viernes, noviembre 22, 2024
spot_img
InicioLas otras resistenciasUNA VIDA SIN REGLAS, SIN ATADURAS

UNA VIDA SIN REGLAS, SIN ATADURAS

Más que una historia de sencillez, un testimonio de verdadera libertad

Nunca antes había conocido vidas tan extraordinarias como la de Santiago e Isabel. Esta es una historia que resuena con pensamientos que seguramente has tenido: ¿Qué pasaría si decidimos salir de las estructuras económicas y sociales? ¿Cómo sería nuestra vida si nos liberamos de pagar renta y de la rutina diaria con horarios laborales? ¿Existirá una alternativa para no solo sobrevivir, sino realmente vivir?

Santiago de Dios e Isabel Trejo afuera de su cocina. (Fotografía de Ana Solórzano)

Santiago de Dios e Isabel Trejo son ejemplo supremo de coherencia y autosuficiencia. Se conocieron hace 7 años y desde entonces han hecho equipo para lograr cambios radicales en sus vidas. El primer paso fue alejarse del bullicio urbano y vivir en un fraccionamiento dentro del bosque, pero pronto se dieron cuenta que esto no era suficiente. “Vivíamos en el bosque, pero en realidad era como si no viviéramos en el bosque porque teníamos nuestro coche y salíamos a trabajar y era como la misma vida de la ciudad, pero durmiendo en una casa en el bosque”, señaló Santiago. 

Así fue como comenzaron a cuestionar sus propias creencias, especialmente su concepto de la riqueza. “Me di a la labor en esa época de andarle preguntando a todo mundo qué creían que era la riqueza y si se consideraban ricos” dijo Santi. La mayoría de los que tenían escasos recursos respondían románticamente, atribuyendo su riqueza al amor familiar. Sin embargo, un amigo que consideraban rico expresó incredulidad y respondió negativamente, ya que enfrentaba problemas en su vida.

Santiago y sus amigos compartiendo en casa. (Fotografía de Ana Solórzano)

Fue entonces cuando descubrió que el dinero no era el indicador de riqueza o éxito y llegó a la siguiente conclusión: “Estoy aspirando a algo que ni siquiera sé qué es lo que estoy aspirando. Para mi, ¿Qué es ser rico? El rico es dueño de su tiempo, yo busco el tiempo, no estoy buscando el dinero en sí, sino lo que yo quiero es tener el tiempo que podría tener si fuera rico” mencionó Santiago con un tono de satisfacción.

Desde esa perspectiva, el dinero dejó de ser el indicador del éxito en sus vidas. La pareja se enfocó en ser dueños de su tiempo. Renunciaron a ingresos regulares y de forma desafiante incluso dejaron de pagar renta. “En la primera etapa nos dedicamos a ver películas en Netflix infinitamente, veíamos cuatro o cinco películas diarias durante cinco meses. Comprábamos comida en Costco, llenábamos el refrigerador de esa comida, la sacábamos, la calentamos, nos la comíamos viendo películas y era como, pero no estoy trabajando, no estoy ganando dinero, debo la renta y estoy viendo películas” dijo Santiago entre risas.

La casa de Isabel y Santiago. Fotografía de Ana Solórzano

Isabel agregó: “Era como «tengo que hacerlo, tengo que vivir como quiero». Bueno, no sé exactamente lo que quiero en sí, pero quiero cosas simples como poder sentarme y ver películas cuando quiera.” Pero estas ideas se fueron transformando entre ellos, pasaron de pensar que la riqueza se conseguía a través del trabajo, no simplemente un deseo, después asociaron la riqueza con la comodidad de quedarse en casa viendo películas. Ahora, su concepto de ser rico ha evolucionado; se traduce en la libertad de ducharse con agua de lluvia que ellos mismos pueden calentar en un fueguito, sin preocupaciones laborales ni pagos mensuales.

“Nos cayó una lana con la que pudimos pagar lo que debíamos de renta. Y dijimos «pero no podemos seguir endeudándonos», pues vámonos a la casa que tenemos. ¿Es que no hay luz, no está ni terminada, no importa, pues ahí a ver cómo le hacemos”, él me explicó. Ya llevan cuatro años viviendo en el bosque de niebla de Xalapa, Veracruz, no pagan luz ni agua potable. Han encontrado una forma sustentable para sobrevivir: captan agua de lluvia con materiales recuperados, utilizan baños secos y alumbran con velas o con lámparas portátiles.

A un costado de la casa en construcción, algunas especies que han sembrado y las gallinas en la parte frontal de la casa. (Fotografías de Ana Solórzano)

“La realidad es que el primer año fue muy difícil. Íbamos y veníamos sin tener claro qué hacer, no había animales y teníamos que enfrentarnos al frío. Ahora, la situación ha cambiado mucho; el techo no existía, los plátanos y las malangas no estaban presentes, no había siembra y todo estaba cubierto de hierba”, me contó Santiago.

Más adelante decidieron no salir de su casita, aún sin comodidades básicas, pero con el fin de crear un hogar cálido. Este compromiso inicialmente se propuso por un mes, pero al cumplirlo, optaron por continuar habitando sin salir, marcando el comienzo de un período indefinido. Buscaban vivir en armonía con el flujo natural del universo, desafiando preconcepciones y comprendiendo profundamente el propósito de vivir.

Su sistema de captación de agua de lluvia hecho con materiales recuperados y su lavabo. (Fotografías de Ana Solórzano)

Santiago es un ávido lector, y los libros han dejado una marca profunda en su vida, especialmente durante una etapa de autoencierro sin redes sociales pero con descubrimientos trascendentales. Fue inspirado por obras como las de Thomas Hobbes, la Biblia, El Curso de Milagros, Nietzsche e incluso la Constitución Política, entre otros. Así transcurrieron dos años en los que ninguno de los dos abandonó el bosque, inmersos en el devenir del tiempo y en reflexiones espirituales.

“Aunque había días en los que ya no aguantábamos, sentíamos la necesidad de hacer algo. Y cuando la gente que caminaba por el bosque nos decía «échenle ganas», era como, está bien, lo haré”, comentó Santiago mientras Isabel le ofrecía más café.

Isabel y Santiago alumbran su cocina con una lámpara y dos vasos; el fogón lo construyó Santiago, y ambos utilizan un mismo medio de transporte. (Fotografías de Ana Solórzano)

Isabel, bióloga de profesión, compartió que inicialmente pensaba que sus conocimientos académicos le servirían para comprender el funcionamiento de la naturaleza. Sin embargo, se percató de que, en realidad, necesitaba aprender todo a través de la experiencia directa. Con el paso del tiempo ha podido tener un mayor entendimiento de la siembra e incluso tiene una conexión profunda con los ciclos de vida de sus animalitos.

¿Cuál fue el momento más difícil de esos dos años? Porque me imagino que incluso pasaron hambre, les pregunté con curiosidad.

“Es que la verdad sí fueron muchos. Incluso estuvimos a punto de salir corriendo. El agua aquí es abundante, eso sí. Experimentamos más bien hambre emocional, ya que la comida no nos faltó. Pero no es lo mismo ir a recoger hongos al bosque y que esa sea la comida, cuando lo que te están ofreciendo son tlacoyos o hamburguesitas, unas carnitas, pan. O sea, sí comíamos, porque había gente que nos traía la comida y no podíamos decidir qué comer” comentó Isabel.

Isabel conversando en la sala de su casa. Y en la imagen de al lado, un retrato de Isabel hecho por Santiago. (Fotografías de Ana Solórzano)

En medio de todo eso, muchos milagros en sus vidas les ayudaron a reafirmar su camino. Descubrieron la magia en los pequeños detalles, desde la naturaleza cambiante hasta las interacciones con desconocidos que se convirtieron en mensajeros de aliento. Mientras iban hablando pude darme cuenta de lo que habían construido, el calor del hogar era precisamente su presencia, ellos habitan el espacio con su energía y la de sus perros, sus gallinas, sus patos y pollitos.

Isabel es la presencia materna, da calor con sus atenciones, con su comida y su sonrisa. Toda la conversación se me pasó de volada mientras disfrutaba unos tlacoyos calentados al fogón, calabacitas con jitomate, y frijoles con arroz hechos por ella, claro que no podía faltar el café veracruzano y un ponche caliente.

Isa lavando trastes. (Fotografía de Ana Solórzano)

Su riqueza se refleja en su interior y en la alegría con la que viven, creando su propio camino. “Naces, creces y te enseñan un sistema, te guste o no te guste. Lo conoces y, si te guías por ese sistema, sabes más o menos qué onda. Pero a la hora de salir, no hay ruta, no hay destino, no hay reglas. Se acabó el guion, entonces uno ya tiene que improvisar. Ahí es donde te cae el peso de la responsabilidad de tu propia vida”, Santiago iba diciendo con brillo en sus ojos.

“Ay, canijo. Ahora ya no culpo al gobierno, ya no culpo a la iglesia. Ya no culpo a mis papás, ya no culpo al dinero, ya no culpo a mi jefe, ya no culpo a nadie. O sea, ya solo me queda que si no me va bien o mal es por algo que yo estoy haciendo” aseguró Isabel con satisfacción.

La habitación de Santi e Isa. (Fotografía de Ana Solórzano)

En su refugio el tiempo parece detenerse, se abre un dimensión habitada por la verdadera abundancia, por la plenitud de la libertad. La lección más preciada que me dejaron Isabel y Santiago es que, al dejar ir las limitaciones autoimpuestas, se abre un espacio, hay un eco de valentía, hay un recordatorio de que la verdadera riqueza reside en la conexión con uno mismo para redefinir aquello que todos anhelamos en el fondo. ¿Y tú, te animarías a seguir sus pasos y abrazar tu propio estilo de vida?

Apuntes de su recámara.  Fotografía de Ana Solórzano
Ana Solórzano
Ana Solórzano
(Guanajuato, Gto. 1993) Bióloga egresada de la Universidad Autónoma Metropolitana, Campus Xochimilco. Promotora del cuidado del agua y la conservación de la naturaleza, a través de los medios de comunicación y proyectos comunitarios. Su principal motivación profesional es desarrollar estrategias sustentables para la conservación del agua.
spot_img
Artículos relacionados
spot_img

Populares