Entre murciélagos y letras fantásticas, es así como Osiris pasa sus días
Tuve la oportunidad de colaborar con Osiris hace un par de años en una conferencia por el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Desde entonces me di cuenta que era una mujer brillante y que valía la pena conocer más sobre su vida. He aquí un relato acerca de ella.
Desde su corta edad, Osiris ha sentido una gran curiosidad por conocer y experimentar todo lo que el mundo tenía por descubrir. Creció en Tierra Caliente en Santa Teresa de Jesús, municipio de Coyuca de Catalán, Gro., una región vibrante y rica en biodiversidad, donde dependían casi totalmente de lo que se producía en las rancherías, lo que le permitió despertar una sensibilidad más profunda por su entorno.
Aunque me confesó que de pequeña lo que más soñaba era ser bailarina de rumba, fue el gusto por la vida lo que la llevó a convertirse en bióloga. “Todos me decían: ‘¿para qué estudias eso?, ¿para qué sirve?’. Mi abuelita me decía: ‘¿por qué no eres maestra?, ¿por qué no eres enfermera?’. No sabían para qué era útil un biólogo, mucho menos qué era ciencia, y no comprendían que generar conocimiento podría servir para muchas cosas”, expresó.
Osiris es la primera mujer científica en su familia, y no sólo eso, es una gran escritora. Me dijo con cierto pesar que le dio COVID y a raíz de esto le surgieron muchos temores que pudo curar sólo a través de la escritura, fue entonces que se decidió a prepararse por medio de talleres y diplomados, y esto la animó a ir construyendo sus relatos.
“Soy obsesiva compulsiva en muchas cosas, la ciencia así es, cuando algo me gusta me meto de lleno, yo no sabía de las estructuras de narración y ahora estoy súper clavada. Son dos cosas que adoro hacer, la biología por un lado, pero escribir me fascina”.
El año pasado estrenó su libro, La Señora de la Noche, una novela que devoré sin darme cuenta, donde la fuerza femenina es evidente, destacando injusticias y desigualdades que existen en la sociedad actual y en cuyas páginas se presentan personajes que te sumergen en su propio mundo. “Nunca me imaginé, la verdad, que pudiera publicar un libro de este tipo” me expresó. Pese a su sorpresa, varios de sus microrrelatos han sido publicados vía electrónica o en antologías de cuentos, incluso en revistas internacionales y su libro se encuentra en Amazon o Ghandi.
Actualmente su vida se centra en escribir para la ciencia y para la fantasía. Desde hace más de 25 años tiene como objeto de estudio a los únicos mamíferos que vuelan en este planeta, los murciélagos. Me dio curiosidad saber por qué su pasión por los murciélagos desde muy temprana edad, pero en realidad supe que llegó a ellos por accidente, ya que en un principio su tesis de la licenciatura se enfocaba a las iguanas.
“Me mandaron a la Selva Lacandona y en esa época no había carreteras. Yo llegaba a Tuxtla, después a Comitán y de ahí tomábamos unas avionetas chiquitas y aterrizamos en la calle de un pueblo, de ahí en una lancha llegamos a la estación biológica Chajul. A los 22 años vivía esas aventuras en medio de la selva, ¡imagínate! El sonido de los saraguatos, el verde interminable, nadar en el Río Lacantún, ver las estrellas por las noches”, recordó con mucho entusiasmo.
Los trabajos que realizan los biólogos de campo son complejos, requieren de una buena condición física, adaptarse al calor, caminar largas distancias y a veces toca acampar bajo la lluvia, dormir debajo de un árbol, o incluso a veces no duermes cuando se requiere sacar muestras durante toda la noche.
“Fracasé con las iguanas porque nunca pude encontrar los nidos”, se expresó con risas. Sin embargo, esta dificultad la llevó a descubrir su verdadera pasión. Me contó sobre los murciélagos magueyeros (Leptonycteris yerbabuenae), los cuales albergan una gran variedad de microorganismos en su cuerpo. Estos microorganismos generan un aroma irresistible en los machos para atraer a las hembras y además contribuyen al aumento de la diversidad de especies y plantas en su entorno. Los murciélagos son excelentes polinizadores y los machos, en particular, podrían ser más eficientes ya que no tienen la función de reproducción que tienen las hembras.
“Ser científico es como ser un detective, es perseguir enigmas y también me gusta por eso”. Aunque admitió que algunos biólogos pueden ser depredadores de animales, especialmente los de la vieja escuela, “su concepción de enseñar era muy diferente y no tenía sentido” se expresó de una forma sincera. A lo largo de su carrera, ha colaborado con el Dr. Medellín, también conocido como el “Batman” de México. Actualmente trabaja en el Laboratorio de Ecología Bacteriana con la Dra. Luisa con quién han desarrollado una línea de investigación pionera en México: La microbiota de vida silvestre. En gran medida, gracias a las investigaciones de Osiris y su trabajo comunitario, la conservación de los murciélagos ha ido avanzando.
Al conversar con ella, pude apreciar su versatilidad y exitosa carrera, pero quise indagar sobre los mayores desafíos que enfrentó en su camino. Me compartió que ser mujer en el ámbito académico fue un obstáculo significativo: “O tienes hijos o tienes una carrera brillante, para nosotras es un doble trabajo. Te encargas de muchas tareas domésticas y acabas agotada físicamente. Además, hay mucha competencia en la ciencia y la academia no nos brinda suficiente apoyo. Sin embargo, al final, es el trabajo el que habla por nosotras”.
A los 45 años, con hijas y trabajando en la UNAM y dirigiendo una asociación civil para la educación ambiental, decidió emprender el doctorado. Sin embargo, en la primera entrevista de admisión, la rechazaron debido a la percepción de que no podría ser madre y cumplir con sus obligaciones académicas. No se dejó desanimar y persistió, presentándose ante otro comité, que finalmente la aceptó. “Incluso en la maestría, reprobé el primer examen, pero no me rendí, soy una persona muy obstinada”, confesó con satisfacción. Al final de su recorrido académico, obtuvo una mención honorífica y fue nominada a la Beca Alfonso Caso.
¿Y ahora qué sigue para ti, Osiris?, le pregunté. “Soy bióloga de campo, bióloga de laboratorio ahora escribo, y luego a ver qué se me ocurre hacer”, dijo riendo; “todavía no me puedo jubilar, aún me faltan algunos años, pero me gustaría mucho seguir escribiendo, seguir con mi trabajo académico, dar clases e ir al campo a estudiar a los murciélagos”, expresó con alegría. Me dijo también que se ve viajando y con su familia y no descarta la posibilidad de tener una pareja.