martes, febrero 18, 2025
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CORTO TRAYECTO, PAISAJE DISTINTO

LA PANORÁMICA Y SU RAZÓN DE SER VII

               Entre Cata y San Javier, la vía escénica

se mantiene, pese al auge constructivo

Es el tramo más breve: apenas dos kilómetros de recorrido, pero conserva en gran parte el atractivo escénico en la mayor parte de su extensión. No obstante, el futuro se percibe incierto, pues varios callejones, inmuebles y fraccionamientos han alcanzado la cinta asfáltica y las cercas se extienden, amenazantes, por decenas de metros en la margen que da a la cañada.

El trayecto tiene su punto de partida en la bifurcación con el camino que llega de los barrios alfareros de San Clemente y San Luisito. A la vista del doble arco de un viejo acueducto minero, comienza una rampa corta y levemente inclinada, flanqueada por la cuesta del cerro a la derecha y tupidos matorrales a la izquierda, a la vertiente que da a la calle y río de la Cata.

A la izquierda, camino a San Luisito; a la derecha, inicio del trayecto, y vista del arco en la ruta a Cata.

Aunque se muestran desde ya los signos ominosos de una malla ciclónica, no impiden la vista a los cerros de enfrente. Solo medio kilómetro adelante, alcanzamos la parte superior del Centro de Desarrollo del DIF estatal, donde se destinó, acertadamente, un espacio a manera de mirador, junto al estacionamiento que igual sirve como balcón, así sea bien poco lo que puede observarse desde ese punto, que no sean árboles, maleza tupida y las ruinas de la noria de San Luisito.

Algunas cercas anuncian la privatización del derecho de vía.

En el otro lado, por el cerro, un par de construcciones no alcanzan a impedir el paso libre a la colina, cuyas sendas hechas por miles de pisadas a lo largo del tiempo conducen a Valenciana y más allá. Luego de otra curva, el aspecto cambia radicalmente: por 500 metros más, aproximadamente, se impone el dominio habitacional, conformado por un par de callejones en la Ladera de San Luisito, talleres de alfarería, un conjunto departamental y la importante ruta de La Gualdra.

Mirador y estacionamiento del DIF. En seguida la bajada a la Gualdra.

Posteriormente, tras una amplia curva, la carretera dobla al norte y el paisaje natural recobra su majestad. También se renueva el paisaje: surgen espectaculares escenas del centro de la ciudad desde un ángulo poco visto. Otro mirador permite deleitarse en la contemplación de los retorcidos callejones del otro lado, sobre la calle Alhóndiga. A occidente, asoman cerros pelones, bañados por el resplandeciente sol invernal, y hacia atrás, las omnipresentes moles de Sirena y El Meco.

Un nicho religioso y un mosaico adornan el primer mirador, usado como estacionamiento.

Adelante, toca desplegarse a una larga recta, con un descenso apenas perceptible, ante un horizonte abierto. Al frente, se vislumbran las instalaciones de la llamada Nueva Zona UG (Universidad de Guanajuato), en la salida a Dolores Hidalgo y, aún más arriba, el mineral de Valenciana con su llamativo templo barroco. El escenario hacia la ciudad muestra la Escuela de Minas de la misma UG y el barrio de San Javier, así como el paraje que se adentra al Orito, su aterrada presa y su mina abandonada.

Vistas a los cerros de Sirena y Meco y panorama hacia Mellado.

El cerro a la derecha es libre, poblado de vegetación autóctona, que en esta época le da un tono ocre-amarillento a la superficie. Pocas personas hay a pie; el paso de vehículos no es demasiado frecuente y aun puede verse a un campesino sobre su jumento de paso cansino, tal vez rumbo a la todavía lejana serranía, por cuya carretera de acceso pueden escucharse y verse los carros y autobuses que descienden a la ciudad, sacando humo a las balatas por el continuo frenado.

Sendas entre la maleza.

Los callejones de San Antonio y La Venadita interrumpen la banqueta, al igual que las rampas de entrada a un par de fraccionamientos, pero sin alterar en demasía la visual. Un tercer mirador permite echar con calma un último vistazo, antes de arribar a la última, arbolada curva, que desemboca en el espacio abierto dominado por la gran ex hacienda conocida como Castillo Santa Cecilia, trasfondo fotográfico de crédulos turistas que se sienten parte de un set medieval.

Dos vistas de la autovía. En la última imagen, transportes de épocas distintas.

En esta área, a tiro de piedra del monumento que representa a un esforzado minero, al costado de un centro comercial y de una gasolinera, prosigue la autovía enredándose en una madeja de curvas, entre las cuales se ha edificado una colonia residencial. Poco después, la ruta se aventura por el popular barrio del Carrizo, último sector a visitar en esta caminata por lo que aún queda de la Panorámica.

Desde el segundo mirador, vista a Minas y el Orito. Por último, final del tramo, ante el Castillo Santa Cecilia.
Benjamin Segoviano
Benjamin Segoviano
Maestro de profesión, periodista de afición y vagabundo irredento. Lector compulsivo, que hace de la música popular un motivo de vida y tema de análisis, gusto del futbol, la cerveza, una buena plática y la noche, con nubes, luna o estrellas. Me atraen las ciudades, pueblos y paisajes de este complejo país, y considero que viajar por sus caminos es una experiencia formidable.
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