Memorias del Corazón III
Era una fiesta, mucha alegría cuando llegaba la Fiesta de San Juan y Presa de la Olla. La gente preparaba comida para irse a la Presa y allá comer con la familia, disfrutar de la música y eventos que organizaban y se realizaban todos alrededor de la Presa.
Eugenia Macías
Antes no las elegían al dedazo o contentillo de unos cuantos (Reina). Cada grupo elegía su candidata y el reto era vender boletos, la que vendía más era la que ganaba. Así la población podía participar.
Eugenia Macías sobre la elección de reina de la fiesta y de la ciudad
A propósito de la calurosa temporada y en plena conmemoración de Las Fiestas de San Juan y Presa de la Olla, una celebración que es referente de vida e historia de Guanajuato Capital, adquieren pertinencia las memorias de una capitalina que recuerda y extraña una versión algo distinta de lo que actualmente conocemos las recientes generaciones sobre esta importante fiesta.
Memorias que muestran una época en la que, durante esta celebración, las inmediaciones de la Presa de la Olla cobraban relevancia pues eran un lugar predilecto de esparcimiento a donde las familias capitalinas, de todos los niveles sociales, iban a pasar el día en el que se conmemora el nacimiento de San Juan Bautista, y cuando se festeja también el aniversario de la edificación de un histórico embalse que es parte inherente de la ciudad.
No hay certeza de por qué se asocia a la Presa de la Olla con San Juan Bautista, sin embargo podría deberse a que la celebración de este santo es justo en junio y, popularmente, a que se tiene la creencia de que el 24 de junio inicia la temporada de lluvias. Dato curioso es que, aunque ahora se relaciona con aspectos religiosos católico-cristianos, los antepasados indígenas veneraban a Tláloc, Dios de la lluvia, en la misma fecha.
De acuerdo con algunos historiadores, los evangelizadores venidos de España que llegaron a México aprovecharon esa veneración para empatar con la creencia religiosa y evangelizarlos más fácil. Si bien no es de religión ni de evangelización que quiero hablarles, importa tener en cuenta, porque es importante, la correlación que, se supone, guardan ambas situaciones.
Más bien quiero tratar sobre las Fiestas de San Juan y Presa de la Olla que a decir de muchos capitalinos —quienes orgullosamente han rebasado los 70, 80 y hasta los 90 años de edad—, ya no es la “bonita fiesta” que fue; al grado que esa frase de “tal como lo señala la tradición” no da lugar a usarla ya que de la fiesta original muy poco queda y se ha ido realizando a modo y capricho de unos cuantos, sostienen varios ciudadanos adultos mayores.
Charlas con capitalinos mayores de edad dejan a la vista que para ellos el recuerdo sigue tan vigente como si fuera el momento preciso, como si estuvieran en el instante en que ocurre. Ante el torrente de memorias que evocan y se articulan a través de sus voces, la emoción en su narración y el brillo que se apodera de sus ojos, en mi mente se recrean imágenes con mucha facilidad, como si yo hubiera vivido, visto esa algarabía previa a la Fiesta de San Juan y Presa de la Olla durante la elección de la Reina de la ciudad.
De acuerdo con la señora María Eugenia Macías, capitalina que hoy disfruta de sus ochenta y cinco años —disfruta porque realmente contagia buen ánimo, es alegre y en su juventud vivió muy de cerca esta bonita tradición, que en su opinión se ha perdido— hoy poco se conserva de la costumbre de ir de paseo con la familia a comer (un día de campo) en el jardín de las Acacias o en San Renovato.
“Era una fiesta, mucha alegría cuando llegaba la Fiesta de San Juan y Presa de la Olla. La gente preparaba comida para irse a la Presa y allá comer con la familia, disfrutar de la música y eventos que organizaban y se realizaban todos alrededor de la Presa. La gente vestía la mejor ropa que tuviera, solían estrenar atuendo, y se iban a disfrutar y olvidar por un momento las penas que tuvieran”. Apunta que ella era muy niña cuando comenzó a vivir esa fiesta y guarda en su memoria hermosos recuerdos junto a su familia, y desde luego ya de joven junto a sus amigos.
Cuatro candidatas a Reina, no había dedazo
Los testimonios recogidos señalan que antes elegía, de cierta manera, el pueblo a la Reina de las Fiestas de San Juan y Presa de la Olla, que también era “Reina de la ciudad”. Hermosas jóvenes eran postuladas por el gremio minero, electricistas, comerciantes y por la comunidad universitaria. El pueblo realmente participaba en la elección de la soberana de la ciudad.
Hoy, eso quedó muy lejos, ya pasó. Hoy la fiesta es organizada por unos cuantos, el pueblo quedó excluido de la organización y las reinas son elegidas por un cierto grupo sin abrir el más mínimo espacio a la participación ni opinión ciudadana. Eso de “tal como lo marca la tradición” ya no existe. La elección de reinas de la ciudad fue modificada a conveniencia de unos cuantos y no lo digo yo, lo comparten capitalinos en cuyas memorias aún mantienen el recuerdo vivo de lo bonito que esta fiesta fue en otra época, una época que señalan “se fue”.
Todo comenzaba con la postulación de las candidatas, eran cuatro jóvenes las que promovían los grupos cuya actividad predominaba en la ciudad: comerciantes, electricistas (que era Luz y Fuerza), mineros y universitarios; estos últimos casi nunca ganaban pero eran los que más ruido hacían, su candidata hasta paraba el tráfico pues la gente gustaba de ver el desfile que organizaba cada grupo para dar a conocer a su candidata, sigue narrando la señora Eugenia Macías.
Ella recuerda que le gustaba mucho salir a ver esos desfiles que comenzaban en Embajadoras, algunos desde Paseo de la Presa. Las candidatas, vestidas en representación de algún personaje histórico, eran llevadas en carros adornados que recorrían las calles principales generando todo tipo de ruidos, llamando la atención de la gente, pues la idea era justo hacer el mayor escándalo, que todos vieran a la candidata y votaran por ella.
“Antes no las elegían al dedazo o contentillo de unos cuantos. Cada grupo elegía su candidata y el reto era vender boletos, la que vendía más era la que ganaba. Así la población podía participar. Pero la gente podía conocerlas antes de apoyar a alguna, las fotos de las candidatas eran colocadas en la calle Luis González Obregón, en donde hoy se encuentra una sucursal bancaria muy cerca de Presidencia Municipal, con el objetivo de dar a conocer a las aspirantes a Reina. Ahí la gente las veía, luego decidía su favorita y compraba boletos”. La señora Macías recuerda que ese no era el único lugar donde colocaban las fotos de las candidatas, que había otros espacios muy concurridos.
Entonces había toda una preparación y promoción de las aspirantes a reinas, y usualmente ganaba la candidata de los mineros, pues “eran los que más dinero tenían y los que más boletos compraban”; reconoce nuestra entrevistada que sin embargo la más bonita solía ser la que proponían los estudiantes, pero no ganaba porque no tenían mucho dinero para comprar boletos. Recuerda que todo se decidía por la venta de boletos, e insiste: “cosa que ya no ocurre”.
“Todas las candidatas eran muy bonitas, ni se diga la que postulaban los estudiantes de la Universidad de Guanajuato; unas muchachas que hasta paraban el tráfico. Recuerdo una ocasión una joven que se paró en la Plaza de la Paz, traía puesto un pantalón corto y no más por verla los carros se detenían, era muy guapa. La gente disfrutaba toda esa fiesta previa. Yo la disfrutaba”, rememora.
Coronación y Alborada
El baile de coronación era una celebración muy exclusiva, se efectuaban en el Teatro Juárez; no cualquiera podía entrar ya que era únicamente por invitación, nadie que no fuera invitado tenía acceso y el atuendo obligado era “de largo y traje”, es decir obligaba vestido de gala y largo para las mujeres y de traje para hombres, “muy elegante”.
Para amenizar el baile, recuerda, no podía faltar el famoso organista Juan Torres; famoso músico originario de Ocampo, Guanajuato, que fue considerado como el creador del órgano melódico. “No podía faltar, era la sensación su manera de hacer música, parecía que hacía hablar al órgano. La interpretación de la canción Teresa lo hacía muy hermoso. La gente lo aclamaba. El baile de coronación no era sin él”. Éste se realizaba un día antes del 24 de junio, previo a la Fiesta de San Juan y Presa de la Olla. Doña Eugenia recuerda que por varios años se realizó una “alborada”, la noche antes al 24 de junio, que en un tiempo tuvo lugar en la Plaza de la Paz, ahí se amanecían (sobre todo jóvenes) y de ahí se iban a la Presa de la Olla para vivir la fiesta y la presentación de las Reina y las princesas.
También recuerda que por varios años esa alborada tuvo lugar en las inmediaciones de la Presa de la Olla. La gente gustaba ir desde un día antes, y durante la noche había gran algarabía con los festejos previos de la fiesta del día 24 de junio. La gente pasaba la noche festejando hasta amanecer. Unos en el centro de la ciudad, mientras que otros la pasaban en la Presa de la Olla.
“A la gente le gustaba ir para disfrutar de los juegos pirotécnicos que con motivo de la fecha quemaban, además en el espejo del agua de la presa había espectáculo, un grupo de danza acuática se presentaba generando gran sensación mientras afuera había música. Muchas personas, sobre todo jóvenes, se quedaban hasta amanecer. Era una cosa muy bonita”. Se le iluminan los ojos a doña Eugenia al recordar esa bella época de su juventud, cuando las fiestas tradicionales de la capital “no se habían distorsionado tanto”.
Hoy, ya con más de ochenta años de edad, Doña Eugenia ya no sale ni al jardín, se le dificulta caminar por los caprichosos callejones de su ciudad, esa ciudad que en otra época cuando joven recorrió y disfrutó una y otra vez.
Aunque hace un par de años que ya no ha vuelto a ir a la Presa de la Olla, doña Eugenia dice comprender que los tiempos, las generaciones y los modos cambian pero reconoce que anhela el regreso del origen de estas fiestas y de las costumbres que han dado sentido e identidad a la ciudad de Guanajuato, pues comenta que esas bonitas tradiciones que, en determinado momento, involucraban a todo el pueblo sí deberían retomarse desde su origen y ser preservadas evitando que cada nueva autoridad o grupo de poder abone al “cambio y distorsión”.
Tanto ha cambiado, comenta doña Eugenia, que las actividades ahora se realizan en todos lados menos en la Presa de la Olla. Recuerda: “cuando niña me iba con mi mamá, a ella le gustaba ir a escuchar las agrupaciones que traían al Teatro del Pueblo. Cobraban por entrar pero cada entrada tenía derecho a una cerveza. Éramos pobres, así que mi mamá juntaba para pagar la entrada y con una cerveza la pasaba, a ella lo que le interesaba era la variedad. Yo la acompañaba y aprovechaba para jugar, luego acababa el espectáculo y nos íbamos a casa no sin antes dar una vuelta alrededor de la Presa”. Reitera que todo evento era en esta zona y toda la gente se congregaba ahí porque justo “eran las Fiestas de San Juan y Presa de la Olla”.
No recuerda hacia qué año comenzaron a modificarse las actividades de esta celebración hasta llegar a la actualidad, lo que sí asegura es que la fiesta no era ni fue, en gran parte, lo que hoy es.