Esta historia comienza con un cuento que nunca terminó. Un libro infantil en ruso —su lengua natal— fue su refugio mientras, siendo apenas un niño, había cruzado las fronteras de la Unión Soviética hacia Nicaragua. Los libros que lo acompañaban eran su ancla a lo que era y lo que empezaba a ser, la conexión con su esencia mientras se encontraba en el umbral de una nueva vida, alejado de todo lo que hasta entonces había conocido.
“Evgeny Zhukov es mi nombre, o Eugenio para mayor comodidad y para no romperse la lengua. Yo vengo de la Unión Soviética. A la edad de nueve años llegué a Nicaragua, que fue donde se despertó mi pasión por la literatura, porque cuando estuve ahí, no sabía hablar español, pero tenía a mi alcance una pequeña biblioteca de libros en ruso. Y había un libro que yo empecé a leer, para niños, que me gustó muchísimo. Era una serie de cuentos cortos. Como en el sexto o séptimo cuento, al final había una nota diciendo que el autor había fallecido y por ende la serie terminaba ahí. Me sentí tan frustrado. Yo quería conocer lo que pasaría con sus personajes, pensé que no podía quedarme así. Entonces, comencé a escribir la continuación de esas historias para mí”.
La necesidad de adaptarse lo obligó a construir puentes invisibles: una amistad nacida del juego con un niño nicaragüense con quien no compartía el idioma, una fe que fue mutando entre el ateísmo y el catolicismo, y una vocación de contar que se volvió defensa y pedagogía. Después de un año en Nicaragua, la vida volvió a cambiar. Esta vez, el destino fue Colombia.

“Llegamos el primero de agosto de 1985, y desde esa época estoy acá. En Colombia siempre me gustó la literatura, me gusta mucho leer, leía en ruso, leía en español, cuando estaba en sexto comencé a leer también en inglés”.
Compartir y aclarar verdades a través de la escritura fue para Eugenio una forma de defensa y pedagogía, sin imaginar que estaba tejiendo ya desde entonces el horizonte de su vida.
“Antes de 1991 decir en Colombia que venías de la Unión Soviética era como si te declararas abiertamente enemigo de la humanidad porque eras el rojo, el comunista, el no sé qué… a la gente no le importaba conocerte, simplemente te estigmatizaba. Sin embargo, yo sentía la necesidad de explicarle a las personas que no era así, y para eso, primero tenía que entenderlo yo mismo”.
Leer, investigar, tomar notas, explicar: así fue sembrando su lugar en el mundo, hasta que las palabras escritas se convirtieron en su forma de estar: “Escuchaba que los rusos estaban en Afganistán, pero ni siquiera sabía que había un país llamado así. Así que tuve que hacer notas de lo que investigaba para poder hacerle llegar a las personas la información de la manera más concisa y verídica, no solo en lo político, sino en lo religioso también”.
Ver y escuchar a Evgeny es recordar que detrás de cada plataforma, de cada espacio digital que resiste el paso del tiempo, hay una historia humana hecha de convicción, de noches sin dormir, de decisiones difíciles y de una enorme fe en lo que otros podrían llegar a expresar.
“En 1992 aparecieron las computadoras en Colombia, eran exclusivas y costosas. Para entonces, fui finalista en el Concurso de Cuento Carlos Castro Saavedra, en Medellin, y me publicaron. Tenía 18 años en esa época, y eso me motivó mucho para seguir escribiendo, pero las puertas editoriales no volvieron a abrirse”.
Y es en este punto en que el destino da un giro que no solo abona al crecimiento de un apasionado de la literatura, sino a decenas y decenas de escritores en español que gracias a Evgeny pudieron ver realizados sus sueños. Porque lo que Zhukov hizo, en una época en la que esto aún no existía, fue la construcción autodidacta de una comunidad literaria virtual que levantó desde cero.
“Se me ocurrió publicar todo lo que escribía en la red y creé una página personal con mis escritos. De pronto, un día me escribe un personaje pidiéndome que publicara sus poemas en mi página. Accedí, y para mi sorpresa empezaron a escribirme más personas queriendo publicar también”.
Sin saberlo, Evgeny estaba sembrando la semilla de una comunidad que crecería hasta volverse refugio de miles. Había nacido El Rincón de los Escritores, primero como una página personal, luego como una comunidad.
“Un buen día, un boliviano que aún es miembro y sigue escribiendo en la página me preguntó que por qué no hacía una comunidad en un espacio más organizado. Me pareció una buena idea, y surgió el primer Rincón de los Escritores, para unos 10 o 20 autores, que muy pronto fue insuficiente. Ahí es cuando descubrí Joomla y todo cobró vida”.
El Rincón de los Escritores nunca ha sido simplemente una página web: es un archivo de almas, un taller colectivo de sanación y una trinchera donde la escritura aún se defiende a mano limpia. En la voz pausada y honesta de Evgeny resuena la de muchos que alguna vez se atrevieron a escribir algo íntimo, torpe, valiente, profundo, solo para descubrir que alguien los estaba leyendo con el mismo cuidado con el que se lee una carta esperada.
“Una amiga mía aquí en Colombia, periodista, consiguió que El Tiempo, que es el periódico más importante de aquí, publicara una nota sobre el Rincón. Y el boom fue posible. Con la única cuestión de que todo ese gigantesco trabajo que hay detrás de una página lo realizaba yo solo, y toda la inversión salía de mi bolsillo, porque la página era gratuita. Cada texto que se ha publicado en el Rincón de los Escritores ha pasado por mis manos. Al día de hoy, son más o menos entre 10 y 15 mil. Eso sin contar notas de prensa, concursos que se hacían, noticias y todo lo demás”.
Lo que nació como un sitio sencillo creció hasta convertirse en una comunidad literaria virtual con miles de textos, concursos mensuales y anuales, y un archivo vivo de voces de todo el mundo. Pero el crecimiento trajo consigo el peso del desgaste. Estando el sitio en la cima, las necesidades económicas se agudizaron. Siendo la cabeza de una comunidad literaria tan grande, que llegaba a tantos países, aparentemente la solución estaba a la mano, pero lo único que Eugenio obtuvo fue una decepción muy grande.
“Anuncié que a partir de ese momento cobraría un valor simbólico, creo que fueron entre 5 y 10 dólares al mes… mágicamente, el 95% de los suscriptores desaparecieron”.
Y ese golpe más que económico: fue emocional. ¿Cómo seguir creando para otros cuando parece que no lo valoran? Aun así, el Rincón siguió existiendo, en medio de la crisis y el olvido de quienes un día lo habitaron.
“Durante un año o dos, el Rincón fue pago, y casi olvidado. Hasta que la tecnología tuvo un avance significativo, y la plataforma que lo sustenta sacó una nueva versión más versátil y amigable. Rehice la comunidad, rediseñé la página para hacerla más intuitiva y autogestiva. Gracias a eso, pude volver a hacerla gratuita y los autores regresaron. Con ellos, la novedad de un concurso mensual, y luego uno anual con los textos ganadores de cada mes”.
También regresaron los problemas: acusaciones de fraude en los concursos, trampas electrónicas para conseguir votos, frustraciones inevitables. El concurso desapareció durante la pandemia, y aunque el sitio sigue en pie, se siente como una isla entre la marea digital que todo lo acelera y lo olvida.
“El concurso fue para mí uno de los errores más grandes… fue muy frustrante”.
Aunque ese Rincón se vea hoy envejecido y disminuido ante la modernidad impaciente, se sostiene con la terquedad de quienes saben que algo se pierde cuando todo se vuelve inmediato. Es, como dice Ev, una isla de sapiencia en medio del mar de mediocridad. Toda esta época en la que en ese lugar sucedían cosas brillantes y opacas, se ha mantenido, pese a todo, 31 años en pie.
Hoy, a más de 30 años de su nacimiento, el Rincón alberga sobre todo a autores de generaciones anteriores. Y aunque ha habido intenciones de acercamiento a él por parte de autores jóvenes, no ha sido lo mismo.
“A ver, botar la toalla por eso, no lo considero correcto. Porque el hecho de que haya autores que permanezcan ahí, quiere decir que hay un futuro que se necesita apoyar, y que puede dar más adelante unos frutos que nadie espera. Lo grave es que las generaciones actuales no tienen los privilegios que tuvimos nosotros al aprender leyendo y escribiendo a mano, no viendo… hay muchos jóvenes tratando de expresar lo que tienen dentro y no saben cómo hacerlo”.
Mientras alguien siga entrando ahí a publicar, mientras exista un lector que deje un comentario que importe, mientras alguien como Evgeny siga despertando con la idea de actualizar la página, el Rincón sigue vivo.
“En este momento el Rincón requiere una nueva actualización, la plataforma está bastante atrasada, pero el problema es que ya no tengo la energía que tenía hace treinta años. Todos los días me levanto y digo: hay que hacerlo, y no logro hacerlo. De pronto esperaré a que llegue un momento en que la plataforma no sea sostenible porque está completamente desactualizada y no sea compatible con las plataformas actuales. O quizá, la cierre definitivamente. ¿En qué caso la cerraría? Si dejan de publicar”.
Sin embargo, hay historias inspiradoras que le recuerdan a Evgeny la razón por la que el Rincón ha sido tan valioso:
“En algún momento existieron personas que daban las gracias. Eso hacía toda la diferencia. Recibir mensajes en los que se valoraba la oportunidad no solo de expresarse, sino porque quizá esa única historia que escribió pudo tener un lector, que tal vez se tomó el tiempo también para darle un comentario y decirle qué le pareció. Hay muchos casos específicos en el Rincón, de personas cuyas vidas cambiaron debido a la posibilidad de haberse probado a sí mismos al tener la valentía de publicar lo que se escribió en la intimidad. Es el haber roto el miedo. Esto motivaba a las personas, y al mismo tiempo me motivaba mucho a mí”.
“Existe un chico que de principio usó el Rincón escribiendo un cuento absurdo, loco, burlesco y con groserías. Aunque la verdad es que las groserías realzaban el cuento. La redacción era horrible, la forma de hablar era horrible, pero la idea en sí era buena. Y se notaba que era una persona de bajos recursos por la forma en que hablaba, por el lenguaje. Él no esperaba que ese cuento fuera nominado para los premios. Y ganó. Así que escribió más cuentos, se veía que se esforzaba por mejorarlos, y uno notaba esa evolución profunda de él a través de la escritura. Una sanación de heridas porque es que yo entiendo que cuando uno escribe cualquier cosa es una forma de expresar lo que se lleva adentro, de sacar esa piedrita en forma de amor excesivo, de veneno, de dolor absurdo; ya sea tu opinión sobre lo que pasa en este mundo, o ya sea la locura que no te deja dormir por la noche y la única forma de que te duermas es sacarla de ahí, la esquizofrenia, en algunos casos que solo encuentra alivio en las palabras”.

En este continuo darse y dar, ¿Qué pasó con Evgeny Zhukov, el escritor?
“Sigo escribiendo, aunque te soy sincero, desde que empezó todo este conflicto entre Rusia y Ucrania trato de no escribir artículos de opinión porque si antes con las personas no se podía discutir en el buen sentido de la palabra, hoy tenemos la dictadura de la idea… La poesía sí la sigo escribiendo. La poesía para mí es necesaria. No es algo a lo que pueda decirle que no. Porque es una forma de plasmar lo que tengo adentro, sacarlo. Y es una forma también de sanación, de entender de inmediato lo que ocurre en mi alma”.
Es muy fácil encontrar a Evgeny y leer sus obras, empezando porque es el único Evgeny Zhukov en Colombia. Ya sea con su nombre o como “SoyEZ” o “PoetaEZ” su presencia y sus letras son parte de la vida en la red. Finalmente, deja un mensaje claro:
“A aquellos a los que les gusta escribir y expresarse, me gustaría pedirles que no permitan que las herramientas hagan el trabajo por ustedes. Les sugiero que escriban y se expresen con la mente, escribiendo a mano, sobre el papel. Quien escribe para sí mismo, está dejando su alma en el papel, y ese es el mejor camino hacia la perfección”.
Ver y escuchar a Evgeny es recordar que algún día, hace muchos años, tecleé “escritores” en un buscador y encontré una luz. El Rincón fue y ha sido mi faro. Y mientras siga encendido, aunque sea con una llama tenue, siempre habrá un lugar para quienes aún creemos que escribir puede salvarnos.