viernes, septiembre 20, 2024
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LAS PALOMAS DE LA VIRGEN

Hace 466 años, un español perdido halló el camino a Guanajuato gracias a un milagro.

El próximo miércoles, 9 de agosto, se habrán cumplido 466 años de la llegada de Nuestra Señora de Guanajuato, en un viaje legendario que comenzó en España, específicamente —según algunas versiones— en la hermosa Granada, ciudad donde se le veneró por mucho tiempo, hasta que los musulmanes invadieron la península ibérica y ocuparon esa ciudad, que luego convertirían en la joya de su imperio.

Aunque la tradición cuenta que la escultura de la Virgen, hecha de bella madera policromada, fue escondida durante siglos en una gruta, para evitar que la destruyeran los moros, otros estudios aseguran que no es tan antigua, sino que en realidad posee características del siglo XVII, pues muestra un estilo más bien cercano al barroco. Sea cual sea la verdad, el arribo de la venerada imagen a la ciudad está cargada de simbolismo y contiene los ingredientes de una auténtica aventura.

Nuestra Señora de Guanajuato.

Se sabe que el rey Felipe II expidió en 1557 la Cédula Real por medio de la cual obsequiaba la pieza, de hermosa factura, a la capital guanajuatense.

¿Por qué precisamente a esta ciudad? La explicación es sencilla: Guanajuato empezaba a destacar como uno de los productores minerales del Nuevo Mundo, por lo que la corona española consideró justo otorgarle un ícono con el cual los creyentes de la región pudieran identificarse y ofrecerle sus ritos religiosos. Así que la Virgen inició su largo viaje a esta capital, embarcándose en alguno de los galeones que surcaban el Atlántico, bajo el riesgo de terminar en el fondo del océano, si acaso la nave era atacada por alguna de las muchas bandas de piratas que entonces asolaban los mares.

No sabemos las peripecias que tuvo esa travesía. El caso es que esa etapa del viaje finalizó sin graves contratiempos, muy probablemente en Veracruz, y la imagen continuó su camino hacia la Ciudad de México. Apenas nueve años atrás, en 1548, había sido descubierta la mina de San Bernabé, primer eslabón de la gran cadena de yacimientos que darían fama y riqueza al Real de Minas de Guanajuato. Un ilustre granadino, llamado Perafán de Ribera (o Rivera), fue nombrado primer alcalde mayor y juez superintendente del mismo, y a él se encomendó la misión de llevar la Virgen a su destino, acompañado de una comitiva de nobles españoles y soldados.

Perafán de Ribera y sus acompañantes, en una obra de Manuel Leal.

México, entonces Nueva España, era agreste y desconocido en gran parte para los europeos. No hacía ni medio siglo que Cortés había doblegado la resistencia azteca y dado inicio a una extraordinaria era de expediciones a lo largo y ancho del inmenso territorio, aunque lamentablemente a costa de los pueblos indígenas, que literalmente fueron arrasados y sometidos.

Perafán emprendió su camino con recuas de mulas para carga, cruzando altas mesetas, tierras semidesérticas y los espesos bosques que en aquella época aún cubrían extensas zonas, hasta alcanzar un punto cercano al poblado que conocemos como Yerbabuena, actualmente integrado a la zona urbana. Allí perdió el rumbo. Sabía que estaba cerca, pero ni él ni sus acompañantes atinaban a definir la dirección a seguir para alcanzar la meta. Llegó la noche, y entonces, según una antigua narración, decidieron pedir ayuda a la Madre de Dios.

De acuerdo con ese relato, colocaron un tambor como base, pusieron encima la escultura, encendieron sendos hachones para iluminarse y oraron para pedir a la Virgen que les mostrara el camino correcto. Enseguida, fueron a dormir.

Templo del Buen Viaje, primer hogar de la Virgen en Guanajuato.

Al otro día, dispuestos a continuar, persistía la incertidumbre sobre el rumbo que seguirían, cuando repentinamente aparecieron dos palomas blancas que volaban sobre la estatua de la Virgen, mismas que parecían indicar una ruta. Los expedicionarios, convencidos de que sus ruegos habían sido escuchados, avanzaron en la misma dirección que las aves. Así, más tarde, el 9 de agosto de 1557, los viajeros lograron arribar al Real de Minas, fatigados, pero satisfechos.

Inicialmente, la imagen de la Virgen fue colocada en la capilla del Hospital de los Indios Mazahuas, hoy templo del Buen Viaje; luego pasó al de los indios Tarascos (Iglesia de los Hospitales), para finalmente llegar a la Basílica, donde ocupa el nicho central, atrás del altar.

La Basílica aloja actualmente la estatua.

Desde entonces, cada 9 de agosto, cientos de cuevanenses recrean la caminata de Perafán, acompañados de la venerada imagen, para recordar el milagroso momento en que dos palomas sacaron del apuro a los viajeros. A lo largo del sendero, pequeñas señales grabadas con la silueta de la Virgen indican la ruta, que pasa junto a un arroyo cristalino, entre montañas que verdean en cuanto caen las primeras lluvias.

Una serie de señales con la silueta de la Virgen marcan el camino que siguió Perafán de Ribera.

Una vez en la ciudad, los fieles acuden a la Basílica de Guanajuato, posada sobre el tambor, para reafirmar su fe en la Virgen que, un lejano día, rescató de su extravío a un grupo de españoles, con la ayuda de dos blancas palomas, episodio que inmortalizó el pintor y escritor Manuel Leal, en uno de sus cuadros más famosos.

Benjamin Segoviano
Benjamin Segoviano
Maestro de profesión, periodista de afición y vagabundo irredento. Lector compulsivo, que hace de la música popular un motivo de vida y tema de análisis, gusto del futbol, la cerveza, una buena plática y la noche, con nubes, luna o estrellas. Me atraen las ciudades, pueblos y paisajes de este complejo país, y considero que viajar por sus caminos es una experiencia formidable.
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