Al verlo caminando por la calle parece un transeúnte más de tantos que circulan por la ciudad cada día, aunque quienes conocen su historia saben que no es alguien común, al contrario, siempre ha sido un gran rebelde que ha vencido todos los “no puede” que se han querido instalar en su vida.
A veces, también es posible verlo sentado en una banca cerca del Barrio de San Clemente. Siempre con la correa de su mochila cruzando su pecho, como los revolucionarios. Y es que sí, es un luchador que de forma natural abre caminos para quienes van detrás de él, inspira, cautiva con su arte. ¿Cómo lo logra? Simplemente haciendo aquello que le apasiona más y en lo que es un experto: la pintura.
Solo que a diferencia de otros pintores, él pinta con los pies. José Gerardo Uribe Aguayo vino al mundo un 16 de marzo de 1963. Nació en la cuna de la Independencia: Dolores Hidalgo. Juan Manuel Uribe y Rosa María Aguayo lo recibieron con amor, nunca hicieron una diferencia entre él y sus hermanos ―es el quinto hermano de un total de ocho―. A pesar de haber nacido sin brazos y con deformidad en sus piernas creció disfrutando su infancia sin límites para la diversión. Era un líder nato que organizaba a los demás niños para los juegos animándolos a hacer lo que él no podía y disfrutándolo así a través de ellos.
Como suele suceder, nadie pensaba que podría caminar, ser independiente, escribir como los demás niños, y mucho menos que algún día sería capaz de pintar con excelencia y talento. Esto jamás fue una barrera para él, al contrario, siempre contó con la ayuda de los miembros de su familia para encontrar soluciones a las imposibilidades, y poco a poco fue venciendo una a una esas barreras que muchos aseguraban que nunca podría derribar.
Fue así como a los seis años logró caminar sin ayuda aunque las caídas persistían, pero igual se levantaba y volvía al ataque. Pero… ¿sería capaz de escribir… de asistir a la escuela como sus hermanos y los demás niños? Su padre jamás lo dudó, y por eso lo enseñó a tomar el lápiz con el pie izquierdo y esto fue el principio de una vida llena de esfuerzo, sí, pero también de grandes logros y satisfacciones.
No sólo ingresó a la escuela como los demás niños, sino que gracias precisamente a sus limitaciones y motivado por las ganas de jugar todas esas carencias fueron las que lo ayudaron a ser cada vez más independiente. Desde muy pequeño comprendió que depender de otros implicaba también ceder su libertad. Y no estaba dispuesto a ello.
Al terminar la primaria ya era un experto dibujante con el pie lo que despertó la atención de muchas personas, entre ellas, la esposa del gobernador de aquel tiempo, que lo ayudó para que lo atendieran en el Instituto Mexicano de Rehabilitación y pudiera tener brazos mecánicos. El resultado no sería como esperaban porque Gerardo más que apoyado se sentía limitado en sus movimientos con aquellos brazos y prefirió continuar como hasta entonces, con esa forma de vida natural y libre, sin obstáculos.
Era aún adolescente cuando comenzó a pintar con acuarelas en el taller de gobelinos de la Escuela Secundaria. La estancia en el Instituto Mexicano de Rehabilitación hizo que en su mente surgieran muchas interrogantes a las que buscaba respuestas cuestionándose todo aquello que no podía comprender, por lo que cuando llegó el momento de elegir una carrera no lo dudó y entró a la Facultad de Filosofía y Letras en la Ciudad de Guanajuato, a pesar de que hacerlo implicaba no tener la seguridad del apoyo familiar para desplazarse de un lado a otro para asistir a la Universidad por las tardes y a clases de pintura en la Casa de Cultura Municipal en las mañanas. Hoy, Gerardo Uribe es licenciado y maestro en filosofía.
En 1986, ya graduado, se hace acreedor al Premio Nacional de la Juventud por lo que fue recibido en Los Pinos por el presidente Miguel de la Madrid, quien se levantó de su lugar junto con los asistentes al evento para aplaudirle reconociendo así su gran talento.
Siguió estudiando y perfeccionando el dibujo de la figura humana, óleo, encausto y temple. Se desempeñó como maestro en una Escuela Secundaria en Dolores Hidalgo lo cual no ayudó a resolver su situación económica porque el pago por las clases era muy bajo y el interés de los alumnos por aprender no existía, lo cual fue para él una enorme decepción. Por lo que animado por Demetrio Herrera Olivares, envío una muestra de su trabajo a la Asociación Internacional de Pintores sin Manos, al ser nombrado becario de la Asociación pudo al fin dedicarse al cien por ciento a la pintura y a seguir perfeccionando su técnica a través de las enseñanzas de grandes maestros de esa época como Jorge Rocha, Jorge Vázquez, Luis Nishizawa, Douglas Dawson, Nicolás Moreno y Patricia Van Vloten. Además de asistir a diversos cursos en la Universidad Complutense y en el Círculo de Bellas Artes en Madrid.
El maestro José Gerardo Uribe Aguayo jamás ha dejado de estudiar, de ser autodidacta y de reflexionar y aprender de otros artistas en exposiciones y museos.
Él sabe que el arte es una de las grandes esperanzas que como humanidad tenemos para sensibilizarnos y aprender, por lo que se ha esmerado en encontrar un estilo propio y en darle un valor estético más sólido a sus obras sin dejar a un lado su instrucción universitaria pues de igual manera ha dictado conferencias y publicado trabajos de investigación en torno a los temas de filosofía y estética.
Sin duda, el apoyo de la asociación ha sido clave en el desempeño y la vida del maestro que hoy cuenta con grandes distinciones entre las que por supuesto no podía faltar la de Ciudadano Dolorense Distinguido. Premios, nombramientos, exposiciones locales, nacionales e internacionales demuestran que ese “nunca podrá” que al inicio de su vida se esforzaba por marcarlo nada pudo contra ese empeño, perseverancia y algo que fue y sigue siendo la diferencia de todo: el apoyo que una Institución como la Asociación de Pintores con la Boca y con el Pie le otorgó abriéndole las puertas del mundo para conquistar aquello que él siempre persiguió: independencia.
La historia, la vida, la obra del maestro José Gerardo Uribe Aguayo merece ser conocida, reconocida y difundida. Nunca, como en él, la cultura guanajuatense se erige orgullosa, digna y amorosa como esa madre que observa cada trazo, pincelazo y color vivo o difuminado a través de esos pies expertos, talentosos y llenos de posibilidades.