los llamados “autos sacramentales”, con los que se catequizaba a los conquistados.
Duraban entre 8 y 12 horas y contemplaban más allá de la mera referencia al nacimiento de Jesús. Sobre este tema versa este trabajo, uno de los textos premiados en el certamen “Memorias de los Caminos de Guanajuato”, realizado por el Instituto Estatal de Cultura de Guanajuato.
En el texto se relatan mis vivencias en El Coloquio de la Santísima Trinidad, escenificado en los municipios de San Felipe y León, del estado de Guanajuato entre 1976 y 1985, del cual ahora reproduzco la Introducción.
Diciembre de 1976. La banda de música de viento de la comunidad de Santo Domingo, comunidad perteneciente al municipio de San Felipe, Guanajuato, ubicada en las inmediaciones de la Sierra de Lobos, estaba lista. En la calle Nuevo México, de la colonia Industrial, en León, Guanajuato, ubicada en la, entonces, cuasi periferia de la ciudad, se formaron dos hileras, integradas por actores con vestimenta de pastores y de otros personajes.
Gila, Bato, Bras, Feliciano, Arminda y otros pastores lucían sus atuendos: ellos con sombrero coronado con multicolores flores de tela y papel, con sus báculos hechos con palos de escoba adornados con papel de China y listones, también de colorida variedad.
Al frente, los celestiales arcángeles (San) Miguel y Gabriel. Junto a ellos, la Virgen María y Señor San José. También estaban los demonios: El Pecado, Luzbel y Apetito.
Algunos eran personajes clásicos de pastorela. Se trataba de algo más: era un Coloquio, una representación no sólo del nacimiento de Jesús, sino también los orígenes del ser humano según el cristianismo y las secuelas de la Natividad de El Salvador.
Por eso había personajes no convencionales, ajenos a la pastorela clásica: Adán y Eva, sus hijos Abel y Caín, el Gran Poder, la Misericordia y los bufones El Loco y El Ermitaño.
El Coloquio es un Teatro Ritual Popular que se desarrolló desde la época virreinal como parte del proceso de evangelización a las naciones originarias. Los investigadores han encontrado pocos textos con autor identificado y la mayor parte de ellos perduraron gracias a la tradición oral.
En el caso que nos ocupa, el Coloquio de la Santísima Trinidad abarca desde la caída del celestial Luzbel por rebelarse ante Dios, continuando con la expulsión de Adán y Eva del Paraíso Terrenal; para seguir con el perdón por el Pecado Original, el desposorio de María y la Purísima Concepción de Jesús, hasta culminar con la pastorela en sí y rematar con el nacimiento de Jesús, la Adoración al Niño Dios y los primeros años de Jesús, representados en el sacrificio de los Inocentes.
La representación del coloquio en la calle Nuevo México se registró de 1976 a mediados de la década de los ochenta. Esa zona de la ciudad estaba dejando de ser periférica, pero en ese momento aún no estaba del todo urbanizada. Al igual que las colonias de alrededor, no tenía pavimento. Cualquier festividad que se realizara, aglutinaba a pobladores de la zona. La mayor parte de la gente mayor procedía de Jalisco, Michoacán y otras regiones de Guanajuato. La gente joven era básicamente la primera generación de leoneses.
En el montaje y organización participábamos integrantes de la familia Ortega Delgado, apoyados con parientes residentes en León. Algunas amistades se integraban y también colaboraban parientes y amigos de ranchos del sur de San Felipe, especialmente El Coecillo (hoy El Cuizillo) y El Maguey.
Para presenciar la obra acudía gente de las colonias Industrial, España, Piletas, Chapalita y San Antonio, principalmente, que era atraída con cohetes lanzados al aire o porque habían visto que durante tres meses cada fin de semana se hacían en la calle los correspondientes ensayos de la puesta en escena.
Pedro Solano, sanfelipense, campesino rezandero y con voz de tenor, que aprendió por su cuenta a leer y escribir y que traía consigo su Biblia y sus Evangelios, fue el director del Coloquio.
María de los Santos Velázquez, la matriarca de la familia, era la financiadora productora de la obra, apoyada principalmente por su hijo Artisteo Ortega Velázquez, mi padre.
Luego de los meses en los que se realizaban ensayos de toda una noche cada fin de semana, el Coloquio comenzaba entre seis de la tarde y ocho de la noche y se representaba toda la noche, hasta el amanecer. En las primeras representaciones se realizaba sin ningún problema, pero con el tiempo fue menester conseguir permiso en la presidencia municipal para poder bloquear la calle al paso vehicular.
El día de la presentación, además de cerrar la calle, se instalaban anafres con ollas para bebida y comida.
Las y los participantes lucían sus atuendos y estaban en sus papeles, cuyos diálogos fueron transcritos a máquina de escribir, legibles y con ortografía, labor que correspondía a quien esto escribe. La música sonaba y el elenco en su totalidad cantaba en coro:
Saludámoste, oh, pueblo querido,
y rendidos esta vez nos ofrecemos
a servir, aunque no merecemos
ocupar un lugar como aquí.
Hoy que todos tuvimos la dicha
de venir ante un pueblo indulgente,
suplicámoste os muestres clemente
al mirar nuestro crecido afán.
Ya nosotros estamos aquí
para hacer sacrificio y afán,
la merced que nosotros pedimos,
que las faltas nos dispensarán.
Suplicámoste, ¡oh, pueblo ilustrado!
nos escuches con grande atención
y rendidos aquí a vuestras plantas,
de las faltas pedimos perdón.
Ante un pueblo salen los pastores,
todos llenos de júbilo y alegría,
a pedir el perdón de las faltas
que hoy tuviere vuestra compañía.
Terminado el saludo, empezaba la obra con el primer acto, que recrea “El Pecado Original”: Entraban a escena los siguientes personajes (en orden alfabético): Abel, hijo bueno; Adán, el primer hombre; Apetito: un diablo glotón, jocoso e ingenioso; Caín, el hermano malvado; Luzbel, el ángel soberbio; Miguel, el arcángel justiciero; la Misericordia, una representación simbólica de María; el Pecado: un diablo con máscara tallada en madera y sombrero entre los cuernos; el Gran Poder, la representación de Dios Padre.
Y así continuaba la representación, como dije, a lo largo de toda la noche.