El sábado 2 de diciembre fui a la Casa Museo Gene Byron con mi hija a una mesa redonda en torno a una exposición fotográfica cuya inauguración sería al día siguiente. Fui porque en la mesa participaba un gran amigo: Saúl Serrano. Sabía que la expositora había sido su alumna, que Saúl había sido el curador y asesor, que animó a Mariana Calderón Alvarado a dar ese paso y que las fotos eran de niños especiales. Me imaginé el lado “romántico” del tema, es decir, niños en perfectas fotografías de estudio con grandes sonrisas frente a un escenario lleno de fantasía. Lo que encontré fue impactante.
Amor incondicional es una exposición que no habla ni susurra, como sucede con otras obras; en esta las fotografías, individuales o en conjunto gritan. Y así fue como conocí a Julia, la pequeña que inspiró todo eso, y a su mamá: Mariana Calderón Alvarado, una madre especial, sumamente especial.
Es licenciada en Ciencias de la Comunicación, fotógrafa y especialista en Imagen pública. Pero también es mujer, es esposa y tiene dos hijos, Julia es una de ellos, tenía parálisis cerebral y desde el minuto uno la familia, de la mano, entre risas y lágrimas, con dolores y alegrías, con fatiga y valentía, con AMOR escrito con mayúsculas se unió más que nunca para intentar de todas las maneras posibles que Julia saliera adelante instante tras instante.
Cada fotografía, revelada mediante la técnica de la cianotipia en la que los negativos grandes son expuestos al sol adquiriendo tonalidades azul turquesa como resultado del proceso de revelado en el que se emplea nitrato de amonio y hierro y ferricianuro de potasio; de manera que a pesar de mostrar la vulnerabilidad del ser humano a través del sufrimiento de lo más puro e inocente que posee la humanidad, la niñez, la muestra deja un mensaje de serenidad.
Pero por encima de todo, muestra esa parte de la vida a la que le cerramos los ojos porque duele, negándonos la oportunidad de penetrar en esas realidades aleccionadoras y profundas en las que el dolor más puro se transforma en amor insondable y el concepto de madre, padre, abuelos, hermanos adquiere un nivel tan elevado que nos rebasa, nos supera y nos toca las fibras más sensibles irremediablemente.
Descubrir que las madres especiales existen a la par de los niños especiales, los hermanos especiales, los abuelos especiales… es abrir los ojos a lo invisible, lo que no vemos de manera cotidiana porque, como lo dijo la expositora: “No vamos a encontrar niños especiales en los restaurantes, en el cine, en las plazas o jugando en el parque porque sencillamente el simple acto de mover a un pequeño en esas condiciones implica toda una dinámica que incluye carriolas enormes o sillas de ruedas, maletas, oxígeno y un enorme etcétera”.
Cada fotografía es una ventana. Del lado izquierdo de la galería nos presenta a Julia y el día a día de su corta vida —en estas fechas se cumplió un aniversario de su fallecimiento—: Julia tomando un baño, en el hospital, en su casa adaptada completamente para brindarle la atención necesaria en cada momento, Julia durmiendo… Julia sonriendo. En el lado derecho las ventanas penetran a realidades de otras familias que libran su batalla a través de sus pequeños y que no dudaron en abrir la puerta a ese lente que llegó a capturarlo todo para despertar nuestra conciencia, para salir de la burbuja de confort que nos fabricamos y dejar que la sensibilidad aflore recordándonos nuestra calidad de humanos, con sentimientos, con emociones.
Porque no imaginamos que haya hogares en donde las madres no duermen, velan; y viven con la angustia de darse permiso de dormitar para despertar después con sobresalto asegurándose que nada sucedió en esos segundos en los que la fatiga venció, de no poder tomar un baño relajadamente, o salir una tarde con amigas a hablar de cualquier cosa que sea banal porque la vida de los seres que más aman pende de un hilo que está unido a ellas. Y es por eso que de pronto, todas, en algún momento han volteado a su alrededor con la esperanza de encontrar a alguien… una mano… algo.
Y sin embargo, esas madres benditamente especiales siguen adelante, con recursos o sin ellos, solas o con apoyo, con el dolor de espalda, de rodillas, los nervios destrozados, pero repletas de esperanza, con gratitud por cada día más de vida, por cada minúsculo avance alcanzado.
Ese sábado, algo se transformó en nosotras, pero especialmente en mi hija, que desde ese día me hace preguntas sobre el tema: ¿qué ocasiona que un niño padezca este u otro diagnóstico?, me comenta alguna foto que se le viene a la mente en los momentos más inesperados, incluso ha estado investigando sobre las circunstancias genéticas de la pareja y qué favorece un probable nacimiento de un bebé con problemas en su desarrollo.
Cuando la escucho, me es difícil mantener mis ojos secos y mi corazón intacto. Entonces, además de admirar como admiré esa tarde a Mariana Calderón Alvarado por su coraje y valentía, también comprendo sus razones: es una realidad que tenemos la obligación de conocer para involucrarnos… para sostenernos… sostenerlos… sostenerlas a ellas…
Amor incondicional estará expuesta en la galería de la Casa Museo Gene Byron hasta el 11 de enero.