La historia de Clau, como le llaman quienes la conocen y la estiman, comenzó hace muchos años, cuando siendo una niña creativa buscaba formas de expresión. Recuerda que su papá le prestaba su computadora, y ella intentaba hacer arte con elementos muy básicos como círculos, triángulos, cuadrados, rombos. Desde entonces aprendió que la tecnología es otra forma de hacer las cosas.
También es artesana porque crea juguetes en tela, con estambre y usa en sus trabajos materiales diversos de la naturaleza. Desde muy pequeña pintaba usando diferentes técnicas con apoyo de su madre quien la inscribió en clases de pintura. Al crecer, entró a la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Guanajuato donde aprendió más técnicas con óleo, acrílico, pasteles: “cada técnica es hermosa —explica— cada una me apasiona, pero la tecnología es solo una posibilidad de expresión portátil, más económica, con mucha más difusión y aplicable a otros conceptos… la tecnología es una forma revolucionaria de hacer las cosas”.
Claudia Teresa Hernández Ascencio comenzó a usar la computadora como una herramienta real de trabajo cuando como ella misma dice: era “estudihambre”: “usaba las computadoras de la Universidad. Hasta hice mi servicio social en el área de computación para tratar de aprender más. En ese tiempo conocí a quien después fue mi esposo, él sí tenía su propia computadora y me enseñó muchas cosas, lo cual siempre se lo voy a agradecer. Un día me dijo que tenía que probar el photoshop, estábamos en 1999 y se me hizo impresionante poder tener esa variedad de colores, borrar, plasmar… Los lienzos cuestan, el cuaderno de dibujo y las acuarelas físicas que tenía eran limitadas. Pero esa gran tonalidad de brochas y colores me dio muchas posibilidades”.
Hasta que un día descubrió Blender, un software gratuito que brinda una suite de creación con una amplia gama de herramientas para modelar, animar, editar, hacer composiciones y simulaciones. Desde entonces este programa es parte de su vida, y sin saberlo aún, también sería lo que le daría estabilidad y posibilidades de sobrevivencia años después, cuando con dos niñas muy pequeñas enviudó.
“La vida nos ha tocado difícil pero el arte digital me ha permitido estar en lugares donde mis pies nunca me hubieran podido llevar… Creando y desarrollándome sin descuidar a mis niñas, enseñándoles un camino en el que es posible avanzar juntas, sin soltarnos de la mano”. Desde que sus hijas estaban pequeñas Claudia les contaba historias antes de dormir, y después les hacía un juguete basado en esa historia, un juguete diseñado en Blender al que una computadora 3D traía a la realidad. Ellas la observaban mientras los creaba sin poder tener en calma sus manitas porque también deseaban aportar. Esto la motivó a abrir talleres Blender ya no solo para profesionistas y adultos, sino también para niños.
“En los niños encontré un deseo enorme de expresión, es una etapa llena de imaginación, pureza y sensibilidad que fluye. A veces ni siquiera alcanzamos a comprender la grandeza de los niños. Para mí ha sido aleccionador ver sus capacidades y observar como se despiertan otras habilidades en ellos… mi objetivo es ver crecer a más creativos que consumidores”. Y es que a través de sus talleres los niños aprenden a hacer cortometrajes, tarjetas, dinosaurios, cuentos.
“Soy fundadora de la Comunidad Blender porque me permite tener al alcance un sinfín de posibilidades, enviar lo que diseño de forma masiva, hacerlo en 3D e imprimirlo, ponerle movimiento, en fin. A veces me preguntan por qué Blender, pero siempre he dicho que usar un pincel de mil pesos no garantiza que la obra será mejor que la que diseñe alguien con un pincel de 10 pesos. Lo importante siempre ha sido quién usa el pincel y lo que hace con él”.
Claudia Hernández fue seleccionada para realizar durante dos años consecutivos la estatuilla de Mente Factura 2022 y 2023, uno de los premios de reconocimiento hacia el área de tecnología que fueron diseñados para destacar la genialidad de los guanajuatenses que aportan nuevas propuestas que ayudan a la gente.
Orgullosa de su participación nos explica: “El año anterior diseñé un objeto tridimensional que se imprimió en una impresora 3D. Este año se fusionó con técnicas tradicionales. Es decir, yo creé digitalmente la estatuilla pero se imprimió digitalmente solo la parte superior, la parte inferior que es el Estado de Guanajuato está hecha en bronce por una casa fundidora. Es una representación del Quijote cuya pose es la de Mente factura, con un brazo robótico unido a cuerpo: tiene un corazón que es lo que nos motiva y nos hace caminar, está lleno de tuercas estilo steampunk como una simulación del mecanismo de un reloj. Es un corazón creativo y resiliente…El Quijote es un personaje que vive en lucha constante contra los molinos de viento que son imaginarios, como imaginarios son muchos temores de los artistas”.
Y es que entre creativos, artesanos y artistas hoy existe la incertidumbre de lo que sucederá cuando la Inteligencia Artificial avance más y más sustituyendo los procesos ancestrales. Claudia cree fehacientemente que no hay máquina que pueda sustituir a una sola de nuestras neuronas. Solamente surgen nuevas formas de hacer cosas: “Se recurre a la Inteligencia Artificial como vamos a una máquina expendedora. Hay mucho miedo al futuro en relación con la Inteligencia Artificial, que está sobrevalorada porque no es más que una consulta en una base de datos enorme que interpreta instrucciones con temas de derechos de autor cuestionables… Un artista, un artesano, tiene sus propias propuestas personales y únicas que jamás van a competir con Inteligencia Artificial que, sí, crea obras, pero con sabor a tomate enlatado económico porque a fin de cuentas se basan en plantillas”.
Claudia Hernández Ascencio piensa que en México tenemos una gran diversidad cultural, enorme ingenio, muchas riquezas de todo tipo que lo hacen un país único, con manos artesanas que jamás podrán ser sustituidas por la tecnología.
Y de esta manera terminamos nuestra charla, porque ya es tarde, sus pequeñas deben dormirse temprano para despertar a tiempo en la mañana e ir a clases. En ese momento, Claudia es solamente mamá. Las arropa, les cuenta la historia que inventa sobre la marcha acerca de una ardilla inquieta que se mete en muchos problemas… Al verla, me doy cuenta de que tiene razón, la tecnología nunca valdrá más que el corazón y las manos valientes de un creador.