lunes, noviembre 25, 2024
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ENTRE EL MAR Y UNA MUJER POESÍA: YOLOTZIN D.M.

Esta historia comienza con un vaso desechable con café, una mujer escribiendo poesía y un diálogo entre ella y el mar. Entre latido y suspiro muchas cosas hermosas han surgido, entre ellas un corazón con nombre náhuatl que le rinde tributo a México, colores y naturaleza. Es el logo de Yolotzin D.M.

“Desde mi infancia me gustó la lectura y la escritura. Las mujeres de mi casa han sido lectoras: mi mamá, sus hermanas, mi abuela materna; así que hablar de libros, de autores, de los lugares en donde se juntaban los literatos a escribir era cotidiano. Ese escuchar historias y recibir libros como regalo fue una puerta abierta que me llevó a entrar a este mundo”.

Y es que la Rocío de la Luz Huerta Guerrero de ese tiempo era una niña que disfrutaba ir a la escuela porque sabía que en ella había cuentos, porque le fascinaba la materia de Español y la lectura en voz alta. Después, ella misma pasaría de la escucha a la acción al darse cuenta de que escribir la ayudaba a sentirse mejor, a escucharse y a encontrarse. Ahí fue donde conectó con su esencia, cuando supo con certeza que era posible expresar lo que se pensaba, sentía o deseaba.

Rocío de Luz, Zan Cihuatl o Yolotzin, distintos nombres de una sola mujer, auténtica, valiente.

Rocío nos comparte: “En mi paso por Puebla estuve en una terapia humanista y la psicóloga me dejaba muchas dinámicas con mandalas, con arcilla, con historietas o dibujos. Esa fue la conexión con mi parte artística, yo creo que esta esencia la tenemos todos, sólo que algunos le damos más entrada que otros, pero está ahí… yo sentía la energía en mis manos, sabía que debía crear y crear”.

Entonces la vida la llevó a vivir y trabajar un tiempo en San Francisco de Compostela, Nayarit, y sus primeras ilustraciones comenzaron a nacer: “He sido cafetera desde hace mucho tiempo, así que me iba a tomar café junto al mar para platicar con él, pedía café para llevar. Hasta que me di cuenta de la cantidad de vasitos de cartón que generaba. Y ahí se me ocurrió la idea de crear souvenirs con mi trabajo que ayudaran a frenar la contaminación. Me dije a mí misma que algún día regresaría con mi propio termo, mi taza de cerámica o lo que fuera diseñado con mis ilustraciones y poemas…” y sin percibirlo, esos encuentros entre el mar, el café y ella dieron frutos y su proyecto se gestó.

Sin embargo, habrían de pasar aún muchos años y muchas cosas antes de que todo aquello fuera parte de la realidad. En la Universidad, Chío, como la llaman sus amigos, se adentró mucho más en la escritura, aunque en la licenciatura se enfocaba más en temas informativos. Hasta la maestría fue que profundizó en el arte y en la estética. Para entonces, ya tenía un buen número de poemas escritos, así que decidió buscar una editorial independiente para publicarlos. Ahí es cuando su primer libro de poemas, Raíces, vio la luz y con él su nombre de guerra: Zan Cihuatl.

“No me interesaba dar a conocer mi nombre personal porque no es fama lo que busco, no es que me reconozcan a mí: Rocío de la Luz como la creadora. Quizás en ese sentido me ha faltado promoción de mi propia obra, de mis libros e ilustraciones en sí. El caso es que en la prepa me llamaba mucho la atención la cosmovisión de los pueblos indígenas y me encontré en una feria del libro un diccionario español-náhuatl, de ahí surgieron estas palabras sueltas que yo junté para darle un significado. Zan Cihuatl significa: simplemente mujer”.

Con un nuevo nombre y su libro bajo el brazo pensó en extraer la poesía del libro en fragmentos y así ayudarla a llegar a otro tipo de públicos que quizá pudieran no estar tan interesados en la lectura o en los libros. En ese tiempo pensó en la fotografía para acompañar esta idea. Pero en ese viaje a Nayarit, al que fue porque además sentía que lo necesitaba como parte de sus procesos personales, las ilustraciones nacieron: “El mar me dejó esas ganas de expresar, de encontrar un mejor cauce para todo ese remolino interior que acompañó mi infancia, mi adolescencia y parte de mi adultez”.

A pesar de esa intensidad que la puebla, Rocío ha aprendido a reconocer a través de su proceso creativo su propia esencia, la sencillez que pervive a pesar de lo profunda que es la vida. Esto abonó para que fuera más complicado decidirse a empezar con su proyecto porque se sumaron los: “¿de qué vas a vivir?”, “¿cómo vas a vivir?”, “¿cómo vas a vender lo que haces?”… “A uno como emprendedor le toca enfrentarse con toda parte de condicionamientos sociales en los que es necesario preguntarse si realmente quiero o no entrarle a eso… Ya no me inquieta tanto dar respuesta a los cuestionamientos de otros… a mí me gusta expresarme libremente y hacer lo que me apasiona. Estoy abierta al aprendizaje, a la exploración de nuevas técnicas, a la confrontación de la diversidad de ideas, pensamientos y sentimientos”.

Rocío explica que no le gusta clasificar su proyecto, y que esta es como una de las interrogantes más fuertes a las que se ha enfrentado, no saber cómo definirlo, si como arte, como artesanía o solo como emprendimiento. La realidad es que cada objeto, cada ilustración y cada verso están hechos con el corazón y de alguna manera esta expresión ha ayudado a otras personas a poder definir y comprender lo que sienten.

“Creo que al mismo tiempo, también a lo largo de estos 5 años también he aprendido a aceptarme a mí como ser humano, a ver mi trabajo como esa evolución expresiva en todo lo que plasmo… y el compromiso de visibilizar situaciones tan importantes como la preservación de algunas especies, el cuidado del medio ambiente, la reducción de desechos… mi visión no se enfoca en un compromiso de marca, sino en un compromiso personal que asumo, no como mandamiento, pero sí como convicción”.

Piezas manufacturadas que dan forma a la obra de Yolotzin D.M.

Al observar el conjunto de sus productos destaca la veracidad de lo que nos comparte, es patente que su mayor fuente de inspiración creativa es la naturaleza. Nos enteramos de que tiene dentro de su stock colecciones: polinizadores, animales en peligro de extinción y ahora mismo incursiona con el tema de las sirenas también. Otro tema que despierta su interés es la música. Actualmente está en proceso de dar a conocer 210 ilustraciones al respecto.

Las creaciones de Zan Cihuatl son el reflejo de lo que sucede en su interior, en donde convergen colores que expresan, palabras que dicen y música que toca el alma: “De pronto, me expreso mejor dibujando, otras escribiendo, y otras permaneciendo en silencio”.

Después de un año de haber creado Diseños Zan Cihuatl decidió que era tiempo de darle un giro a la imagen del proyecto y un nombre que fuera propio, de manera que, sin hacer a un lado el náhuatl, comenzó a buscar términos relacionados con el sentir, el crear, con las emociones. Así nació el corazón, luego el penacho, y al final las dos flores, la imagen que distingue todo aquello que ha salido de sus manos. Así fue como Yolotzin D.M. (Diseño Mexicano) llegó.

Chío comparte con honestidad que no todo ha sido felicidad, que muchas veces ha sentido que pierde el camino: “A veces ha sido muy cansado porque soy solo una persona al frente del proyecto. Soy la que crea, la que lleva las ilustraciones a cada una de las piezas, la que carga, la que vende en bazares, la que hace envíos, la que va, la que entrega… en algún momento me gustaría generar empleos y poder contar con un equipo de trabajo en el cual apoyarme… ahora estoy en capacitaciones por parte del municipio con el objetivo de mejorar para no quedarme estancada en una sola versión de mí misma, sin posibilidades de renovación”.

Quien conoce a Rocío de Luz, Zan Cihuatl ó Yolotzin sabe que aunque pueda tener distintos nombres ella es una sola, auténtica, valiente. Que su inquietud y su pasión la lleva a estar presente en bazares dentro y fuera de Guanajuato, que la puedes ver caminando por las calles con su mochila a la espalda entregando pedidos, o que simplemente es posible verla paseando entre la vegetación de Valenciana, donde está su hogar, su mundo y su compañero Bombón.

Elena Ortiz Muñiz
Elena Ortiz Muñiz
Elena Ortiz Muñiz es licenciada en Ciencias de la Comunicación, escritora, editora en Pacholabra Ediciones. Fundadora de los proyectos Alas para niños y jóvenes escritores y Manos en Vuelo.
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