sábado, febrero 22, 2025
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LOS LABERINTOS DE PAULINA: BORDAR PARA NO OLVIDAR

La aguja y el hilo son portales que hacen tangibles los recuerdos que nos conectan con el quehacer de las madres y las abuelas.

Paulina fue la menor de ocho hermanos, por lo que se quedó, como dice ella, al “cuidado descuidado” de ellos. Le gustaba estar en la calle, descubriendo el mundo con inquietud. En ese tiempo tuvo clases de bordado en la primaria, pero jamás logró conectar con esta labor. “Me parecía superaburrido. Aparte, eran puntadas que no entendía. No me interesó nunca para nada, y no lo hice. Mi mamá siempre terminó haciendo las servilletas que eran su regalo para el 10 de mayo. Ella las terminaba y luego yo se las regalaba en el festival de la escuela”.  

Gracias a sus constantes entradas y salidas de ese callejón en el que se encontraba su casa, su madre comenzó a llamarla “Laberinto”. Por ello, cuando los hilos, la aguja y las telas lograron finalmente atraparla, bordó justamente eso: laberintos. 

“Me encontré con el bordado en la pandemia para superar un duelo que tenía en ese momento. Murió el primer gato que llegó a nuestra vida, se llamaba Pípila. Lo quisimos muchísimo. En terapia me dijeron que hiciera algo con mis manos para honrar su vida y su acompañamiento. Entonces, opté por el bordado; me gustó muchísimo. Debido a la pandemia no podía visitar a mi mamá, que es una adulta mayor, ahora tiene 90 años. Así que empecé a bordar laberintos”.

“El bordado es mi verdad porque me está dando y me ha dado muchísimas cosas superbellas e importantes y siento que estoy en mi lugar”, afirma Paulina Quintana.

Mi madre solía decirme que yo era un laberinto, y como en un laberinto busco entre las letras y los hilos el significado de esa frase…

“En el bordado he encontrado un lenguaje. El bordado es mi verdad porque me está dando y me ha dado muchísimas cosas superbellas e importantes y siento que estoy en mi lugar. Desde ahí acciono, articulo, me conecto con otras personas, conmigo misma. Porque bordar es tener introspección, es mirar hacia adentro también”.

A través de él, el artista se conoce, se habla, y jamás vuelve a enmudecer aun cuando esté en silencio. Fue así como para Paulina, descubrir que esta milenaria actividad fue concebida para que las mujeres mantuvieran sus manos activas en una labor que mientras más delicada fuera, más las encumbraba como perfectas esposas y amas de casa, la llevó a caminar hacia la dirección contraria, la del ser y hacer para visibilizar lo que se quiere ocultar.

“Fue muy interesante resignificar esta práctica y también conocer otras formas de hacer el bordado, por ejemplo, en la historia de la lucha de las mujeres, cómo han usado el textil para manifestarse, para exigir justicia de diferentes maneras a diferentes problemáticas sociales, las mujeres han accionado a través de los textiles, a través del bordado. Eso me fascinó, me fascinó muchísimo y empecé a bordar con este sentido holístico feminista, y fue como me interesé en el bordado, dándole este propósito”.

Como sucede cuando encontramos ese quehacer que nos transformará de raíz y cimbrará nuestro centro, si es que se tiene la valentía de no darle la espalda, las puertas se comenzaron a abrir, y así como las hebras se cruzan y entrecruzan entre los textiles, las raíces también forman una red que hacen del camino un lugar distinto.

“Cuando empecé a bordar, unas amigas que en ese tiempo trabajaban en el Instituto de la Juventud me recomendaron dar un taller de bordado con perspectiva feminista y de derechos humanos de las mujeres. A partir de ello, impartí este taller en línea, y fue muy padre. De hecho, hicimos bordados con consignas y con frases. Ahí es cuando lo veo como una posibilidad de seguir compartiendo, sobre todo, la lucha política y la historia de las mujeres. A partir de ese momento comienzo a profesionalizarme, a seguir tomando cursos. Soy una estudiante eterna, me gusta aprender. Tomé muchos talleres, y lo sigo haciendo, sigo capacitándome de alguna manera”. 

Estar en un laberinto es siempre estar buscando, es siempre estar descubriendo, sólo que dentro de estos laberintos no hay héroes ni conquistadores ni asesinos…

¿Quién pensaría que a través de una actividad tan hogareña y tan silenciosa es posible gritar puntada a puntada, poniéndole forma y color a los alaridos del tiempo, la historia y el dolor? 

“Mi amiga Sandra Estrada, que es doctora en psicología comunitaria, y es una apasionada del bordado también, y yo, a partir de estos bordados feministas, empezamos a observar y a revisar la historia de la lucha de las mujeres. Y nos encontramos con las sufragistas que bordaban sus estandartes, y a las artilleras que en Chile visibilizaron la desaparición forzada en su país. Fue muy impactante saber de las Abuelas de la Plaza de Mayo, pero, sobre todo, la lucha de Bordados por la Paz que fue un movimiento de personas bordadoras que se organizaban en las plazas públicas en el país para visibilizar los miles de desaparecidos y asesinados cuando comenzó la mal llamada guerra contra el narco fue inspirador. Atestiguar cómo es que estas personas decían: “es que no son cifras”, mientras el gobierno mencionaba las cifras de desaparecidos y asesinados. Estas personas dejan claro que se trata de personas que tienen familia, que han tenido una vida, y que faltan. Por eso, comienzan a bordar sus nombres y sus historias en las plazas públicas y de esa manera hacen estas manifestaciones pacíficas para alzar la voz”. 

Y es así como, casi de manera natural, Paulina Quintana ha enseñado lo que sabe a quienes necesitan palabras en medio de ese vacío en el que solo hay decepción y dolor. A través de Sandra Estrada y Raymundo Sandoval, encabezó un proyecto de bordado con madres buscadoras en Guanajuato.

“Con los colectivos de madres buscadoras hicimos bordados, consignas, muñecos y muñecas de sus familiares que les ayudaron a restituir los cuerpos. En Acámbaro creamos muñecos con la ropa de sus familiares y también en Irapuato, con algunos colectivos, confeccionamos las muñecas buscadoras: ellas se hicieron a sí mismas partiendo de la reflexión de cómo ha cambiado su vida luego de convertirse en buscadoras, y cómo se representan”. 

“Guanajuato, tierra de desaparecidos”, mapa bordado que en cada municipio del estado muestra las cifras de desaparecidos que parten de reportes de denuncias que se han realizado

“Pudimos cambiar la narrativa y hablar desde otro lugar, desde el derecho que tienen las personas a ser buscadas, pues resulta que ahora el buscar se ha convertido en una acción peligrosa para las buscadoras. Como una manera de sostener desde los hilos, desde la escucha, de cómo las huellas al interior de los colectivos se han fortalecido, han convivido de otra forma a través de esta práctica, todo esto con el bordado como instrumento. Pero también el bordado es como un pretexto, es una invitación a estar, a compartir, a aprender, a escucharnos. Sobre todo, es hablar de los cuidados, de tocar la tela y bordar los nombres, es resistir al olvido, es decir, están aquí y no los vamos a olvidar, los estamos buscando”.

“Mi amiga Sandra hizo el diseño de dos buscadoras el año pasado. Una tiene una pala y la otra un megáfono. Decidí bordar muchas flores alrededor de estas dos mujeres, y mientras lo hacía pensaba si era correcto plasmarlo así porque no quería romantizar su búsqueda. Fuimos a dar un taller a Irapuato, y cuando vieron el bordado, una de ellas dijo: «Mira, son como las estrellas de nuestros familiares iluminándonos en la búsqueda». Aún ahora se me corta la voz al recordarlo. En otro colectivo me dijeron que eran flores de esperanza para encontrarlos. Cuando compartimos con ellas surgen muchos los sentires y «sentipensares», son cosas que vas sintiendo en el corazón y vas reflexionando. Era mi perspectiva y su interpretación fue hermosa”. 

Tampoco vas a encontrar al monstruo incomprendido que Cortázar refería en Los Reyes, el que cuidaba y complacía a sus visitantes…

Cuando el bordado era una labor más en las tareas de casa, junto con las puntadas y las lazadas, quizás, esas mujeres reunidas en grupo, o en la soledad de su propia casa, también se ataban a un destino que no conocía rebeldía y tenía que ser llevado con devoción y resignación. 

“El bordado es una forma de estar en el mundo, es un lenguaje. Un conocimiento ancestral que viene desde nuestras abuelas, bisabuelas y tatarabuelas que llevaban a cabo esta práctica, por lo que también es reflexionar y pensar en el trabajo de cuidados, de cómo ellas bordaban sus servilletas para mantener las tortillas calentitas, para dignificar el espacio en el que vivían. Es algo superfuerte, poderoso y potente, hablar del trabajo de cuidados que es lo que sostiene la vida y nos sostiene a todos. Alguien nos cuidó y a nuestra vez nosotros, tengamos hijos o no, lo hacemos”. 

Sin el trabajo de cuidados, ¿Qué hay? ¿Cómo estamos en el mundo si alguien no nos ha alimentado y cuidado? El bordado es el principio del abrigo y del sostén entre nosotros”. 

Estos laberintos bordados son algunos de los viajes íntimos al centro de la artista, al regreso tangible de los recuerdos, al mundo…

En su haber también hay historias bordadas con adolescentes y jóvenes. La edad para sucumbir al mágico ir y venir de la aguja no limita ni deja afuera a nadie. 

“En un taller de bordado que impartí recientemente en el Instituto Lux, les decía que en este mundo en el que estamos rodeados de tecnología y de máquinas, hacer algo con nuestras propias manos es un acto de resistencia también. Estás haciendo tangibles tus pensamientos, y le estás poniendo color y una forma, y es una manera de plasmar la belleza también. Los adolescentes han mostrado su empatía, su indignación, su interés. Me encanta trabajar con las adolescencias. Me contagian de su vitalidad, de su ímpetu, porque con la edad se nos va desgastando la energía y la vida, así que ellos me revitalizan muchísimo”. 

“Los hilos y las puntadas significan mi verdad, esta posibilidad de ser un espacio de resistencia ante la dureza de la vida, ante la realidad terrible. La aguja es mi amiga, y por eso hasta le hice un bordado. Los hilos son un lenguaje de amor, ternura y acompañamiento. Son esta oportunidad de seguir abrazándonos. Nos han enseñado a no perder el tiempo y producir algo que genere dinero. El bordado es un acto de desobediencia a estos mandatos. Le hemos dado la vuelta a esta práctica que en un momento se usó como dominación, y así resignificarlo para hablar, para juntarnos y compartir lo que nos duele o nos da felicidad”. 

“Es un espacio de calma en esta vorágine de la prisa, el tiempo y la idea de que tenemos que crear algo que nos dé dinero. Es desobediente sentarte a poner atención a los colores, a los hilos, a la tela, pensar qué colores y formas quiero bordar. Soy una apasionada del trabajo colectivo. No me concibo sin las otras personas alrededor. El bordado es un pretexto para acercarme, dialogar y seguir aprendiendo a escuchar. Es una acción horizontal porque es un conocimiento que se democratiza, que se puede enseñar a cualquier persona, y esa persona, si aprende otras puntadas, las va a compartir. Hay muchísimas puntadas y es muy emocionante poder aprender más. Para mí eso significa esta posibilidad de seguir sosteniéndonos en comunidad”. 

Son la brújula que Ariadna me heredó para no perderme en el trayecto…

Y es que, después de los hilos, las puntadas y ese lienzo maravilloso que es la tela, sólo queda el bordador o la bordadora, con su yo liberado, abrazado y en paz. 

“El bordado me ha acercado a mi mamá, esa es una de las cosas más importantes que me ha dejado. Este autodescubrimiento y resignificación. No siempre tuvimos buena relación y, sin embargo, el bordado me ha reconectado con ella y por eso creo que es muy significativo, por esta conexión que es como un cordón umbilical que jamás se corta, aunque hayamos crecido. Madres e hijos pasamos por distintas etapas que, hasta después, con el paso de los años, se transforman en un vínculo distinto, con más cuidado y ternura porque ahora ella, por su edad, es vulnerable. El bordado me ayudó a ver y entender a mi mamá desde otro lugar. Ahora mismo que estoy hablando de eso, estoy uniendo las hebras y entretejiéndolas para unir nuestro vínculo. Así es como me he convertido en la mujer que soy”.

“Soy una apasionada del trabajo colectivo. No me concibo sin las otras personas alrededor. El bordado es un pretexto para acercarme, dialogar y seguir aprendiendo a escuchar”: Paulina Quintana.

“Actualmente, mi obra textil está expuesta en el Museo Hermenegildo Bustos en Purísima de Bustos. Y de marzo a septiembre del 2025 va a estar esa misma colección en el Museo del Pueblo, en Guanajuato. Esta obra colectiva de artistas guanajuatenses que trabajan en textil forma parte de la exposición Hilvanando Territorios en el marco del Festival Internacional Cervantino en 2024. Yo participo con dos obras, una de ellas es parte de estos laberintos que bordé y que hablan de este vínculo que tengo con mi madre. La segunda pieza es un mapa de Guanajuato que bordamos Sandra Estrada y yo durante los 3 años que trabajamos con los colectivos de búsqueda. Tiene la frase: “Guanajuato, tierra de desaparecidos”. A cada municipio del mapa le bordé las cifras de desaparecidos que parten de reportes de denuncias que se han realizado, así que en la realidad hay muchas más porque no todos denuncian”.

Lenguaje, introspección, alivio, escritura, grito, denuncia, ternura o mapa… el bordado está listo para convertirse en lo que se desee bajo las manos creadoras de quien lo desee aprender, y si es así, Pau está lista para recibirte. 

“Me pueden encontrar como Paulina Quintana en Instagram y Facebook. Estoy en León, tengo un taller que se llama Taller San Juan, que es un espacio de experimentación cultural y artística donde mi compañero da clases de pintura, clases de grabado, y yo doy mis talleres de bordado. Es un espacio abierto a que vengan más artistas a compartir sus conocimientos, sus saberes.  Estamos en Rosas Moreno 701, esquina con Juan Valle en el Barrio de San Juan de Dios”.

Elena Ortiz Muñiz
Elena Ortiz Muñiz
Elena Ortiz Muñiz es licenciada en Ciencias de la Comunicación, escritora, editora en Pacholabra Ediciones. Fundadora de los proyectos Alas para niños y jóvenes escritores y Manos en Vuelo.
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