viernes, septiembre 20, 2024
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LOS MILAGROS DEL SEÑOR SAN ANTONIO

Estampas Leonesas

Cuando era niño (no hace muchos siglos), la madre Irene —una laica religiosa madre soltera— nos llevaba a la doctrina. “¿Dónde está Dios?”, preguntaba. El coro de la chiquillada (los niños en un lugar y las niñas en otro): “Dios está en el Cielo, en la Tierra y en todo lugar”.

Un tiempo fuimos a la parroquia del Espíritu Santo, en la colonia Industrial, pero luego fue más práctico ir al templo de San Antonio, colonia vecina, porque “la madre” era la educadora religiosa:

Mandamientos de la Ley de Dios, pecados veniales y los pecados capitales: soberbia, avaricia, envidia, ira, lujuria, gula y pereza. Los aprendí tan bien que los practico con frecuencia, con preferencia por los últimos tres: pereza todos los días, la gula cuando hay comida gratis y la lujuria cuando alguna despistada se anima.

Padre Nuestro, Ave María, Yo Pecador y demás rezos. Lunes de ofrendar flores que mi madre cortaba del laurel que estaba en el patio de atrás.

“¡Bendito, bendito, bendito sea Dios: los ángeles cantan y alaaaban a Dios!”.

A hacer la primera comunión con las respuestas memorizadas por si preguntaba el sacerdote.

Templo de San Antonio y vista de su interior.

Algo sucedía, que de jalar las trenzas a esa niña se pasaba a mirar quién sabe cómo. Ella antes mostraba la lengua; ahora abanicaba sus ojitos. De imaginar de nuevo esa lengua tendría que irme a confesar.

Esa niña y sus amigas, que vivían al otro lado del arroyo Mariches, crecieron y querían novio. La mayoría lo logró: las que no, regresaron con San Antonio a rezarle y a comprar un cuadro que había que poner de cabeza hasta que cumpliera con su labor.

Si la niña de la lengua lo hizo por mí, temo decirle que no se le cumplió, pues no la volví a ver, ni siquiera a mediados de junio, en especial el día 13, cuando era la fiesta grande del Santo Patrono. Así era el anhelo de amor en esos tiempos sin internet pornográfico (dicen que trae muchos virus).

San Juan Bosquito ponía la materia prima y sólo había que estar vestido y peinado acorde a la época para tener posibilidad de lograr el reto de la manita sudada, las salidas con chaperón y la plática a la puerta de la casa, la famosa “reja”, bajo la severa vigilancia de suegra, suegro y cuñados. Los milagros para conseguir novio eran reto para San Antonio de Padua (cuya parroquia está en la misma zona poniente de la ciudad). Lamentablemente, no existe santo o santa que garantice conseguir novia.

Es por eso que el primo del hermano del amigo del sobrino del compadre de un vecino que nació y creció en esa parte de la ciudad, fue virgen durante su adolescencia.

Federico Velio Ortega
Federico Velio Ortega
Periodista, maestro en Investigador Histórica, amante de la lectura, la escritura y el café. Literato por circunstancia y barista por pasión (y también al revés)
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