La consideran su “ángel de la guarda” que llegó en 2009 de Nueva York para “vivir a plenitud” su jubilación y para aprender español en la ciudad llamada también “Cuévano”. Acá se quedó y habría de ser la impulsora de la creación —en 2013— de la Compañía Ópera Guanajuato, una agrupación independiente sin fines de lucro.
La ciudad fue elegida prácticamente al azar y, al estar en ella, se enamoró de callejones, gente y ambiente. Mientras aprendía español conoció la cultura y a los habitantes de la ciudad. Así lo explica:
—Llegué amando mucho a la ópera y al canto. Me di cuenta de que había mucho talento aquí y muy poca oportunidad para los cantantes y decidí hacer algo.
Comprobó que en la ciudad había artistas de la música de gran calidad, pero le faltaba algo: la ópera.
Ella había sido cantante y maestra de canto en la Universidad de Nueva York —”de otro país”, aclara, “porque NY no es Estados Unidos, es otro país”—. Hizo equipo con la gente de la ciudad. Evoca:
—Canté. No era una cantante súper importante, pero canté en compañías más pequeñas en Nueva York y en coros profesionales allá; a veces de solista, a veces de corista. Siempre me gustó la ópera, pero también el teatro y también los idiomas y también hacer vestuario.
Así, una neoyorkina, cantante de ópera y maestra jubilada, sentó raíces en una ciudad muchísimo más pequeña, donde no sólo aglutinó a cantantes: comenzó a dar clases a grupos de niños y adolescentes en lugares que le facilitaban por agrupaciones civiles. No cobraba y enfrentaba la desconfianza de la burocracia de la cultura y de medios de comunicación.
Su trabajo dio frutos y en 2013 montó su primera ópera en Guanajuato: Amahl y los Visitantes Nocturnos de Giancarlo Menoti, escenificada en el Teatro Principal.
Los cantantes que ella formó y con apoyo de músicos de la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Guanajuato, dirigidos por Iván López Reynoso, quien aún era estudiante, conformó un grupo con dos características: escenificar las grandes obras clásicas de la ópera y presentarlas también a la gente común, en plazas, calles y mercados.
Con el estímulo de Kate, el grupo ha puesto en escena óperas completas, con vestuario y orquesta: La Flauta Mágica, de Mozart; La Coronación de Popea, de Claudio Monteverdi; Dido y Eneas, de Henry Purcell; y La Hija del Regimiento, de Gaetano Donizeti.
Kate precisa:
—Hacemos producciones e intentamos becar y ayudar a cantantes del estado de Guanajuato para que puedan avanzar algo en sus carreras. Me gusta todo lo que involucra una producción para crear magia.
—¿Qué te han dado la ciudad y Ópera Guanajuato?
—Quiero pensar que muchos de ellos cantan, pero también dan clases; ellos ayudan a la próxima generación a avanzar. Mi mantra es: “si has recibido algo, dalo a la próxima persona que necesita, que sea una puerta para la próxima generación a ayudar”.
Para ella es fundamental educar y formar a los niños en el gusto y la ejecución de la música:
—Amo a Guanajuato y estoy muy contenta, tengo mucho amor y respeto por los cantantes y músicos que han trabajado con nosotros.
Por eso Kate dirige dos coros: uno infantil y el de adultos. Con éste último ha participado en las sinfonías 1 y 2 de Shostakovich, y en la 8ª. Sinfonía de Mahler, junto con la OSUG.
Y relata otra satisfacción: presentarse en escenarios de lujo como el Teatro Juárez o el Teatro del Bicentenario, pero también en la Plaza del Baratillo y en el Mercado Hidalgo, donde ha podido demostrar que “la música es para todos”.
En los últimos años, ella ha montado espectáculos de ópera con talentos que ella misma ha formado. Y la gratitud estuvo en las voces y música de quienes conforman la compañía, en reunión que aglutinó a un equipo de gran calidad: Margarita Martínez, Cristina Delgado, Luis Xa Santiago, Said Medellín, Marisol Orozco, Misael Corralejo, Zaira Pereba, Pablo Fragoso, Liliana Medrano, Carlos de Anda, Chintia Franco y Efraín Corralejo, intérprete de las óperas de Dallas, Minnesota, Austin, y Bellas Artes.
Así, las y los integrantes de la Compañía Opera Guanajuato rindieron homenaje a su “ángel de la guarda”, con un programa con escenas de obras de Mozart, Rossini, Verdi, Offenbach y Pietro Mascagni.
Fue un homenaje sencillo, en un espacio independiente —el museo Gene Byron—, sin la burocracia cultural. Para honrarla acudieron cantantes que ya trabajan en otras partes de la república, en Estados Unidos y en Francia, para decirle: “eres nuestra protectora, nuestra guía”.
Cuando se limpió las lágrimas brotadas con la emoción, así lo agradeció Kate Burt: “Cada quién ha traído su talento y su dedicación para trabajar en conjunto para crear algo bello en una vida que a veces sufrimos, que a veces es muy fea y necesitamos algo bello; por eso hacemos la música”.