Niños y niñas de la escuela primaria “Luis González Obregón” integran una histórica agrupación.
La ansiedad y el aburrimiento a veces les ganaba. Colocados en uno de los pasillos de acceso al viejo Salón del Pleno del edificio que fue primero sede de los tres poderes del estado y que ahora es un museo, esperaban la oportunidad para mostrar su talento.
Era la Banda de Guerra de la Escuela Primaria “Luis González Obregón”, una de las más prestigiadas de la ciudad, a donde llevan a niños de todas clases sociales de todos los rumbos del municipio, por encima de la disposición de la Secretaría de Educación de Guanajuato (SEG) de que deben acudir al plantel más cercano a sus casas.
Niños y niñas con estaturas diversas, desde los más pequeñines, del primer grado, hasta quienes ya asoman rasgos de adolescencia, del sexto grado. Junto a ellos, su mentor en las aulas y en la música, el profe Ramón, el director y formador del grupo.
Les faltó su uniforme de Banda, aclaraba una de las docentes que los custodiaban. Es un acto cívico, que conmemora que a Guanajuato se le otorgó el título de ciudad y que luego fue declarada Patrimonio de la Humanidad.
Eso conformó a la mujer, que quería verlos con sus mejores galas para la música. El uniforme escolar, impecable, con el escudo del plantel y las siglas del mismo, no demeritaba para la ocasión.
El profe Ramón esperaba la instrucción. Discursos, aplausos, nombres de personalidades y fechas históricas resonaban en el salón.
Entró la escolta de mujeres policías de la Secretaría de Seguridad Ciudadana al lugar. Gallardas y maquilladas, robaron miradas del universo de varones. Eso incluyó a varios pequeños.
Primero, honores a la bandera mexicana. Ramón Anguiano levantó la trompeta y marcó el compás: un-dos-tres-cuatro.
Sonó el instrumento y le siguieron los peques, que inflaban sus caras hasta ponerse rojas, por el esfuerzo; los tambores marcaban el ritmo con el paso redoblado.
Era el sonar que hacía recordar a la letra:
Se levanta en el mástil mi bandera,
como un sol entre céfiros y trinos;
muy adentro en el templo de mi veneración
oigo y siento contento latir mi corazón.
Tras, trum-trom-tras
Es mi bandera la enseña nacional.
Son estas notas su cántico marcial.
Desde niños sabremos venerarla
y también por su amor vivir.
Honores a la bandera, todas y todos de pie. La banda no se podía sentar, pero ya al menos entraba en acción.
Siguieron el himno nacional y luego el himno del estado de Guanajuato. Luego miraron salir a las policías y supieron que su labor estaba por concluir.
El profe Ramón los guio con paso redoblado y pasaron a la mesa de servicio donde un refresco y alguna galleta fueron su premio material: el espiritual estuvo en la admiración que despertaron en la concurrencia a la celebración.
El profe
Ramón Anguiano da clases por las mañanas y por las tardes imparte el taller de banda de guerra. Tiene 25 años como formador de niños y niñas que se integran a la agrupación. Son estudiantes de primero a sexto grado y se integran por decisión propia. Ni es parte de su currículo formativo ni la existencia de la banda es promovida o apoyada por la SEG (“con todo respeto”, lo precisa el docente).
Para formar una Banda de Guerra que oficialmente represente a la escuela, se requieren de dos a tres años de preparación. La actual tiene un promedio de dos años, pero el maestro Ramón aclara que en esos lapsos hay integrantes que entran y otros que salen.
Los de mayor experiencia respaldan a los más novatos y la trompeta principal es llevada por él. Los tamborileros más experimentados suelen ser de los grados superiores y van al centro, para acompañar a los que tienen menos práctica; atrás van las trompetas y no van por estatura: se les acomoda según las necesidades sonoras, colocados en lugares estratégicos.
Ramón Anguiano encabeza los ensayos para principiantes y fortalece a los más avanzados. Su pasión no es sólo escolar:
“Tengo más de 40 años tocando en banda de guerra de la milicia”, aclara; y añade: “mi padre también tocó en Banda de Guerra”.
Es la pasión y la disciplina que llega a nuevas generaciones, en una banda que persiste a pesar de la tecnología del siglo XXI. Si pertenecer a la Luis González Obregón es motivo de orgullo municipal, ser parte de la escolta o la banda son puntos agregados.
Almo y sacro pendón que en nuestro anhelo;
como un rayo de luz, se eleva al cielo;
inundando, a través de su lienzo tricolor,
inmortal, nuestro ser, de fervor y patrio honor.
Es mi bandera la enseña nacional.
Son estas notas su cántico marcial.
Desde niños sabremos venerarla
y también por su amor vivir.
Tras-tras-tras
¡Firmes, ya!