Discípula de grandes, gran formadora; aprende cuando enseña.
Marta García Renart entrecruza esas manos de crean música y afirma que todos tenemos una sensibilidad y talento para el arte. Todo es cuestión de formarse —afirma— y en ello los primeros maestros y el aprendizaje desde la niñez juegan un papel importante.
Nació en Ciudad de México en 1942. Es pianista, compositora y docente. Su formación está sustentada con becas obtenidas en México y el extranjero para prepararse en el país y fuera de él.
Ha participado en numerosos festivales y por décadas ha sido un referente del arte musical en el Bajío con sus participaciones en el Festival Internacional Cervantino o el de Música Nueva “Manuel Enríquez”, así como en escenarios de Guanajuato y Querétaro.
Fue pianista en Residencia del Festival de Música de Cámara de San Miguel de Allende de 1985 a 2005, tocando con los cuartetos Fine Arts, Manhattan, Lark, Ying, y el Cuarteto Latinoamericano. Ha dado recitales con el violinista uruguayo Jorge Risi y con su hermano, el violonchelista Luis García Renart.
Todo ese talento y reconocimiento tiene un origen: empezó a tocar piano a los seis años. Por eso la pregunta:
—¿Qué significa haber tenido la experiencia de estar con grandes maestros y maestras de piano?
—Es muy importante quién fue el primer maestro. Ahí nos damos cuenta que queremos la profesión. Mi primera maestra fue Elizabeth Hartmann y mi tía siempre estuvo conmigo cuando yo estudiaba. Y eso fue estudiar diario.
—Esto habla de las escuelas de formación musical. Muchas veces son las escuelas municipales o las Casas de Cultura las que despiertan esa vocación —se le comenta.
—Siempre piensan en los maestros grandes —afirma—, pero es muy importante primero el maestro de kínder, para que tengamos ganas de llegar a ser estrellas.
—La escuela y después, quizá, en algún espacio municipal y de ahí se forja la carrera —se le comenta.
Ella asiente con la cabeza.
La estudiante y ejecutante
Pasada esa etapa de formación inicial y el despertar de su vocación por la música y el piano, Marta García Renart realizó estudios de ejecución con los maestros Francisco Agea y Baltasar Samper y teoría con el maestro Pedro Michaca. Más tarde fue alumna del destacado pianista francés Bernard Flavigny, y a principios de los años sesenta ganó una beca para ingresar en el famoso Instituto Curtis de Filadelfia, bajo la guía del pianista Rudolf Serkin y la maestra Eleanor Sokoloff. Estudió dirección, análisis y composición en el Mannes College de Nueva York, con Carl Schachter.
Durante 11 años dirigió la masa coral del Orfeo Catalá en la ciudad de México. Forma parte del Trío Sagitario. Su quehacer de compositora incluye obras diversas, enfocadas a la intimidad de la voz, del piano y de música de cámara. Su repertorio de pianista es amplio y variado con predilección por la música mexicana contemporánea. En su disco LUZAM rescata un repertorio del siglo XIX y principios del XX, que amplía notablemente el panorama de los compositores nacionales de música de salón.
Es también una consumada intérprete de clásicos como Johann Sebastian Bach, Haydn, Debussy, Béla Bartók y otros; así como de creadores mexicanos como Manuel M. Ponce, de quienes ejecuta sus más complejas obras.
Prefiere a autores mexicanos, especialmente a los contemporáneos.
La formadora
Sus manos y dedos son de un vigor inusitado, contrastantes con su frágil figura:
—En la transmisión de su concierto hice acercamientos a sus manos y son de una flexibilidad y de un gran dominio del teclado; ¿esto cómo se logra?
Hace una pausa muy breve y responde:
—Sabiendo siempre lo que uno quiere hacer. Yo siempre digo que hay una sabiduría cuando nacemos, pero que se va perdiendo. Todos empezamos sin saber caminar y nadie nos enseña cómo hacerlo, pero es nuestro tesón el que nos lleva a caminar. Y poco a poco nos vamos volviendo fuertes.
Muestra sus manos y mueve sus dedos y añade:
—Siempre digo que tienes diez personajes y hay que poner el cerebro a moverlos; no dejarlo a los dedos, sino el poder que uno tiene —se lleva las manos al pecho— y qué tiene —lleva las manos a la cabeza— y se imagina —se señala las sienes en referencia al cerebro— el poder de lo que deben decir.
La pianista estuvo en Guanajuato para deleitar a quienes conocen su calidad y ser apapachada especialmente por quienes se formaron también con ella. Por eso se le hace el comentario:
—Durante el concierto que brindó, vimos gente que la admira, que la respeta mucho. Usted los formó. Usted es formadora de pianistas.
—Pues sí soy maestra —lo dice con satisfacción y orgullo—. Me gusta compartir lo que siempre estoy aprendiendo. Aprendo mucho de mis alumnos porque todos somos diferentes y cada quien tiene una problemática distinta y entonces hay que enfocarse en cómo resolverla: mis manos son chiquitas, tus manos son grandes; eso no importa, lo que importa es qué se hace con lo que uno tiene.
Y en efecto: en San Miguel de Allende, Ciudad de México, Celaya y otras ciudades donde ha dado clases, se le reconoce su aportación como formadora.
Su filosofía
Y una pregunta para saber algo de su filosofía de vida:
—¿El ser humano tiene en sus genes la música o sólo es cuestión de desarrollarla o todo es meramente formación?
—Yo creo que todos tenemos algo artístico cuando nacemos: para pintar, para escribir, para la música; pero la música está en todos lados, entonces yo creo que sí.
Posa con sus manos al frente y luego el momento del reconocimiento con fotos y selfies con quienes la admiran y con quienes con ella se formaron.
Una maestra que aprende enseñando a sus discípulos.