jueves, junio 5, 2025
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EL GOZOSO CARILLÓN DE LA BASÍLICA DE GUADALUPE

Ir a “La Villita” en la Ciudad de México, Santuario de América, simboliza llenarse de fe, de paz, y de tranquilidad. Pero no sólo eso. Significa también conocer de cerca y vivir la inigualable experiencia de poder admirar la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, el Oratorio y Altar de Veladoras, el monumental atrio Plaza de las Américas, la Explanada Mariana de las Vírgenes, el Centro de Evangelización, y el Pabellón de las Bendiciones.

De paso, el Museo Guadalupano, el Monumento a Juan Diego, la Capilla del Pocito, el Parque y los Jardines del Tepeyac, la Parroquia de Indios, el Convento de Capuchinas, la Capilla de los Juramentos, la Basílica Antigua, la Capilla del Cerrito, la estatua de Juan Pablo Santo, la Plaza de Cristo Rey, el Bautisterio y el Museo Guadalupano. Para conocer esos puntos y entenderlos hace falta más de un día, quizá dos, pero bien vale la pena ir.

Todos esos atractivos son visitados diariamente, todo el año, por millones de personas de la capital del país, del interior del país, y de muchísimas naciones alrededor del mundo, ya sea para pagar alguna manda, por hacer turismo religioso, por sentir una necesidad espiritual, o simplemente porque es un amplísimo espacio abierto, gratuitamente y sin distingos, para quien decida conocerlo. Pero el Carillón de la Basílica es algo especial.

Son incontables los visitantes al perímetro de la Basílica de Guadalupe que admiran gozosamente los atractivos del Carillón. (Fotografías, Graciela Nájera Sánchez)

Los carillones son dueños de una historia singular, risueña y muy vieja. Su origen está en la Edad Media, cuando eran usados para anunciar la hora y llamar a misa o a orar. Con el tiempo, se convirtieron en complejos instrumentos musicales que exigen técnica y mucha habilidad para tocarlos. Actualmente, diversas ciudades del mundo, sobre todo europeas, tienen sus carillones, los cuales son apreciados por su belleza sonora y su valor histórico.

Antes de proseguir, es pertinente informar que un carillón es un instrumento musical cuya principal característica es su conjunto de campanas, de diferentes tamaños y tonos, que se tocan con la ayuda de un teclado o un mecanismo de palancas. Por lo regular, se colocan en las torres de iglesias, edificios de gobierno, y no muchos edificios privados. Se usan para dar la hora, alegrar el entorno con sus melodías y para adornar el paisaje urbano.

Para poder imaginar un carillón, se debe saber que se tocan mediante un teclado o una serie de palancas que están conectadas a las campanas. El carillista (persona que lo toca) debe tener una técnica medianamente aceptable y buen sentido del ritmo para producir una música agradable, porque los carillones pueden interpretar una enorme variedad de música, desde himnos y canciones tradicionales hasta piezas clásicas y contemporáneas.

Cuatro relojes marcan el inexorable transcurrir del tiempo de diferentes maneras: uno es un reloj civil, otro es astronómico, el tercero es solar, y el cuarto es un reloj azteca. Es un compendio de sabiduría. (Fotografías, Graciela Nájera Sánchez)

Los carillones representan por mucho la cultura y la historia de una comunidad, por eso se utilizan en celebraciones y acontecimientos de importancia general como festivales y conmemoraciones religiosas o cívicas. En innumerables veces, los carillones representan un atractivo turístico. Y tal es caso del gozoso Carillón de la Basílica de Guadalupe, uno de los más famosos de la capital, ubicado en el atrio monumental de la insigne Basílica.

“El carillón fue la última obra significativa de la Villa de Guadalupe. La construcción comenzó en 1989 y culminó en 1991”, dijo en esa oportunidad Fray Gabriel Chávez de la Mora, arquitecto y asesor litúrgico de la Basílica de Guadalupe, a Desde la Fe, revista quincenal de la Arquidiócesis de México. Recordó que él y el Arquitecto Pedro Ramírez Vázquez hicieron diferentes bocetos de esta obra, la cual se pudo concretar hasta 1989.

El carillón es una suerte de respetuoso homenaje musical y eterno a la Guadalupana. En sus 23 metros de alto cuenta con 48 campanas de bronce que a lo largo del día entonan melodías, desde el Ave María hasta temas de Cri-Cri, pasando por relajantes himnos de corte religioso. Cuatro relojes marcan el inexorable transcurrir del tiempo de diferentes maneras: uno es un reloj civil, otro es astronómico, el tercero es solar, y el cuarto es un reloj azteca.

El carillón fue la última obra significativa de la Villa de Guadalupe, cuya construcción comenzó en 1989 y culminó en 1991. La antigua y la nueva Basílicas parecen escoltar al Carillón. (Fotografías, Graciela Nájera Sánchez)

Al frente, en el centro, tiene un escenario circular donde se representa la historia de las apariciones de la Virgen de Guadalupe a Juan Diego a través de personajes robotizados, un complejo sistema de luces, y mediante un procedimiento electrónico fabricado en Holanda, controla las puertas. La representación se lleva a cabo diariamente a las 10:00, 12:00, 14:00 y 16:00 horas. Este carillón recibió la bendición del Papa Juan Pablo II en el año 1990.

Al estar frente al carillón de la Basílica de Guadalupe se respira profundo y se mira al cielo. Si la suerte lo permite, el aire será puro y el cielo estará despejado. Entonces, allí, de pie, se pueden disfrutar las melodías ejecutadas por las campanas. Contemplar toda la arquitectura del derredor, y ser “testigo” de las apariciones de la Virgen de Guadalupe. El consejo es llegar temprano, con tiempo disponible suficiente, ropa cómoda y una sonrisa.

La entrada es libre y las instalaciones están abiertas de lunes a domingo de 6:00 a 21:00 horas. Tal y como se inauguró el 21 de septiembre de 1991 en moderno carillón tiene capacidad para tocar una buena cantidad de melodías. El ambiente religioso del gigantesco atrio se vuelve festivo cada dos horas y enriquece el espíritu con los himnos religiosos, el Ave María, la música sacra y temas musicales que recuerdan la infancia de quien asiste.

Juan Carlos Castellanos
Juan Carlos Castellanos
Juan Carlos Castellanos C., es periodista con más de 40 años de experiencia en temas culturales. Entre otros muchos, ha merecido el Premio Internacional de Periodismo “Ludwig Von Mises” de las Naciones Unidas y su labor como reportero ha sido antologada en diversos libros y revistas.
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