Para Valentina Ponce Rionda, una joven emprendedora guanajuatense, aunque nacida en Baja California sur, trabajar en un hotel sobre las aguas del mar, más propiamente un Crucero, ha representado cumplir parte de su sueño de conocer otros países y otras culturas.
Aunque estudió negocios Gastronómicos en la Universidad de Aguascalientes, que contempla más bien asuntos administrativos, en la práctica le ha dedicado más tiempo a cocinar e idear maneras de ofrecer sus servicios a los comensales guanajuatenses, por lo que también es propietaria de un food truck denominado Moxtle.
Este año, decidió hacer un Crucero de 6 meses, pero no propiamente para relajarse y descansar como la mayoría de personas que viajan en este tipo de navegaciones, sino para trabajar los 7 días a la semana en un horario de alrededor de 10 horas diarias, a cambio de un salario digno.
Valentina se enroló en una compañía que tiene 6 cruceros que recorren todo el mundo, prácticamente en cualquier temporada, la experiencia le abrió la mente y sació en parte su curiosidad, o mejor dicho, se la avispó, porque ya está enganchada para realizar el próximo viaje que se planea en unas semanas.
“Un crucero es un hotel flotante; en el que viajamos a Mediterráneo cuenta con capacidad para mil 200 personas, tiene 5 restaurantes, y varias áreas de esparcimiento. Ahí me toco atender en el buffete internacional”, señala mientras estamos instalados en las mesas y bancas que están afuera de su camión que se especializa en comida derivada del maíz, en las inmediaciones de la Presa de la Olla, en Guanajuato capital.
Explica que además de la capacidad de hospedaje, el crucero tenía más de 600 tripulantes, para atender a todos los huéspedes.
Apenas el 5 de marzo de este año abordó el crucero en Miami, Florida, E.U., y a pesar de que no tenía ninguna enfermedad, por protocolo, en cuanto llegó la metieron a que cumpliera una cuarentena de 7 días, para ver si presentaba síntomas de Covid.
Pasado el filtro de salud para los tripulantes, la dejaron salir del camarote de huéspedes para comenzar el viaje y ya le asignaron su camarote, muy distinto al de los clientes porque duermen en literas en un espacio más pequeño, en literas.
Primero estuvieron en las Islas caribeñas durante una semana, en las cuales tuvo que permanecer a bordo para mantenerse sin riesgos de contagios, porque todavía en esas fechas, las reglas eras muy estrictas, –aunque al paso de las semanas se relajaron– y después ya cruzaron el océano Atlántico, con destino a Europa.
“Fue muy emocionante porque trabajé con muchas personas de otros países y también nos tocó atender a otras tantas de lugares que no tenía idea que existían; de hecho pisé muchos países que nunca pensé en conocer”, añade.
Aunque el propósito del viaje fue principalmente para ganar dinero, salir de su zona de confort y capitalizarse para salir de los estragos que dejó la pandemia, señala que pasó tardes increíbles viendo atardeceres de postal cada día.
“Fueron como 7 días en altamar, cruzando el oleaje que en ocasiones estaba muy fuerte; llegamos a Portugal y después estuvimos como 4 meses en el mar Mediterráneo, donde visitamos Italia, Croacia, Francia, España, y los últimos dos meses los pasamos en el mar Báltico; estuvimos menos de 15 días en Noruega, y después fuimos a Copenhague y Helsinki”.
También visitaron varias ciudades de Polonia y se bajaron en Estocolmo, que era el final de la ruta y habían pasado los 6 meses, de ahí fueron 18 horas de vuelo a México.
Vale, como la llaman sus amigos, afirma que este viaje le abrió la mente al mundo y en las próximas semanas se embarcará en otro crucero, donde pasará las navidades y el año nuevo, “hay que dejar la zona de confort y atreverse a conocer otras culturas y otra gente”, subraya, cuando ya se despide para atender a unos clientes.