domingo, septiembre 8, 2024
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HACE 110 AÑOS RENACIÓ EL TEMPLO MAYOR

Entre mayo y junio de 1914, es decir hace 110 años, el rumbo del estudio y conocimiento del México de ayer tomó un curso tan inesperado como sorprendente, gracias a la visión y curiosidad científica de Manuel Gamio Martínez (1883-1960), antropólogo, arqueólogo e indigenista mexicano bien llamado por el mundo “Padre de la antropología moderna”.

De acuerdo con los especialistas, las fuentes históricas indicaban que debajo del cruce de las calles de Santa Teresa (hoy Guatemala) y Seminario se encontraban los vestigios del Templo Mayor de México-Tenochtitlan. Convencido de ello, Gamio estuvo atento a la excavación que se hacía en ese predio con motivo de la demolición de una vieja vivienda.

Su sorpresa fue mayúscula cuando en mayo de 1914 asomaron los restos de un edificio prehispánico que a todas luces parecían corresponder al principal edificio religioso de los tenochcas y así, hace 110 años, salieron a la luz los primeros vestigios arqueológicos de este espacio ceremonial, centro de la vida religiosa, política y social del pueblo mexica.

Manuel Gamio se dedicó a la arqueología, la antropología y el estudio de nuestra historia social. Esa dedicación lo llevó a encontrar los primeros vestigios arqueológicos de las edificaciones prehispánicas (en la imagen del centro, acompañado probablemente de sus asistentes). Su busto parece observar atento al Templo Mayor.

Gamio puso atención en la excavación porque tal vez ahí estaba la antigua edificación mexica. Su intuición se basaba en las fuentes históricas. Las obras de fray Diego Durán (1537-1588) y Hernando de Alvarado (1525-1610) indicaban que en el siglo XVI el Templo Mayor estaba bajo los solares de la casa del conquistador Alonso de Ávila.

Por su parte, el historiador Alfredo Chavero y el arqueólogo inglés Alfred Maudslay, a finales del siglo XIX, señalaron que el Templo Mayor debía estar en el cruce virtual que formaban las dos calzadas que unían a la ciudad de Tenochtitlan con tierra firme: La de Iztapalapa, que hoy es la avenida Pino Suárez, y la de Tlacopan, actual calle de Tacuba.

Al empezar la excavación, afloraron vestigios prehispánicos que parecían corresponder a una construcción importante. Por los elementos que pronto aparecieron, como una cabeza de serpiente en la parte baja del basamento del edificio, y un gran muro decorado con cráneos de piedra, Gamio aseguró: “Son restos del templo de Tláloc y Huitzilopochtli”.

El lugar se conservó como zona arqueológica y después se creó un museo etnográfico. En los años cincuenta del siglo XX se colocó una maqueta hipotética de ese lugar sagrado, hecha por el arquitecto Ignacio Marquina, y se mantuvo hasta que en 1978, con el hallazgo de la diosa Coyolxauhqui, comenzó la gran excavación del Templo Mayor, entre 1978 y 1982.

Aspectos del amplio e imponente Templo Mayor de la Ciudad de México. (Fotografías de Juan Carlos Castellanos)

Desde entonces, la investigación ha arrojado mucha información, particularmente en las primeras excavaciones coordinadas por el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma. Se excavaron el área completa del Templo Mayor y varios edificios aledaños, por lo que hoy la bibliografía al respecto es copiosa, lo que ayuda a comprender esa zona arqueológica.

Quienes visitan el Templo Mayor no dejan de admirar la obra monumental iniciada por Manuel Gamio (1833-1960). En el lado norte del Templo Mayor está un busto con la imagen del maestro, y el catálogo sobre la efeméride centenaria es un rico documento recurrente para especialistas, estudiantes, público en general y curiosos que lo visitan.

Gamio fue el primero en aplicar en el país la técnica estratigráfica de excavación, la cual permite diferenciar las capas o estratos de tierra, roca y objetos que se van depositando a lo largo del tiempo. Los resultados fueron de gran importancia, pues pusieron en claro la secuencia cronológica de las culturas preclásicas, teotihuacana, y mexica en la cuenca de México.

En 1913, ese arqueólogo, indigenista y antropólogo mexicano realizó las excavaciones, ya con metodología profesional en la materia, en el cruce de la entonces calle de Santa Teresa y Seminario, encontrando la esquina sudoeste del Templo Mayor y otros detalles del inmueble prehispánico. El aporte principal de sus hallazgos consistió en aclarar la ubicación y orientación del Templo Mayor.

Un Tzompantli, altar donde se colocaba públicamente un conjunto de cráneos con el fin de honrar a los dioses, da la bienvenida en el Museo del Templo Mayor. (Fotografía de Juan Carlos Castellanos)

En el lugar se exponen un fragmento de banqueta policroma con guerreros en procesión en relieve, estudiada por Hermann Beyer, especialista alemán, quien tituló a esta pieza “La procesión de los señores”. También, la cabeza de diorita de la diosa Coyolxauhqui, hallada en el siglo XIX, la cual había sido removida de su lugar pero que sin duda era parte del discurso escultórico del sitio.

Se incluyen unos planos del siglo XVI del Archivo General de Indias (Sevilla, España) que representan la Plaza Central de la Ciudad de México y el área que ocupaba el Templo Mayor, mostrando cómo lucía la ciudad virreinal, y, además, objetos personales de Manuel Gamio. Son piezas que transportan al espectador al tiempo antes de la Conquista.

Se presentan documentos de la época en que Manuel Gamio estudió en el Palacio de Minería, porque primero quería ser ingeniero de minas, pero posteriormente se interesó en la arqueología, por lo que se fue dos años a la Universidad de Columbia, Nueva York. A su regreso, se le nombró Inspector de Monumentos. Luego vino lo del Templo Mayor.

Juan Carlos Castellanos
Juan Carlos Castellanos
Juan Carlos Castellanos C., es periodista con más de 40 años de experiencia en temas culturales. Entre otros muchos, ha merecido el Premio Internacional de Periodismo “Ludwig Von Mises” de las Naciones Unidas y su labor como reportero ha sido antologada en diversos libros y revistas.
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