viernes, septiembre 20, 2024
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MIRAR FRAGMENTOS DE LA VIDA AJENA, SIN PERMISO

Qué espera a nuestro asombro en una USB hallada al paso

En un microrrelato, titulado Fidelidad, Juan Villoro cuenta la experiencia de dos viajeros que se llevaron en un aeropuerto una maleta idéntica a la suya que no era propiamente la suya. Después de abrir la maleta y contemplar la ropa ajena, cada viajero “cerró la maleta con la sensación de tocar un cadáver”. Poco después, al recuperar sus maletas, se vieron a sí mismos “un poco sorprendidos por no haber hurgado más en las desagradables ropas desconocidas”. La primera de esas sensaciones me tomó días atrás al abrir una USB, al cabo de debatir conmigo mismo la pertinencia de hacerlo. Es una USB ajena, que me encontré tirada entre las hojas de un bugambilia, sobre una banqueta donde también había flores de un morado intenso. ¿Abrirla? ¿Dejarla cerrada? Si quisiera devolverla, ¿habrá alguna forma de saber a quien pertenece sin acceder a sus archivos? Opté por abrirla. Y fue en ese momento que tuve la sensación de tocar un cadáver.

La segunda emoción no me hizo mella porque decidí hurgar en el contenido de esa maleta de información, en esas “desagradables ropas desconocidas” que tenían la forma de 326 fotografías. Cada imagen tenía un número y una hora, que interpreté como el día de algún mes y la hora de ese día. Al mirar en las propiedades de los archivos, encontré que se trataba de noviembre de un año perdido en el pretérito. ¿Quién de los seis protagonistas de las fotografías habrá sido el creador de las mismas? ¿Será este archivo la copia única, tomada en directo de la cámara fotográfica? ¿Cada uno de los que aparece en las fotografías tendrá su lote? ¿Dónde estarán ahora, haciendo qué en su vida?

2 de noviembre

En las fotografías aparecen dos mujeres y cuatro hombres, todos de fisonomía que refleja una edad no mayor de los veinticinco años. ¿Cuál sería el carácter de este viaje? Miro y miro las imágenes pero no encuentro en ellas sino la alegría de ir y estar allí donde los muestra el registro. El día 1 de ese noviembre se les ve llegar a Pátzcuaro, al caer la tarde (7:00 pm dice una fotografía) a juzgar por la luz del ocaso sobre el agua del lago, el que conduce a Janitzio. La primera imagen del día dos está datada a la 1:54 de la mañana y por tandas se suceden series de fotografías, a las 2:54, a las 4:23, a las 4:52, siendo las más copiosas (60 fotos) las que fueron tomadas entre las 5:17 y las 5:53. Todas tienen como escenario el camposanto de Janitzio. Esos jóvenes tuvieron el cuidado de no retratar a los moradores, a los concelebrantes de esa ocasión. Las tumbas decoradas, las flores de cempasúchil, los ornamentos a ras de piso, sirven de fondo a fotografías donde ellos figuran con rostro de circunstancia, como si hubiesen establecido un límite que no traspasarían: serios, de gesto sobrio, casi casi inexpresivos, ¿está allí para qué? ¿Atestiguan de esta manera un gran suceso de cultura tradicional? ¿Cómo fue acomodado en su interior? ¿Qué sedimento habrá dejado el mismo en su alma? No obstante ser seis en el grupo, aparecen dos de ellos en la mayor parte de las fotografías. ¿Por qué? ¿Optaron por seguir caminos propios y se fueron en esta dupla un participante y quien poseía la cámara?

A las 7:30 de la mañana, 19 fotografías muestran un espacio saturado con tiendas de acampada, las mesas con comida hasta el tope de trastos, montones de basura generada en el sitio, y ese afán tan propio de la juventud de levantarse y explorar los alrededores mientras el día se yergue dejando atrás la noche, cuando todo mundo aún duerme. Escaleras y escaleras estrechas, el lago tan a la mano. Poco más tarde, otras 45 fotografías dejan ver a estos jóvenes recorriendo la ciudad, fotografiándose en los lugares típicos y comenzando a moverse fuera de Janitizio. A las 2:28 trepan en la embarcación que les lleva a Pátzcuaro. Ahora parecen actores de una película donde prima el absurdo. Se les ve cansados (claro: no han dormido), están dispersos en el interior de la lancha, alguno lleva recostada la cabeza sobre su brazo y el vidrio de una ventana, otro más permanece con la cabeza echada hacia atrás, una muchacha porta lentes oscuros que impiden ver si tiene los ojos abiertos, alguno más miró a la cámara con el rostro imperturbable, reconcentrado en su propio interior. Aún hubo tiempo de tomarles imágenes a los pescadores del poblado que habían salido a procurarse alguna carga.

Janitzio, 2 de noviembre

La siguiente serie de fotografías va de las 5:36 a las 7:37 pm, y la última está datada a las 12:09 de la noche. El grupo recorre la ciudad para dirigirse a donde pasará la noche. La última fotografía está bien oscura (sin embargo es el retrato de uno de los participantes, dentro de una tienda de campaña, esto lo dice photoshop). Cosas de la tecnología.

A las 10:31 am quedó registrada la primera fotografía del día siguiente, el día 3 de ese noviembre. Y en 19 fotografías se ve a estas personas levantar su tienda de campaña, que ubicaron (junto con otros) en un jardín de Pátzcuaro, recorrer las calles, tomarse la consabida foto de grupo (cada uno con su equipaje), retratar detalles constructivos de la ciudad. El conjunto abarca casi todo el día, hasta las 6:31 pm. Se les ve esperar en un cruce carretero a que alguien les dé el aventón; mientras, fotografían rostros de ellos mismos, una libélula y a todos amontonados en la bandeja de una camioneta, que lleva a otros muchachos. El viento les alborota el pelo y alguien entre ellos sostiene en la mano una guitarra. Esto ocurrió a la 1:01 pm. Una hora exacta más tarde, más un minuto, están en otro cruce carretero en actitud franca de pedir ride. La Avenida Madero luce inconfundible a las 3:07 pm, en las meras entrañas de Morelia. ¡Qué raro! pero a las 5:46 otro conjunto de fotografías registra el paisaje de una carretera de entrada y salida, y en seguida a los protagonistas de estas imágenes trepados en la cabina de un tractocamión, apretados, y luego a dos de ellos en lo que parece ser la caja de un tráiler. El día perfecto para transitar de un lado a otro. ¿Adónde se dirigían? No parecía ser que vacacionaran y quisiera quedarse en Pátzcuaro ni en Morelia. ¿Entonces? ¿Hacia qué lugar los conducía el tráiler? Por cierto, ya solo se ven cuatro viajantes en las fotografías; quizá dos de ellos torcieron en Morelia el rumbo.

Día 4 de noviembre. ¡Están en el centro de Guadalajara! A las 3:41 pm comienza el registro fotográfico que abarca 121 fotos. El mero centro. A diferencia de lo que hicieron en los anteriores sitios donde estuvieron, ahora posan, se paran sabiendo que la fotografías los aprehenderá para siempre jamás, teniendo como fondo a edificios emblemáticos, se yerguen en andadores, se sientan sobre maceteros, hacen caras y ademanes, se mueven chuscamente. Se les ve muy cómodos, incluso se sientan en el suelo. De las 4:58 pm data la última fotografía. ¿Este era su destino? ¿Querían llegar a este lugar? ¿A hacer algo o solo a estar? ¿Qué hicieron en Guadalajara el resto del día? ¿Alguien más hizo el registro fotográfico?

Viajar como se pueda, 2 de noviembre

Solo quedan 4 fotografías en la carpeta. Están fechadas a las 12:03 am el día 5 de noviembre. Los cuatro están en una central de autobuses. Las expresiones ahí suspendidas refieren a las claras la idea del viaje acabado. ¿Será la central de autobuses de Guadalajara? ¿Y el ride? A juzgar por estas fotografías, contaban con los recursos para viajar pero optaron por moverse con el dedo del aventón? ¿Dónde entonces pernoctaron, porque seguro no fue en la tienda de campaña? ¿Podría decirse entonces que el segmento más atestiguado del viaje es el de Janitzio y Pátzcuaro y que lo demás fue parte de la travesía, pero nada esencial? ¿Fue lo esencial el viajar con el azaroso ride? ¿Qué pensarán de sí hoy esos jóvenes viajantes? Después de “haber hurgado más en las desagradables ropas desconocidas” que son estas fotografías permanece la sensación de tocar un cadáver. Esos jóvenes ya no existen más; son allí una mera imagen suspendida en el tiempo. Lo que habrán vivido desde entonces. Lo que habrán cambiado. ¿Qué es por lo tanto la USB encontrada y abierta? ¿Acaso el ataúd donde la vida florece, pero está muerta? Un mero atisbo al olvido. Creo que voy a deshacerme de la dichosa USB.

Jorge Olmos Fuentes
Jorge Olmos Fuentes
(Irapuato, Gto. 1963) Movido por conocer los afanes de las personas, se adentra en las pulsiones de su vivir a través de la expresión literaria, la formulación de preguntas, el impulso de la curiosidad, la admisión de lo que el azar añade al flujo de los días. Cada persona implica un límite traspuesto, cada vida trae consigo el esfuerzo consumado y un algo que debió dejarse en el camino. Ponerlas a descubierto es el propósito, donde quiera que la ocasión posibilite el encuentro. De ahí la necesidad de andar las calles, de reflexionar en voz alta para la radio, de condensar en el texto la amplitud vivencial.
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