Se ha ido un operador maestro de la radiodifusión guanajuatense
El siglo pasado, incluso antes de que llegaran los celulares tipo ladrillo y la tecnología pusiera al alcance de nuestra mano el manejo de imágenes, audios y videos, con el solo toque del pulgar o el índice, las cosas en la radio —al igual que en la mayoría de medios electrónicos e impresos— eran totalmente otra cosa.
Familias completas se arremolinaban en torno al aparato del que salían música, canciones, historias dramáticas convertidas en radionovelas con escasos efectos ambientales, pero efectivos; concursos, noticias, en fin, todo un mundo sonoro que despertaba la imaginación.
Las señoras disfrutaban las radionovelas, los señores de las transmisiones de los partidos del futbol y el box o la lucha libre que eran transmitidos por algunas estaciones que han sido los pilares de la radio en el país.
De niños nos inquietaban esos sonidos y voces misteriosas que salían del receptor como si seres diminutos estuvieran metidos en ese aparato mágico, produciendo todo ese mundo auditivo que nos llegaba por las orejas; seguramente más de una vez, tratamos de abrirlo para ver qué había dentro.
Ya más grandes de edad, supimos que detrás de lo que escuchábamos había empresas radiofónicas con un área administrativa y la otra técnica con productores, locutores, efectistas, etc., haciendo que la máquina de los sueños arrancara y se quedara al aire cada día.
Los primeros transmisores medían lo que mide un congelador de carnicería especializada en cortes argentinos. Tenían muchos botoncitos, foquitos, rojos, amarillos, verdes. Eran de bulbos —unas cápsulas de cristal, casi del tamaño de un vaso— que tenían que calentarse para funcionar adecuadamente.
Entre estas sierras y montañas, Germán Cuevas Manjarrez fue un mago graduado desde muy joven. Tenía frescos los recuerdos de cómo llegaron parte de los transmisores de Radio Santa Fe de Guanajuato a su casa y la curiosidad inmensa que le causó saber de qué se trataba, qué eran aquellas cosas.
Siendo un niño travieso y su padre conociendo a sus retoños, les prohibió a él y sus hermanos se acercaran a tocar los extraños aparatos. Quién iba a decir que años más tarde se convertiría en el operador maestro de la emisora guanajuatense, para el resto de su vida.
La última vez que hablamos con él, justamente enfrente de las instalaciones de Radio Santa Fe de Guanajuato, en la calle de Municipio Libre, en la capital de Guanajuato, recordó esa escena, teníamos planeada una entrevista acerca de su quehacer en tantos años de trabajo y experiencia.
En este sentido, además de atestiguar los vertiginosos cambios que se dieron con el cambio de siglo en materia tecnológica, también fue protagonista de la muda de esos monumentales transmisores, a unos sencillos y pequeños pero potentes transmisores radiofónicos que se usan actualmente.
Siempre en constante evolución y aprendizaje, no se guardó el conocimiento y lo compartió cada vez que fue necesario.
Cuando nos recibió en 1998, hace casi 25 años, para hacer un noticiero de 30 minutos a Beatriz Vargas y luego de un mes a Marisela Rico, operábamos en una cabinita de dos por dos metros, donde estaban los micrófonos, una grabadora de carrete marca Teac, donde se ponían los audios que eran bajados de casetes de 30 minutos donde se pautaba en qué minuto y qué segundo debían empezar y acabar la declaración, de tal o cual funcionario. Era la prehistoria mediática.
De esos tiempos atesoramos muchos momentos juntos el equipo de noticias —al igual que muchos compañeros y compañeras de la radiodifusora— con Don Germán, quien después se convirtió en el gran maestro de muchas compañeras en el arte de la edición y la operación de las máquinas de transmisión.
Como técnico operador sin duda fue el mejor que hemos conocido, siempre enfocado a sacar las cosas adelante de manera profesional, apoyando a los conductores sobre lo que debíamos hacer desde una transmisión remota o en la cabina.
A pesar de que la radio es a momentos como un ente vivo, que transpira estrés constante, sobre todo si estás transmitiendo en tiempo real, Cuevas Manjarrez siempre tuvo la templanza para dominar esa bestia y si había contratiempos hábilmente eran sorteados con tranquilidad y eficacia. Nunca lo vimos alterado o perder las riendas de lo que estaba haciendo. En lo general fue así: un ser humano excepcional al que hay que agradecerle la oportunidad de la amistad y la camaradería. La paciencia y el buen humor.