Paseo icónico desde el siglo XVI, la Alameda Central de la Ciudad de México es el parque público más antiguo de América. Pasear por sus avenidas fue el recreo favorito de la Emperatriz Carlota, debido tal vez a la belleza de sus fuentes, lo imponente de sus monumentos, sus obras de arte únicas y las flores que la adornan de día y de noche.
Es punto de encuentro, visita obligada para el turismo nacional e internacional, y espacio emblemático de la capital del país. Recientemente remozada, la Alameda Central es, además, el sitio de reunión y descanso para los habitantes de este territorio desde que era conocido como la capital de la Nueva España, allá en los albores del siglo XVI.
Considerado como enorme museo al aire libre, se ubica en el Centro Histórico local. De acuerdo con las croniquillas, la Alameda Central ha sido testigo de más de 400 años de historia y vivencias de la Ciudad de México, y siempre ha sido un espacio hermoso y tranquilo, cada día con un número creciente de visitantes, muchos nuevos, otros cautivos.
Objeto de una remodelación mayor en 2012, desde entonces es constantemente atendida en su limpieza, iluminación nocturna y seguridad para el público que asiste. Ese año se plantaron árboles y se mejoraron los prados, también fueron restauradas sus fuentes, esculturas, y el Hemiciclo levantado por Porfirio Díaz en honor del Benemérito Juárez.
A la fecha luce cuatro nuevas fuentes en sus esquinas, la calle Ángela Peralta se volvió peatonal, y se instaló un nuevo alumbrado público para que pueda ser visitada de noche con más calma y toda seguridad. Pero más allá de los ojos del turista curioso, existe una historia interesante por sus personajes, fechas y circunstancias que muy pocos conocen.
Su historia refiere que, con el ánimo de dar bienestar a los habitantes de la Nueva España, el virrey Luis de Velasco, en el siglo XVI en plena época Colonial, dio la orden de crear un paseo para darle belleza a la ciudad y que fuera lugar de recreo para sus habitantes. Fue así como iniciaron la búsqueda del terreno, la traza, construcción y entrega al pueblo.
El nombre de Alameda se debe a la enorme cantidad de Álamos que desde el principio se sembraron entre las actuales avenidas Hidalgo y Juárez, aunque más tarde se sustituyeron por sauces y fresnos. Después de un periodo de decadencia y descuido, Felipe V, rey de España, pidió construir varias fuentes y ordenó la inmediata siembra de nuevos árboles.
Durante el Segundo Imperio (1863-1867), la Alameda fue uno de los lugares favoritos de la emperatriz Carlota, esposa del Emperador de México, Maximiliano de Habsburgo. Ella mandó sembrar gran cantidad de rosas y donó la fuente monumental de enorme atractivo estético denominada “Venus conducida por céfiros” obra del escultor Mathurin Moreau.
Con el paso del tiempo, el entonces presidente de México, general Porfirio Díaz, mandó construir el Palacio de Bellas Artes así como el Hemiciclo a Juárez en el lugar donde se encontraba el Kiosco Morisco, mismo que fue trasladado en 1909 a la naciente Colonia Santa María la Ribera, donde hasta hoy permanece y luce todo su esplendor y grandeza.
Hoy en día, la Alameda tiene fantásticos pisos de mármol con los jardines y jardineras reforestados. Por la noche, el visitante goza de una nueva iluminación en los corredores y fuentes. Tiene ocho esculturas y fuentes emblemáticas, “Las Américas”, “Las Danaides”, “Neptuno”, las “Ninfas” 1 y 2, “Mercurio”, la “Primavera” y “Venus”, con factura del siglo XIX.
Adicionalmente fueron colocadas cuatro nuevas fuentes en cada esquina con iluminación LED de colores y chorros de agua de hasta 20 metros de altura. En su cara oriente está el monumento a Beethoven, una máscara mortuoria de ese célebre músico, hecha en bronce negro por el escultor Oldembech. Ese fue un obsequio de la Colonia Alemana en 1921.
El Hemiciclo a Juárez recuperó su blancura y ornamentos de oro y bronce, luciendo casi igual que cuando Porfirio Díaz lo inauguró en 1910. No se puede dejar de mencionar el Museo Mural Diego Rivera, en el costado poniente, donde se exhibe el mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda de ese artista, obra plástica sobreviviente del sismo de 1985.
Es común ver en la Alameda Central, diariamente por la mañana, a numerosos grupos de turistas provenientes de todo el mundo. Ahí se reúnen para conocer los atractivos del lugar y, al mismo tiempo, es punto de partida para recorrer otros atractivos del Centro Histórico como los museos Nacional de Arte, de Arte Popular, de San Carlos y otros.