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TRES LEYENDAS TRES: JOAQUÍN “FLACO” ARIAS, LUZ MARÍA PONS LICEAGA Y MANUEL LEAL

Son tres leyendas, son tres frutos de la ciudad y de la Universidad de Guanajuato, son tres personajes que van de la disciplina a la bohemia. Son tres amantes del arte y del Mo-o-ti chichimeca que los purépechas convirtieran en Quanax Huato y luego se le conociera como “Cuévano”: Joaquín “Flaco” Arias, Manuel Leal y Luz María Pons Liceaga.

Joaquín “Flaco” Arias

Al “Flaco” Arias se le reconoce el ser el impulsor de la Estudiantina de la Universidad de Guanajuato, pero es mucho más: actor universitario y uno de los protagonistas en los entremeses cervantinos. Ya en 2016 había recibido el Pípila de Plata. Seguía el reconocimiento de Guanajuatense Distinguido.

El Flaco, hombre de teatro que participaba en los Entremeses Cervantinos, pero nunca estaba quieto. Narró en entrevista que desde 1955 tenía la inquietud de formar algún grupo formado por estudiantes que representara a la universidad. Luego de las funciones del Teatro Universitario, un grupo de universitarios reunía en una casona del Callejón de la Condesa. Una de esas tertulias cambió a la comunidad abeja: un día llegó a sus manos un disco de la Tuna de la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona.

La Universidad de Guanajuato ya había tenido una tuna, por lo que a Joaquín Arias le surgió la inquietud de formar un grupo de ese tipo. Era marzo de 1962. Entre los participantes en las tertulias estaban Jorge León Avella, Ignacio Hernández Ornelas, Lorenzo Galván Imperial, Rogelio León Barajas y Mariano León Barajas. Encargaron la dirección a Pedro Luis Martínez Aguirre, quien partió de cero: ninguno de ellos sabía tocar instrumento musical alguno ni tenían preparación para cantar.

El “Flaco” Arias como juglar. En la siguiente imagen, el “Flaco” Arias en un magnífico retrato de Pedro Vázquez Nieto. En la última, durante la entrega de la distinción.

Fueron meses de ensayos y previas presentaciones informales que, pese a todo, llevaron a su debut formal el 13 de abril de 1963, al término de una función de los Entremeses Cervantinos, en la Plazuela de San Roque. El recordado Enrique Ruelas Espinoza era el director del Teatro Universitario, Daniel Chowell Cáceres era el rector y Juan José Torres Landa era el gobernador (quien realmente mandaba en la universidad). Todos apoyaron al nuevo grupo, que estaba formado por estudiantes de las diversas escuelas.

No fue tarea fácil: la vestimenta con mallones y golas era aceptada para el teatro, pero no para la estudiantina. La imitación a las tunas españolas era la justificación.

En 1964, el Flaco se separó de la estudiantina para cumplir otra de sus ideas: la fundación de la Rondalla Primer Ligero, también bajo los auspicios de la Universidad de Guanajuato.

Y no paró ahí: no le bastaba el teatro formal: junto con otros universitarios concibió la idea de crear un grupo de teatro humorístico, con sátiras y parodias. Así nacieron Los Juglares de Guanajuato en 1972.

En entrevista, el Flaco ha manifestado que no le agrada la comercialización de las estudiantinas y que sean vistas como un producto turístico o comercial. Deben ser una manifestación cultural artística de la universidad, sostiene.

El Flaco, hombre de bohemia, actuación y letras, recibió el 28 de septiembre de 2016 el “Pípila de Plata”, otorgado por el Club Leones de Marfil A.C., en su XXX edición, por su destacado impulso a las Artes Escénicas y Musicales de Guanajuato.

Joaquín Arias Espinoza “Flaco Arias” se formó como Ingeniero Agrónomo, pero con vocación humanista y aptitud artística. En los años más recientes, ya retirado de labores, se ha dedicado a promover la lectura entre la infancia guanajuatense.

Ha sido estudiante, maestro, actor, realizador de teatro comunitario, fundador de la Estudiantina de la Universidad de Guanajuato, la Rondalla Primer Ligero, creador de los Jardines del Arte y director de la Casa de la Cultura.

El Teatro Universitario, del que formó parte, y Los Juglares de Guanajuato, del que fue impulsor, ahora son Patrimonio Cultural Intangible de Guanajuato. Por eso se le ha reconocido en vida, hermano, en vida.

La Comandanta Luz María Pons Liceaga

Fue parte de la primera generación de mujeres agentes de Tránsito en 1972 y con ello hizo historia: Luz María Pons Liceaga fue reconocida por su papel histórico como la primera mujer en convertirse en oficial de tránsito en México. Dice el reporte oficial: “su nombramiento no sólo rompió paradigmas en una época donde el acceso de las mujeres a cuerpos de seguridad era limitado, sino que sentó las bases para la inclusión de más mujeres en funciones públicas y operativas”.

Conocida popularmente como “La Pelona Pons”, se distinguió por su profesionalismo, su vocación de servicio y su compromiso con la seguridad vial. No se quedó ahí: se integró y formó con las Fuerzas de Seguridad Pública del Estado y ejerció la actividad de servir y proteger durante muchos años más.

Comandanta Luz María Pons Liceaga,la primera mujer en convertirse en oficial de tránsito en México, así como pionera en la seguridad pública que la llevó a ocupar cargos de alto nivel en la policía municipal y estatal. En la última imagen, el doctor Eduardo Liceaga Torres, ascendiente de la homenajeada. 

Fue pionera en la seguridad pública. Ocupó cargos de alto nivel en la policía municipal y estatal, y también dejó una profunda huella como profesora de música, pues lleva ese arte en la sangre: es descendiente del doctor Eduardo Liceaga Torres, quien fuera miembro fundador de la Sociedad Filarmónica y del Conservatorio Nacional de Música donde impartió algunas materias.

Este médico guanajuatense murió en Ciudad de México a los 80 años de edad en 1920.  Fue director del Hospital de Maternidad e Infancia, presidente de la Academia Nacional de Medicina en dos ocasiones (1879 y 1906), presidente del Congreso Médico Nacional de Higiene. Se desempeñó como director de la Escuela de Medicina y logró elevar el nivel de la enseñanza, incluyó a las especialidades en el plan de estudios entre ellas la pediatría (1889-1911). Era amigo personal del presidente Díaz y su médico de cabecera. Durante su gestión como presidente del Consejo Superior de Salubridad estableció las bases para el Código Sanitario (1891). Fue el iniciador y culminador de la construcción del actual Hospital General de México, el cual concibió como un conjunto de hospitales especiales instalados en un mismo terreno y con una administración común. Su herencia espiritual, empero, fue la música y la legó a “Lucha”.

Bohemio de afición

Manuel Leal Guerrero tuvo “reconocimiento post mortem”, por su labor como cronista visual y literario, y su contribución como académico y promotor de la cultura guanajuatense. Fue pintor y escritor guanajuatense, honrado en vida en 1982 con un libro en el que el artista cuenta sus memorias y que fue comentado en 2021 por el ahora finado poeta Aleqs Garrigóz:

Manuel leal nació en 1893, vivió su niñez en la ciudad de Guanajuato, donde cursó estudios de primaria sin mucha preocupación, “apartado y de lejos contemplando ese alborozo que estallaba en infantiles carcajadas”.

En su libro deja testimonio literario de la inundación de 1905 y es especialmente dramático su recuerdo porque pensó que iba a morir en ella.

En su adolescencia su mente empezó a interesarse por el arte. A los trece años, inspirado en don Quijote, se hizo una armadura de hojalata y otra para su hermano más pequeño, con quien jugaba a representar un par de caballeros.  Su vida como escolar le aburría y la sentía como encierro. Desde esa temprana edad mostró su corazón ardiente al enamorarse de una niña. Fueron días de conflicto. 

Luego entró a la preparatoria del Colegio del Estado, pero una enfermedad y la Revolución hicieron que dejara sus estudios. Trabajó en una tienda de ropa y le dio por pintar cuadros para ganar más dinero. 

Como le pagaban poco por esa obra, fruto de la afición, se fue a los Estados Unidos, pero no le fue bien y regresó a México en 1920. Allá perfeccionó su trabajo de creador plástico y por eso en 1923 ingresó como maestro de dibujo, pintura e historia del arte en la Universidad de Guanajuato.

Su obra está presente en cuadros para los hoteles Posada Santa Fe, San Diego y Capri (en la ciudad de León este último). Escribió varios libros: Añoranzas y panoramas guanajuatenses (1951), Veinte estampas de Guanajuato (1955) y Las momias de Guanajuato (1972) y escribió también novela de ambiente taurino titulada Una Verónica al tiempo.

El legado artístico de Manuel Leal fue reconocido post mortem, en cuyo caso se tome en cuenta su recién descubierta obra fotográfica, así como sus muy conocidas pinturas en las que puede apreciarse la cotidianidad guanajuatense, sus callejones y personajes, sus fiestas populares, algo de su historia y sus tradiciones.

Ilustró libros de otros autores: Leyendas y tradiciones guanajuatenses, de Juan José Prado Soto; y Relatos y sucedidos de Guanajuato, de Ezequiel Almanza Carranza. Colaboró en Revista de revistasJueves de Excélsior y El Sol de León

Mariano González-Leal, sobrino del pintor y reconocido intelectual e historiador leonés, ha manifestado que el estudio de Manuel Leal estaba lleno de “toneladas” de papeles: cartas, artículos, dibujos, proyectos. Libros apilados cubriendo las paredes (“una biblioteca con cama”) al grado de que el artista llegó a exclamar respecto a sus libros: “Son para mí una necesidad; sin ellos no podría vivir”.

Hace poco salió a la luz otra faceta de su talento: la fotografía, la cual se examina en la exposición Punto de partida. Acercamiento a la obra fotográfica de Manuel Leal. Son más de 70 imágenes, captadas principalmente en la década de los treinta, que lanzan una mirada a la cotidianidad guanajuatense, desde sus callejones y personajes hasta sus fiestas populares, además de los autorretratos, que Manuel Leal cultivó con un espíritu lúdico.

Manuel Leal murió a los 82 años, en 1975, con un detalle que sólo los mayores recuerdan: fue uno de los que convivían en las farras de Jorge Ibargüengoitia. Algunos estudiosos de la obra del escritor guanajuatenses lo han buscado en Estas ruinas que ves. Consideran que la pinta del mural en el Café Carmelo (Café de don Leandro, en la novela), fue idea de Manolito, a quien identifican con Carlos Mendieta, el relajiento dipsómano del grupo, dato que está en duda, pues para entonces don Manuel ya era un hombre mayor.

Manuel Leal fue, en vida, un enfant terrible guanajuatense. Su legado fue valorado tras su partida y ahora se le reconoció post mortem

Federico Velio Ortega
Federico Velio Ortega
Periodista, maestro en Investigador Histórica, amante de la lectura, la escritura y el café. Literato por circunstancia y barista por pasión (y también al revés)
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