domingo, septiembre 8, 2024
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LOS SUEÑOS DE MARTHA… PERSEVERANCIA, FUEGO Y CONVICCIÓN.

Martha Nictéha Gutiérrez Morales tiene 26 años y un hijo de 10. Es barista, y forma parte del Heroico Cuerpo de Bomberos Voluntarios en Guanajuato, en la estación de Pozuelos.

“Tuve varias situaciones familiares que me motivaron a querer ayudar a las personas, porque hubo una vez en que mi abuelita tuvo una fractura de cadera y nadie en la familia supo qué hacer, terminaron lastimándola más. En otra ocasión mi pareja tuvo un accidente, me avisaron y cuando llegué tampoco supe qué hacer. Me dije que necesitaba aprender. Ahí fue que decidí ser paramédico”.

Sin embargo, el camino para la consecución de su sueño ha sido largo, porque no es fácil abrirse paso en la vida habiendo sido madre desde los 16 años. Martha es una mamá cariñosa, responsable y atenta a las necesidades de su niño.

“Hasta ahora no he podido cumplir mi sueño, por un lado por falta de tiempo: mi hijo, mis padres, el trabajo, mi pareja; por otra parte, la Academia de Bomberos es gratis, pero no el CECATEM, que es la Academia de Paramédicos. Necesito ahorrar, pero aunque lo intento nunca falta que se enferma el niño, que me enfermo yo, que necesita ropa… y hay que sacar de lo ahorrado para completar”.

Martha Nictéha Gutiérrez Morales es barista, forma parte del Heroico Cuerpo de Bomberos Voluntarios en Guanajuato, en la estación de Pozuelos, y su historia de vida se pinta sola.

Al ver las piedras en el camino, decidió tomar senderos amigos mientras llega el momento adecuado para alcanzar su meta: “En Facebook vi la convocatoria para ingresar como bombero forestal. Les escribí y les dije que deseaba ser bombero, pero no tenía conocimientos de nada. Me dijeron que no importaba. El bombero Christian, me dio la bienvenida, me dijo que con ellos iba a aprender y me pidió que consiguiera mi casco, entre otras cosas. Muy emocionada me puse a juntar lo que me habían pedido. Cuando mis papás llegaron me encontraron preparando mis cosas, les dije que me iba para ser bombero. Mi papá me dijo que esa era una vida muy dura, le dije que no me importaba, que yo quería ayudar a la gente. Aunque no sabía a lo que me enfrentaba, porque en realidad ser bombero forestal es muy diferente”.

Al ver que su campo de acción era la sierra, se sorprendió, porque lo que ella deseaba era apagar incendios en estructuras.

“Cuando fui al cerro a mi primera práctica me dijeron que iban a enseñarme a hacer brechas, líneas, a quemar, a cubrir, a llenar… Pero yo lo que quería era andar en las casas apagando incendios, quería otro tipo de acción, pero después le empecé a agarrar gusto, aprendí santo y seña de las plantas, y acciones preventivas para incendios forestales, lo cual era muy interesante y me gustó”.

Pero su sueño a pesar de todo estaba ligado a otro mundo, similar, pero al fin y al cabo, otro.

“Cuando teníamos las reuniones, que son en las instalaciones de Bomberos en Pozuelos, yo veía cómo se alistaban en cuanto sonaba la chicharra, y pensaba que eso quería yo. Pregunté que cuándo me tocaría irme para allá, y me dijeron que para eso estaba la Academia, tenía que ingresar a ella. Ya tenía como un año aproximadamente con los bomberos forestales cuando en Santa Teresa, rumbo a Cuevas, a unos viejitos se les quemó su casa, se les cayó por completo. Así que nos pusimos de acuerdo, nos repartimos lo que le tocaba a cada quien conseguir. Me emocionó mucho ver esa unión. Los bomberos llevaron las láminas, les armamos una despensa, les conseguimos ropa y muebles. Era domingo, no tenía con quien dejar a mi hijo, así que pedí permiso para llevarlo. Estaba bien emocionado. Lo enseñaron a quemar las ramas secas para evitar nuevos peligros antes de reconstruir. Lo vi tan feliz que me motivé más”.

El peligro, esa línea constante sobre la que hacen equilibrios estos héroes anónimos los ayuda a ver la vida de forma distinta, el hacer y dar los transforma, los une.

“Un día, fuimos a un campamento a la Presa de Peralillo para hacer brechas. Luego preparamos carne asada. Me gustó mucho. Eso fue en noviembre, y en diciembre salió la convocatoria para la Academia de Bomberos. Hice un examen físico y otro psicológico, me dijeron que el siguiente miércoles me hablarían, si es que resultaba seleccionada. Se llegó el miércoles y nada. Me empecé a poner triste. Incluso hablé para preguntar y me contestaron que aún estaban seleccionando. Pensé que no lo había logrado. Nunca me llamaron, pero en la madrugada me metieron a un grupo en whatsapp, y así comencé. ¡Ya era parte del equipo de bomberos voluntarios!”.

Ahora había que acomodar la nueva situación a su mundo, y hacer que todo se acoplara: trabajo, hijo, padres, pareja…

“Hablé en el café para pedir libres los sábados, les expliqué que me iba a meter a los bomberos. Me dieron la oportunidad de descansar ese día. Comencé mis guardias los martes, me voy saliendo de trabajar, llego ahí a las 3 y a las 12 de la noche me voy a casa”.

Una mujer bombera… ¿cómo se acomoda ese rol en un mundo como el nuestro? Para Martha, todo cabe, todo es posible, y lo demuestra día con día. Y así, hay momentos en que ella es simplemente una mujer, solo que con botas en vez de zapatillas y saco en lugar de vestido de princesa…

“A veces me pasan cosas muy chistosas. Como las botas que me dieron y que son donadas, no hay de mi número, me quedan muy grandes, así que cuando subo por los callejones se me van saliendo, y cuando corro no sé qué parezco, voy dando tumbos… Cuando hace mucho calor es mucho más pesado todo. Hace poco tuvimos una práctica de mangueras y ya estaba llorando de lo cansada que me sentía, porque es muy pesado también.”

Esa mujer bombero tan grande y generosa como su traje, también es mamá…

“Una vez me tocó atender una fuga de gas en casa de un amigo de mi hijo, así que al día siguiente, cuando llegó a la escuela su compañero le contó que yo había estado en su casa resolviendo una fuga, mi hijo se emocionó mucho. En la celebración del día del niño también me lo llevé, estaba feliz. Siempre que hay eventos me los llevo a él y a mi pareja. Mi hijo dice que se quiere aventar por el tubo, que quiere ser bombero. Cuando puedo lo llevo conmigo, pero obviamente es imposible cuando estoy en servicio, entonces solo le llamo para ver cómo está”.

Martha es hija también…

“La ventaja que tengo es que mi familia me apoya. Mi papá un día me preguntó que si estaba segura de que era el camino que deseaba seguir, porque me veía que estaba haciendo un gran gasto en esto, le dije que sí, pero como que no me creía mucho… entonces me dijo que me daría un apoyo para mis uniformes, pues no todo lo cubre bomberos. Se lo agradecí mucho. Creo que ellos se han emocionado mucho porque me ven contenta haciendo esto. Mi madre también me ayuda mucho con mi hijo para que yo pueda realizarme, sin ella no me sería posible”.

Pero además de ser mujer, madre, pareja e hija, también es un ser humano:

“El martes pasado me tocó algo muy fuerte. Nos llegó el reporte de un niño que desapareció en el río. Llegamos y estábamos en la búsqueda. Finalmente, por desgracia, lo encontramos. El río lo arrastró. No quería verlo, trataba de mirar a otro lado mientras hacíamos las maniobras de rescate del cuerpo. Pero cuando lo sacaron lo pusieron a mis pies. No pude evitar verlo, me tuve que aguantar porque eso es parte del profesionalismo. En cuanto me fue posible le llamé a mi hijo, me contestó muy contento, me dijo que estaba jugando y ahí empecé a llorar, ya no pude parar. Toda la noche lloré. Hablaron conmigo y me dijeron que eso no era nada en comparación con todo lo que me falta ver, me dijeron que tenía que echarle ganas, que debía ser fuerte… pero, vi a mi hijo en aquel niño”.

El heroico cuerpo de bomberos voluntarios está conformado por 133 elementos, de los cuales, cerca de 30 son mujeres.

“En los bomberos he vivido experiencias muy bonitas. El ambiente es muy familiar, comemos como en casa, todos juntos, compartimos lo que llevamos y nos unimos. Todos los hombres son muy respetuosos, algunos hombres y mujeres son pareja y ahí han visto crecer a sus hijos, incluso a sus nietos. Desde un inicio te dicen que es como tu casa, puedes sentirte a gusto pero también debes respetarla. Me gustan mucho las colectas, el espíritu de solidaridad que te fomentan, te dicen que tienes que ir a ayudar a los demás como si fueran de tu familia. Eso es lo que más me motiva, porque pienso que si yo estoy lejos y algo le pasa a mi familia estará alguien cerca que les eche la mano como si fuera yo misma”.

En vista de lo que ha experimentado en su vivir, asegura Martha Nictéha, “aún así le diría a las mujeres que todo es posible, sólo hay que organizarse, todo se puede, las cosas se hablan y se resuelven”.

Martha no pierde vista que su sueño real es ser paramédico, así que mientras ese tiempo llega, ella aprende cada día a mejorar en todos los aspectos, se da a los demás.

“Los bomberos son muy nobles. Siempre ayudan sin pedir nada a cambio. En la vida he enfrentado muchas cosas, aún así le diría a las mujeres que todo es posible, sólo hay que organizarse, todo se puede, las cosas se hablan y se resuelven. Que no se les cierre el mundo, querer es poder”.

Así que si un día te topas con un bombero de traje muy holgado al que se le caen las botas mientras sube corriendo un callejón, es posible que sea la heroica Martha Nictéha Gutiérrez Morales… que persigue sus sueños sin descanso. Porque no es sencillo lograr que un hijo vea a su madre con tanta admiración y diga con orgullo “Ella es mi mamá, y yo, quiero ser como ella”.

Elena Ortiz Muñiz
Elena Ortiz Muñiz
Elena Ortiz Muñiz es licenciada en Ciencias de la Comunicación, escritora, editora en Pacholabra Ediciones. Fundadora de los proyectos Alas para niños y jóvenes escritores y Manos en Vuelo.
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