Caminando por el Mercado de la Luz, en León, Gto., Nancy Hernández descubrió su pasión: el cincelado, que consiste básicamente en dibujar a mano sobre piel. Le pareció fascinante y se propuso aprender encontrando en cada golpe y cada pincelada una actividad que ahora constituye su lucha personal por lograr que se reconozca y valore lo nuestro.
Aprendió a través de tutoriales en línea y practicando hasta no solamente dominar la técnica sino también dejar impreso en el diseño su propio sello, su estilo, el reflejo de la pasión con la que trabaja pues aunque es pionera en el cincelado a mano, viene de familia de artesanos. Nancy recuerda que su abuela materna, originaria de La Piedad, Mich., hacía rebozos. Hoy lamenta no haberse acercado más a ella para aprender su oficio, por eso alienta a su familia a que aprenda el suyo.
“El cincelado se trabaja en cuero curtido vegetal para poder hacer los dibujos y marcar los relieves. El trazo se hace con navaja y se golpea el contorno con cinceles para que la piel se levante, entonces ha llegado el momento de pintar” nos explica Nancy, y refiere que la producción de una bolsa le lleva en promedio una semana de trabajo continuo porque implica marcar el patrón, cortar, hacer el dibujo y los relieves, armarla, coserla y pintarla. Y todavía se tarda unos días más si el dibujo es a colores o tornasolado porque solamente la aplicación y secado de pinturas le lleva tres días.
“Me gusta jugar con los colores y crear tonalidades nuevas. Cada bolsa tiene formas distintas y eso requiere un patrón diferente. Actualmente tomo clases con la pintora Elba Hernández, estos conocimientos me han ayudado a hacer un trabajo más realista y me permite trabajar con distintas técnicas”.
Nancy nos comparte que a ella le interesa mucho transmitir lo aprendido porque no quiere que el cincelado desaparezca, sin embargo, aunque ella les regala la piel a los alumnos las primeras clases sí ha sido un bloqueo el que el estuche de cinceles básicos es un poco caro y los aprendices no quieren invertir desde el inicio. “Yo he trabajado con mi paquete básico de cinceles porque cada uno tiene un uso. Algunos sirven para decorar, otros para sombrear, para dar profundidad, para levantar el dibujo, en fin. Hay miles de cinceles y cada uno le aporta algo distinto a tu trabajo. Nunca se deja de aprender ni de invertir”.
Por eso es que después de un año de introducir en Guanajuato sus productos de cincelado fue una gran sorpresa para ella ver que las tiendas de artesanías y los locales en el mercado estaban llenos de bolsas troqueladas de manera industrial, por supuesto mucho más baratas que las que ella creaba. Cuenta que los clientes hacían comparaciones entre sus precios y los de esos lugares sin comprender que no hay punto de comparación entre uno y otro. Esto fue para ella un golpe emocional tan profundo que dejó de trabajar sus artesanías un año.
Cuando se recuperó volvió a la carga con la convicción de que jamás habrá un trabajo igual a otro, aun cuando ambos sean hechos por ella misma. “A flor de piel”, nombre de su emprendimiento, ofrece también carteras, libretas, cinturones, huaraches, anillos, aretes y todo aquello que de la imaginación puede surgir. También realiza dibujos sugeridos por los clientes o reproduce los diseños que ellos le dan.
Sus preferidas son las catrinas, tiene ya cuatro años de cincelar y pintar catrinas en piel. “Una clienta me dice que a ella le dan miedo todas las catrinas menos las mías, porque se ven sonrientes y contentas”.
Asegura que se enamora de cada trabajo que realiza, sea pequeño o grande. Su actividad ha sido un apoyo para llevar un sustento a su hogar, le ha ayudado a poner pan en la mesa y a sacar adelante a sus hijos, pero tiene un trabajo base en la Comudaj Guanajuato porque de otra manera no podrían sobrevivir ya que la venta no es continua, no hay muchos espacios en los que pueda trabajar, y es muy difícil tener el dinero para invertir en el alquiler de un local o puesto fijo.
Sin embargo, ha podido aprovechar las oportunidades de viajar al extranjero que le brinda su empleo para dar a conocer su labor artesanal, hasta ahora es la única manera que ha encontrado de poder hacerlo ya que los envíos internacionales son muy caros y por ello no le es posible atender pedidos de otros países.
Nancy lamenta que las tradiciones artesanales se estén perdiendo, los mismos artesanos se ven obligados a dejar de lado sus oficios para revender, lo cual le parece una realidad muy triste. “No podemos permitir que nos dejen en el olvido, que no nos vean. Nuestro trabajo es parte de nuestra identidad y mereceríamos espacios y reflectores. Pero en cambio, se ha favorecido la producción china. La gente lleva con más orgullo las marcas comerciales extranjeras que lo que ha nacido de manos mexicanas, de artesanos. Deberíamos defender más lo de casa, esto haría que muchas cosas cambiaran…Hay artesanos que viven marginados cuando podrían estar preparando su proyección nacional e internacional”.
Y con todo el amor a su trabajo a flor de piel lanza un poderoso deseo al viento: “Que las técnicas artesanales no se olviden”. Y mientras pronuncia estas palabras desde un trozo de cuero cortado y trazado brillan las catrinas, los colibríes parecen cobrar vida y las flores mueven sus pétalos felices de haber venido al mundo a través de manos jóvenes, creativas y llenas de esperanza.