Sopranos, pianistas y clarinetista; lo que más extrañan: tacos, guacamole y gorditas.
En el mes de marzo, a Angélica, Ibeth y Beatriz les gana la nostalgia. Ya para entonces la maravillosa Francia cede lugar a la evocación y se buscan y reúnen para preparar algo de comida que les recuerde México. En unas semanas más irán a su país y se encontrarán en esa tierra abajeña. La primera, de la ciudad de Guanajuato, del mero barrio cercano al panteón de Santa Paula y, por ende, de las afamadas momias. Sus compañeras son celayenses.
Las tres son creadoras, concertistas, cantantes e intérpretes de talento aplaudido en México y Europa; mujeres que son parte de un proyecto que deleita en esta temporada. Son Angélique et ses amies (Angélica y sus amigas).
La primera es Angélica Retana Ramos. Nació en Guanajuato, “por las momias”. Es clarinetista tiene casi 22 años fuera del estado, aunque “siempre regreso normalmente los veranos. Guanajuato es la ciudad que amo y a veces también en invierno me doy mis vueltecitas”. Desde hace 20 años vive en París, trabaja como clarinetista y da clases de música de cámara. Es egresada de la Universidad de Guanajuato y ha tocado en su orquesta.
Ibeth Ortiz es soprano, celayense que estudió en el Conservatorio de Música de esa ciudad. Tiene licenciatura en instrumentismo con especialización en cello y canto. Vive en Francia desde hace 5 años. Terminó una maestría en canto como concertista y empezó otra como educadora para proyectos escolares.
Beatriz Guerrero Jiménez es también de Celaya; pianista y ahora en su faceta de cantante. Comenzó a tocar el piano a los 9 años de edad en clases particulares con una maestra y estuvo tres o cuatro años así hasta que entró al Conservatorio de Celaya y decidió estudiar música, gracias a ello tuvo la oportunidad de acompañar a instrumentistas y cantantes.
“Me enamoré del repertorio vocal de acompañamiento y empecé a tomar clases de canto”. Ahora también soprano y canta arias de ópera. Se fue hace cinco años a la École Normal de París a hacer una especialidad en acompañamiento al piano y acaba de obtener un diploma de dirección de canto. Entró a otro Conservatorio en Francia. Es acompañante al piano en dos conservatorios en ese país: en uno acompañó repertorio vocal e instrumental y en otro acompaña danza contemporánea.
“Es un reto para mí; es muy interesante”, asevera.
¿Cómo les va allá con la nostalgia, qué pasa cuando se encuentran por allá con mexicanos o entre guanajuatenses?
Angélica no lo piensa:
“Extrañamos la comida. Estamos del otro lado del Océano Atlántico y la comida no es lo mismo; cuando nos contactamos o hablamos, algo nostálgico, pues los tacos allá no saben igual y el guacamole tampoco”.
Beatriz opina lo mismo y agrega:
“En marzo empiezo a tener el sueño de que mi mamá llega con una canasta llena de comida: quiero un mole o un pozole. A mitad de febrero o marzo, uno cuenta los días para irse de vacaciones a México”.
Extraña también a la familia y el idioma: “es otro y hay que adaptarse y cuando uno encuentra a una persona que habla en español, nos relajamos. No esperaba ver cómo las personas pueden olvidar su idioma natal, pero sí se olvida y es interesante lo que pasa en la cuestión de adquirir una lengua extranjera”.
Ibeth también extraña a la familia y la comida, pero —sobre todo— el trato mexicano:
“Allá la gente —no quiero poner etiquetas— es extraña, como que siempre anda de prisa; los mexicanos somos muy calurosos y aquí en Guanajuato la gente es muy cordial”.
Se les comenta y pregunta: Dicen que los mexicanos tenemos dos patrias. México y el estado, la patria chica; ¿qué extrañan de Guanajuato?
Angélica responde: las gorditas; Ibeth reitera que la calidez guanajuatense.
Angélica aprovecha para informar que organiza un festival para 2024:
“Voy a traer alumnos de Francia y Estados Unidos con niños de Guanajuato para un curso de verano del 15 al 27 de julio. Habrá maestros de tres naciones, que tocan en la ópera de París y a nivel internacional”.
La charla termina con un canto a cuatro voces de las dos primeras estrofas de “Camino de Guanajuato”, con lo que concluyeron el concierto Agélique et ses amies que acababan de ofrecer antes de la entrevista.
Por si se animan, podrían cantar en Francia así:
Route de Guanajuato
La vie ne vaut rien
la vie ne vaut rien:
commence toujours à pleurer
et ainsi les pleurs se terminent;
c’est pourquoi dans ce monde,
la vie ne vaut rien.
León, Guanajuato, jolie;
sa foire avec son jeu.
Là tu joues ta vie
et celui qui gagne est respecté.
Là dans mon León, Guanajuato
la vie ne vaut rien
Petite ville de San Felipe,
que tu as tes tours brisées:
comme tes femmes sont belles
quand ils parlent d’amour
et que San Miguel de Allende,
C’est vrai, ça a des charmes.
Route de Guanajuato,
Qu’est-ce que tu traverses tant de ville:
ne passe pas par Salamanque,
qu’il me fait mal la mémoire;
faire le tour des trottoirs,
ne passe pas, car je meurs.
Le Christ de ta montagne
de la colline Cubilete,
consolation de ceux qui souffrent,
culte du toute le peuple;
le Christ de ta montagne
de la colline Cubilete.
Route de Santa Rosa,
les montagnes de Guanajuato:
là juste derrière la colline
Dolores Hidalgo a l’air:
je reste là, compatriote;
voilà ma ville bien-aimée.