sábado, marzo 8, 2025
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ALAN IVÁN LUNA: ARTE Y DESTINO EN UNA TAZA DE CAFÉ

Alrededor de una taza de café, todo puede suceder. Es un testigo silencioso de encuentros y despedidas, de comienzos y finales, de charlas triviales y confesiones profundas. El café se ve, se huele, se siente; está presente en cada rincón de la vida cotidiana. Una taza de café marca el inicio de la jornada, pero también puede sellar un destino. Entre el vapor que desprende se tejen conversaciones inolvidables, algunas que arrancan lágrimas y otras que dibujan sonrisas. Es nostalgia, energía, inspiración y duelo.

El café es mucho más que tierra, fuego, molienda y aroma. Es un placer comparable al del deseo, un ritual íntimo que puede disfrutarse en soledad o en compañía. Es sensual y reconfortante. Un instante que se bebe lentamente, que se funde con la memoria y el tiempo.

El café también se lee. Sus posos han sellado destinos, sus aromas despiertan recuerdos, sus sabores evocan emociones. Es un símbolo, un lazo, un propósito que, sin darnos cuenta, puede volverse el eje de una vida.

El barista Alan Iván Luna Patlán asegura que su gusto por el café nació cuando lo tomaba siendo un niño, sobre todo por la profundidad de las palabras que sorbo a sorbo fluían.

Así comienza la historia de Alan Iván Luna Patlán, entre el aroma de un café recién hecho y las tazas dispuestas sobre la mesa.

“Mi gusto por el café nace en mi familia. Me dieron mi primera taza cuando todavía era un niño, y desde entonces supe que esa bebida era especial. No sólo por el sabor o la energía que me transmitía sino por lo que significaba compartirlo, por la profundidad de las palabras que sorbo a sorbo fluían. En casa, el café era sinónimo de conversación, de unión. Algo que se traducía en amor. Crecí sintiendo que el café era parte de mí”.

Con los años, el café pasó de ser un vínculo familiar a convertirse en una oportunidad. En su juventud, no sólo era el pretexto perfecto para compartir momentos sino también una forma de ganarse la vida.

“Empecé a trabajar como barista a los 17 años, en un café llamado Bossa Nova, en la Plaza de San Fernando. Me dieron la oportunidad de compaginar el trabajo con mis estudios y ahí descubrí que el café era mucho más que una bebida.”

Pasar de beber café a prepararlo fue un giro inesperado en su vida, uno, que sólo el café podría dar.

“Al café de especialidad lo conocí después, cuando trabajé en El Gregario Coffee House. Ahí entendí que me faltaba mucho por aprender. Descubrí las diferencias entre los granos, los tipos de tostado, la importancia del dulzor natural de la leche y todos los matices que hacen única cada taza.”

El mundo del barismo es más que técnica; es arte, es sensibilidad. No sólo se trata de preparar una bebida perfecta sino de crear una experiencia única para quien la recibe.

“Ser barista no es servir café, y ya. Es comprender la historia detrás de cada grano, honrar el trabajo de los caficultores y dar valor a cada taza. Es convertir un momento cotidiano en algo especial.”

Un barista como Alan sabe que cada taza de café bien hecha es el resultado de años de práctica, conocimiento y amor por esta bebida.

“Lo que más me apasiona de esta actividad es lo que aprendí desde niño, la forma en la que transforma tu día una taza de café, las emociones que te transmite y que te pueden unir con otras personas. Es un vínculo, un tema; y realmente eso es lo que me apasiona, el poder ver cómo se une la gente a través de él”.

En este camino, Alan descubrió otra forma de arte: el Latte Art, una técnica que transforma la espuma de la leche en figuras efímeras, un toque de belleza que desaparece con el primer sorbo.

“El Arte Latte lo descubrí en 2019, en Gregario Coffee House. Aprendí a texturizar la leche con precisión y a plasmar dibujos sobre el café. Como siempre me gustó dibujar, trasladé esa habilidad a la taza. Con el tiempo, fui perfeccionando la técnica hasta convertirme en uno de los baristas principales.”

Por supuesto que, como barista, las experiencias que se coleccionan a lo largo de las jornadas son incontables y, entre ellas, siempre hay una predilecta, de esas que nos hacen sentir emoción al recordarlas. Y esta es la de Alan Luna:

“Una de las historias que más me gusta contar es cuando me tocó recibir la visita en el Gregario Coffee House de un personaje muy importante. Venía de una revista que se llama Roast, es una publicación especializada en café, que tiene una trascendencia muy grande dentro de este ámbito. Era el encargado de edición y de fotografía, con un conocimiento muy amplio y muy vasto del tema. Para entonces yo ya llevaba un año en barra. Estas visitas siempre son esporádicas y sorpresa, y me tocó a atenderlo en un turno en el que estaba solo. Me dio miedo y quise marcarle al dueño para que me ayudara, ya que vivía muy cerca del local, pero al final decidí confiar en mis capacidades y me aventuré a atenderlo. En la reseña que publicó en la revista sobre su visita en el Gregario Coffee House, escribió que fue una experiencia muy grata por la forma en la que le mostré los cafés que teníamos en ese momento, los diferentes tipos de granos. Ahora somos muy buenos amigos”.

Pero ser barista no es un trabajo solitario. A lo largo del tiempo, Alan ha compartido conocimientos, ha formado equipos y ha aprendido a liderar.

“Se me dio la oportunidad de desempeñarme como jefe o encargado de cafetería en Mega Pozuelos, en el 2021, con bajas expectativas de mi parte porque yo llegué sin conocer la nueva remodelación y la nueva imagen de la Comer. Pero cuando me encontré con que iban a meter café de alta especialidad, mi sorpresa fue muy grande, y más cuando me dijeron que mis conocimientos encajaban perfectamente con lo que estaban buscando. Así que de un puesto mucho más bajo de medio tiempo para el que iba a aplicar, me dieron el puesto de encargado”.

“La licenciatura en administración de recursos turísticos y todos mis años de trayectoria laboral me enseñaron muchísimas cosas que afortunadamente se ajustaron al puesto, pero lo que realmente me ha exigido más fue el hecho de tener gente a mi cargo, es mayor el reto de comandar a un equipo, ser un líder, ser un ejemplo. Enseñarle mis conocimientos a alguien, transmitirle esa pasión, las ganas de trabajar y mi estilo al equipo de trabajo ha sido el reto más grande a lo largo de mi trayectoria del café”.

En el camino, también ha impulsado a otros baristas organizando concursos como el realizado en enero, en un café del Centro Histórico, donde los expertos compitieron en Arte Latte, teniéndolo a él como integrante del equipo de jueces.

“Capacitar a otros comenzó con la formación de nuevos baristas en cada cafetería en la que trabajé. Aprendí a enseñar a mi manera, a transmitir lo que sé con estructura y técnica. La experiencia y mi formación me han ayudado a mejorar la manera en que comparto mis conocimientos.”

Ser barista, dice Alan Iván Luna Patlán es comprender la historia detrás de cada grano, honrar el trabajo de los caficultores y dar valor a cada taza.

El café ha sido el hilo conductor de su vida, la pasión que une su historia con la de tantos otros a través de la enseñanza de que una taza de café, nunca es solo una taza de café.

“Para mí —concluye Alan— una taza de café es unión. Es el puente entre dos personas, el pretexto para una conversación sincera. Hay algo especial en el acto de entregar una taza a alguien y saber que, por un instante, le estás regalando un momento de felicidad.”

Si quieres conocer más sobre Alan, puedes seguirlo en Instagram como @moonivan o visitarlo en la cafetería de Mega Pozuelos, donde quizá sea él quien prepare la taza de café que cambie tu día.

Porque, al final, la vida es eso que empieza después de un buen café.

Elena Ortiz Muñiz
Elena Ortiz Muñiz
Elena Ortiz Muñiz es licenciada en Ciencias de la Comunicación, escritora, editora en Pacholabra Ediciones. Fundadora de los proyectos Alas para niños y jóvenes escritores y Manos en Vuelo.
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