El Festival Internacional de Cine de Horror Aurora cumplirá 18 años en marzo.
La noche llegaba siempre con una nueva oportunidad de vencer el miedo, sin embargo escuchar que las muñecas que estaban debajo de su cama cobraban vida y se arrastraban para tratar de subir al lecho aumentaban los latidos del corazón, la respiración se volvía agitada, la piel se erizaba, y apretaba los ojos para tratar de despertar de esa pesadilla.
Tenía unos 5 años, y eran tan vívidas esas sensaciones que alguna vez vio flotar en el aire a una de esas muñecas —propiedad de su hermana— con su carita dulce que contrastaba con todas las sombras de la habitación, creando terroríficos escenarios, de formas fantasmales y demoniacas.
Luchar contra el miedo se volvió reto y aquellos sustos que vivió en su infancia, cobraron forma y se convirtieron en modelos de gran parte de su obra —es licenciado en Diseño Gráfico y Artes Visuales y maestro en Historia—, en dibujos y grabados, donde fantasmas, muertos, brujas, duendes y seres aterradores, se muestran y se materializan, para desde el papel, espantar o al menos asombrar al espectador.
Sin embargo, esa pasión por lo macabro se ha visto cristalizada en algo más contundente que está a punto de alcanzar la mayoría de edad: el Festival Internacional de Cine de Horror Aurora. Su fundador y director, Alejandro Montes Santa María (1979, CDMX), revela algunas pistas para conocer cómo surgió esta institución, que se ha posicionado en el mundo y que ha logrado convocar la participación de cineastas de al menos 60 países alrededor del mundo.
Alejandro y su familia, después del temblor de 1985 en el entonces Distrito Federal, se mudaron a la ciudad de Irapuato, donde vivieron con su tía desde sexto de primaria hasta la preparatoria. Aunque radicaba en la ciudad fresera, cada fin de semana visitaba Guanajuato capital, atraído por las actividades culturales de la ciudad.
Desde niño descubrió la magia de la lectura, los libros han sido su pasión desde entonces, “no concebiría la vida en todos sus matices sin los libros, la música y el cine”, intereses que entremezcla con sus actividades profesionales de manera cotidiana, aunque también le encantan los videojuegos.
“En general me gusta mucho la novela, no nada más leo terror, de hecho es de lo que menos leo, pero me gusta mucho la literatura fantástica y la ciencia ficción; lo que me cuesta más trabajo es la poesía y estoy aprendiendo a leerla; entre mis autores preferidos está Arturo Pérez Reverte, soy groupi de ese tipo, es mi autor de cabecera, siempre lo leo en su columna cada lunes para empezar bien la semana.
En la niñez, me llamaban la atención las historias de fantasmas, historias de miedo y terror, entonces siempre hostigaba a mis tíos o conocidos adultos, para que me contaran ese tipo de narraciones, el cerdo con ojos de monedas de oro y cuentos de aparecidos, siempre me gustaron esas historias de miedo”.
Hay un libro de Manuel Leal, de leyendas de Guanajuato que le impactó tanto que de tantas relecturas acabó deshojado. Además muy dentro de él sabía que esa temática, pasión o afición, era algo que se encontraría en el futuro.
“Lo que hacía de niño, era llevar a mi cuarto unas de las muñecas de mi hermana, de las que más me daban miedo y las metía debajo de mi cama, para en la noche decir: esta noche no me va a dar miedo, me acostaba y trataba de dormir y qué fregados, con los ojos cerrados me la pasaba pensando insistentemente e imaginando que la mona se iba arrastrando debajo de la cama, para subirse agarrarme y algo me iba a hacer. El objetivo cada noche era el mismo: dejar de tener miedo”.
El cine también lo marcó muchísimo y una escena que se le quedó grabada es una El Padrino, de Francis Ford Coppola, donde a uno de los protagonistas lo abren en canal con un cuchillo, eso se quedó estampado nítidamente en la memoria, “además lo vi en un cine de aquella época, con mezzanine y dulcería, en una pantalla grande, de aquéllos que tenían capacidad de 200 personas”.
Con el tiempo también obtuvo la enciclopedia de Fantasmas y los Monstruos, y otras por el estilo que lee y relee todavía; tiene muchos libros e historietas sobre esta temática. Incluso reconoce que aún hay muchas películas y cuentos que le dan miedo o que lo menos, lo dejan inquieto o incómodo.
Pero bueno, más que masoquismo, Montes Santamaría afirma que lo prodigioso de esta perturbadora proclividad, son las amistades y aventuras que le han dejado en la vida esos festivales, además de que aun hay varios proyectos en el horno que deben consolidarse y andar con vida propia, aunque lo hagan con fachada de Frankenstein.