Una revolución de la conciencia a través del arte titiritero
¿Te has dado cuenta de cómo la tecnología ha transformado el entretenimiento y nos ha absorbido por completo? Sin embargo, hay algo que la tecnología no puede igualar, algo que solo el arte titiritero puede ofrecer. Una obra de títeres es una experiencia única, que no solo nos entretiene, sino que también nos educa y nos hace analizar la sociedad en la que vivimos. ¿Por qué conformarnos con la pantalla de un dispositivo cuando podemos ser transportados a un mundo de fantasía y aprendizaje a través de los títeres?
Afortunadamente, en la ciudad de Guanajuato, reside uno de esos profesionales singulares del arte titiritero: Raúl Juárez Sosa, también conocido como “Pedro Sosa”. Durante más de 30 años, Sosa ha construido y dado vida a una variedad de personajes, criaturas y escenarios, logrando conectar con audiencias de todas las edades y orígenes a través de sus cautivadoras historias. Con una habilidad innata para conectar con el público gracias a su humor pícaro y su creatividad, Sosa es capaz de generar emociones y reflexiones en todos aquellos que tienen el placer de disfrutar de su arte.
Hace unos días, tuve el placer de entrevistar a Pedro. Durante nuestra charla, abordamos temas como su historia de vida, su profesión y su percepción del arte, e incluso profundizamos en aspectos espirituales. La conversación resultó muy amena e interesante.
“Yo hago teatro de títeres porque quiero hacer una revolución, pero no una revolución armada, sino una revolución de conciencia”, me confesó Sosa. “No me gusta criticar nada si esa crítica no contiene la parte espiritual, porque si quieres cambiar algo lo primero que tienes que cambiar es a ti mismo”.
Pedro creció en la Ciudad de México rodeado de una gran influencia musical gracias a sus antecedentes familiares en la música de cámara y orquesta. Desde temprana edad se sintió atraído por la música y estaba seguro de que su vida estaría dedicada a ella; con el tiempo comenzó a explorar otros géneros, como el rock y la música progresiva, pero la sugerencia de su padre de hacer música popular para tener éxito comercial fue decepcionante para él y lo llevó a reconsiderar sus opciones.
Decidió abandonar su carrera de composición en la Escuela Nacional de Música Técnica en Coyoacán y comenzó a estudiar letras, donde tuvo la oportunidad de aprender de grandes profesores como Juan José Arreola, Carlos Monsiváis y Héctor Bonilla. Al mismo tiempo, empezó a adentrarse en el mundo de la dramaturgia y las artes escénicas. “Para mí, la dramaturgia era muy interesante porque combinaba la composición musical con las señas. Fue entonces cuando me di cuenta de que quería trabajar en las artes escénicas, pero no necesariamente de forma directa con el público”, compartió Pedro en nuestra entrevista.
Me explicó que, para alguien sin contactos en el medio, la Ciudad de México puede resultar un nicho difícil de adentrarse en cuanto a las artes escénicas se refiere. Sin embargo, en lugar de dejarse vencer por las circunstancias, decidió armarse de valor y dar un giro radical a su vida: dejó todo para comenzar desde cero en un archipiélago de América del Sur. A pesar de la desaprobación familiar, él tenía ganas de explorar otras realidades.
Con solo una mochila en la espalda, Pedro y un compañero de escuela se aventuraron hacia Tierra del Fuego, un lugar muy remoto. Allí decidieron llevar su arte a la gente. Utilizando ramas, piedras y todo lo que encontraban a su alrededor, creaciones que dejaron una huella indeleble en Pedro. “Fue una experiencia maravillosa”, me contó entusiasmado mientras rememoraba aquellos tiempos.
Las historias que creaba en esa época tenían que ver con la soledad y la búsqueda de un acompañamiento espiritual. Pedro me dijo: “entonces me di cuenta que no quería perder ese acompañamiento del alma y los títeres eran un buen camino para poder lograrlo. Ahí es cuando decidí empezar a hacer teatro de títeres por el resto de mi vida”.
Debo confesarles que hace ya varios meses Pedro me llevó uno de sus títeres a mi oficina y me conmovió mucho al verlo. Me daba la impresión de que ese personaje de madera era real. Me impactó mucho su figura, sus detalles, su presencia misma, es notable el esfuerzo con el que trabaja sus personajes y esa energía que les da para que tengan vida; Sosa es como un Gepetto moderno. Parte de su técnica y estilo en el arte de los títeres se debe a la influencia que ha recibido de Sudamérica, donde la comunicación con el público es muy activa.
Sosa reconoce el potencial artístico en México, pero también es consciente de la complejidad de la cultura en el país. “El arte en México es maravilloso, ¿verdad?”, comenta, “pero la cultura en México es un sistema burocrático. Las personas que trabajan dentro de este sistema a menudo lo ven como un trabajo, pero ¿cómo pueden ser serios y comprometidos con los proyectos si generalmente no son consecuentes y solo se dedican a improvisar de acuerdo a intereses políticos?”, señaló.
Toda su vida se ha dedicado a abrirse paso y a buscar la credibilidad: “primero la credibilidad y después los medios económicos, claro está, pero pues no siempre hay becas para esto, ni hay fideicomisos para eso, ni mecenas, no, todo lo contrario”, destacó con ciertas risas.
De acuerdo con él, el principal recurso que un artista tiene son sus propios recursos “lo que necesitas para hacer una obra de arte son tus emociones, son tus aberraciones, son tus odios, son tus amores. ¿Eso es nada más, no? Aunque para poder hacer un proyecto cultural, obviamente se necesita de los recursos económicos”.
Se ha ido ganando su reconocimiento con sus propios medios. Según comentó ser titiritero no ha sido un camino sencillo, “vivir de esto no siempre va a ser el sueño de los artistas, donde tienes los aplausos y las marquesinas, los reportajes y la farándula. Sino en ciertas ocasiones todo lo contrario, el encierro, el olvido o a veces la falta de seriedad hacia nuestro trabajo. Pero al final el resultado siempre vale la pena”, mencionó en tono meditativo.
De la trayectoria profesional de Pedro se destacan varias obras y participaciones, dentro de ellas son más de 100 funciones que realizó en todos los municipios del Estado, con el objetivo de enseñar a los niños sobre el cuidado del agua. Además, ha tenido la oportunidad de viajar a países como Japón, China y Corea, y también ha recorrido gran parte de Estados Unidos y América Latina gracias a su trabajo como artista. Actualmente es considerado como artista emérito en el Instituto Nacional de Bellas Artes.
Algo que también platicamos trata de la capacidad multifacética de un titiritero, “el mismo arte lo demanda, soy ejecutante, soy músico, soy artista plástico, soy artista escénico y soy artista dramático, yo hago todo el trabajo”, menciona, “yo me juego por hacer algo de verdad, algo serio”.
“Un artista, se mete en su taller, en su mundo y nadie lo va a sacar de ahí, porque es un mundo hermoso y maravilloso. Ahí los colores los eliges tú, los olores, los sabores, los sentimientos. Eres uno entonces. Pero el mejor momento del artista, no es irse de incógnito, lo contrario”, me dijo con mucha honestidad. “También te vuelves un promotor de tu propio trabajo y luchas por la promoción cultural, pero un verdadero promotor cultural ya tiene la conciencia de que la cultura va a ser un medio muy efectivo para poder llegar a ciertos sectores y ahí poder tratar ciertos temas de dificultad”.
Durante diversos momentos de la entrevista enfatizó que su objetivo no es solo hacer que las cosas funcionen y se vean bien, sino precisamente despertar la consciencia de las personas y promover la introspección sobre sus acciones, no busca grandes sumas de dinero, sino proyectos de continuidad.
“La parte más importante de mi trabajo es la creación artística en sí misma, y no el dinero que pueda ganar con ella. Sobre todo me interesa la difusión cultural con la cual explorar temas para el análisis crítico de nuestro entorno”, destacó Sosa.
Le pregunté: Pedro, ¿qué le recomiendas a un artista de cualquier gremio que lea esta entrevista? “Seguir soñando y esto te da la capacidad de seguir creando. La creatividad humana tiene que ver con lo que estás imaginando, no con lo que ya está imaginado. Tienes que ser muy observador, tienes que ser muy sensible, tienes que ser también muy, muy apasionado. No es importante el resultado. En un proceso creativo lo que menos importa es el resultado. Es el proceso”.