El maestro Memo, confía en la pintura y el arte como herramientas para contrarrestar la inseguridad.
Además de la extravagante y callada nomenclatura de varios callejones de Guanajuato, ahora se pueden descubrir fachadas que hablan través de sus muros y cuentan la historia de sus habitantes y de su propio origen.
Al menos en los serpenteantes callejones que son parte del Cerro del Gallo, hay —hasta ahora— 15 murales que dan identidad y pertenencia a sus pobladores y son un grato atractivo para el paseante que no se queda con el clásico itinerario de los sitios a visitar en la ciudad.
El maestro Guillermo Torres Damián, vecino de ese popular barrio y autor de esas pinturas, tiene la clara convicción de que cualquier actividad cultural o artística, es un efectivo aliciente para contrarrestar la inseguridad y la gama de actividades ilícitas que esto conlleva y que hace años, eran el pan de cada día, de propios y extraños.
En la parte alta del mencionado cerro, casi enfrente de una caseta de policía, hay un imponente gallo giro que irrumpe el muro de una vivienda pintada de verde, detrás del gallo, un estadio de beisbol, se atisba en un segundo plano.
Ahí, iniciamos la entrevista con el maestro Memo, que es como lo conocen en el barrio, mientras nos llevaba por algunos callejones para conocer esos murales que evocan un tono de museo al transeúnte, porque rompen la monotonía y cotidianidad del barrio y que son motivo de la foto “del recuerdo” para presumir que las obras artísticas en Guanajuato, han desbordado los museos y han salido para invadir los callejones de la ciudad.
Maestro de profesión, de 59 años de edad, don Memo agarró el pincel desde hace ya 42 años, al inicio de manera autodidacta y posteriormente bajo la tutela de diversos maestros entre los que destacan Jorge Ramírez Rocha, Mario Sandoval y Julio Espinoza, de quienes además recibió la motivación no solo para seguir con la pintura, sino en general, para adentrarse en el mundo de las artes plásticas, comenta que hace unos 6 o 7 años surgió la inquietud de pintar murales en los callejones de la zona, para que los vecinos se identificaran con su barrio y tuvieran claro que también son parte de su casa.
“Hace unos años el Cerro del Gallo era una zona de atracos, hasta que los vecinos de los callejones Belén, Consoladero, Refugio, Cuatro Vientos, las Flores, la Escondida, plazuela de los Changos y Pajaritos, decidimos unirnos para hacer un Comité en el que les expuse que en otros países se contrarresta la violencia con actividades artísticas como música, teatro, danza y artes plásticas”.
“Redacté un plan de trabajo y recabé la opinión de los vecinos que determinaron que lo principal a atender era la inseguridad y con parte de ello el alumbrado público, el barrido el frente de las casas y después, la capacitación de los jóvenes para que tuvieran actividades de recreación y físicas”.
El maestro narra que el primer mural que hizo “fue en el callejón de Consoladero, previo a su realización estuve investigando y preguntando el origen del nombre tan raro —aquí en Guanajuato es común que los callejones tengan nombres difíciles y estrafalarios, que dejan volar la imaginación— y leí que el nombre era porque en la epidemia del paludismo (1786) se llenaron los panteones de difuntos y los únicos que atendían a los muertos en las calles eran los curas y al estar llenas las gavetas de San Roque, San Sebastián y la Quinta que era para españoles, empezaron a sepultar a los difuntos en San Cayetano”.
Menciona que “para hacer el recorrido, sacaban a los difuntos de los templos del centro y pasaban por el callejón de la Escondida y como Consoladero era parte del cerro, ahí esperaban unas mujeres que se rentaban para acompañar el cortejo fúnebre, porque aunque no eran familiares, por unas monedas consolaban a los deudos; entonces la pintura —en el mural— muestra a 4 generaciones de mujeres, en las cuales hay una niña que va preguntándose por qué va acompañando al difunto, luego una segunda mujer que ya está más consciente de su etapa y va siguiendo a su madre y la madre más dolida que va a lágrima partida, mostrando el dolor de la pena por la persona fallecida y al final, en posición contraria hay una figura de una anciana, casi diluyéndose, volteando hacia el cielo, que se supone que es la que ya murió”.
En cuanto al mural del gallo, que se realizó el 14 de diciembre de 2021, se retoma del nombre del propio Cerro, y este es por el gusto que hay entre sus habitantes por la crianza de gallos de pelea, e incluso, no es raro el escuchar el canto de gallos en algunos callejones de la zona.
El segundo mural que realizó, se estampó en el callejón de 4 vientos y demuestra que es una medida efectiva para contener el grafiteo, que antes era lo que predominaba en el lugar y que sigue fuerte en algunos puntos de la ciudad, “ahí hablé con los vecinos para explicarles que a través de los murales se podría mejorar la imagen urbana y me apoyaron para realizarlos”, señala.
Cada mural tiene su historia y tiene que ver con los propios orígenes que le dieron nombre, o con los personajes que ahí habitan, como es el caso del Mamonero Páez.
“Ellos en su juventud también practicaron la lucha libre; Raúl que es el primero, después Memo Ibarra que es el Mamonero Páez dos. Hablé con ellos, les hice la propuesta y estuvieron de acuerdo. Ahí el mural hace referencia a la película de Blue Demon, El Santo y El Mil Máscaras contra las Momias de Guanajuato, que es uno de los de mayor atracción para los jóvenes, pues en redes sociales circulan muchas fotos con el mural como escenario”, añade.
De hecho, menciona que las autoridades se han comprometido para ponerles placa y promoverlos ante los visitantes “para que los turistas no se queden solo en el centro, porque hay muchos que quieren descubrir más sitios emblemáticos, más allá del centro de la ciudad; a la fecha hay 15 murales y mi compromiso es hacer 20, aunque si es posible y tengo buena salud, haré más, porque a la gente le ha gustado mucho y hay buena respuesta sobre todo de los vecinos”.
“El proyecto de socializar el arte ha generado entre los vecinos una vocación de pertenencia, porque ninguno de los murales ha sido dañado; los propios vecinos los cuidan y a los jóvenes también les ha gustado la idea, porque lo sienten parte de su casa y los respetan”, dice.
El maestro confiesa que la obra que ha dejado para el vecindario con la aprobación de los vecinos lo llena de satisfacción, “siento que ese propósito de darle un reconocimiento a los callejones que habitamos se ha logrado, porque ante las dudas y las preguntas de por qué se invierte tiempo, si había riesgo que de los rayaran, les dije que eso no se podría saber hasta que no se hicieran; hay que valorar a la juventud y arriesgarse, confiar en los niños y jóvenes, porque el arte es para todos, pero necesitamos acercarlo para que la gente lo palpe, lo visualice y se llene de él”.
“Creo que cometemos un error, cuando aquellas personas cuando tienen habilidad y la posibilidad de expresar con colores lo que sienten y lo que ven en el pueblo, si no lo muestra en un lugar visible es ser egoísta consigo mismo y está perdiendo la oportunidad de comunicarse con la sociedad, la química está en nosotros nada más hay que cambiar de actitud”, afirma.
La idea es que este proyecto se replique en otros callejones de la ciudad, para que los habitantes se apropien de sus espacios. Incluso el maestro Memo menciona que ha recibido buenos comentarios de personas de otros municipios e inclusive de otros estados y países que se toman las fotos, para llevarse un poquito de Guanajuato a sus lugares de origen.