La Llorona, espectáculo multidisciplinario que involucra teatro, danza prehispánica y música, cumple 30 años seduciendo al público, local e internacional, al mostrar a ese personaje enigmático y amoroso que habita el imaginario. Desgarrador es su lamento, que ya se oye en la zona chinampera de Xochimilco, último reducto del México viejo…
Alejada de los reflectores y del show business, la primera actriz Nayeli Cortés Castillo anhela que las nuevas generaciones de mexicanos conozcan esta leyenda, tal como ha pasado de padres a hijos gracias a la tradición oral, y que sepan distinguir entre la cultura nacional y las costumbres llegadas del extranjero en temporada de Día de Muertos.
Un soplo gélido rompe el silencio. Cortés Castillo recuerda que es parte de la producción del montaje desde hace 15 años e interpreta a La Llorona hace 10. Es una diosa tutelar, una Llorona prehispánica. “No es un personaje de terror, sino una madre amorosa que buscaba proteger a sus hijos, y pena porque no pudo hacer nada por ellos”, advirtió.
Se trata de un trabajo profesional que se hace en equipo. La puesta en escena lleva de la mano al público por una historia que se va tejiendo poco a poco, digerible y entendible tanto para niños como para adultos. Cinco meses, día tras días, durante horas, se ensaya la obra para ofrecer algo físicamente realista, en un escenario natural, único y milenario.
“El reto es cantar y gritar. En un momento dado, el personaje, Nahui, interpreta canciones para su bebé, en otro, canta el tema de La Llorona, también gime de un modo doloroso e impactante, canta dulcemente en náhuatl, y en una escena de alto grado de dificultad actoral, llora y grita ¡Ayyyyyyy, mis hiiijoooooos!, una y otra vez”, explica Nayeli.
Ciertamente, la piel se eriza, el viento arrastra la voz de La Llorona, y el entorno se vuelve lúgubre, tétrico e inspira miedo. Es una obra llena de energía y tras la hora que dura la función, ese grito conmovedor y desgarrador se queda tatuado en la piel del espectador más templado; jugar con tantas emociones y plasmarlas en el público es encomiable.
La puesta en escena transmite emoción, gozo, y dolor. La idea es conservar esta tradición que ha perdurado siglos, anotó Cortés Castillo, quien ha andado y desandado numerosas ocasiones los pasos lentos y pesados de La Llorona, personaje central de la leyenda más arraigada en México, este año en temporada del 6 de octubre al 19 de noviembre.
De acuerdo con la actriz, la compañía se concentra en reunir varias artes en un solo espectáculo: danza prehispánica, música, teatro, tecnología mapping, alta ingeniería de iluminación y un escenario natural. Todos los sentidos del espectador se ven satisfechos por esta versión de la leyenda que, inevitablemente, convive con costumbres ajenas como el Halloween.
Todos esos elementos se reúnen en esta puesta en escena para que las familias completas, rodeadas de naturaleza en el último vestigio de la cultura mexicana, vivan la leyenda. Hay que llegar abrigados, pues por ser un espacio abierto y lacustre, el frío cala. También, dispuestos a vivir una aventura nocturna que para miles ha sido inolvidable.
El público pasa tres horas a bordo de la trajinera. Se embarca en Cuemanco y la nave viaja por canales hasta la Laguna de Tlilac, desde donde observa la obra que tiene una hora de duración, y retorna por los canales iluminados por antorchas. Se puede comer porque las comideras se acercan con sus alimentos típicos, sabrosos antojitos mexicanos.
Xochimilco es Patrimonio Cultural de la Humanidad (1987), es parte de la Asociación Mexicana de Ciudades Patrimonio (2011), y sus chinampas son reconocidas como sistema importante del Patrimonio Agrícola Mundial desde 2018; Cortés Castillo desea difundir el gusto por las leyendas e impulsar la investigación histórica de la región.
La génesis. Tras la reunión de agricultores, chinamperos, remeros de trajineras y gente de la comunidad xochimilca, surgió la idea de desarrollar un proyecto a partir de la música, teatro y danza que resaltara los valores y cultura que ellos heredaron de sus ancestros y que ofreciera, a la vez, un paseo en trajinera por los canales en un espacio natural.
La zona chinampera de Xochimilco es el lugar ideal para realizar este espectáculo, un sitio donde sus habitantes se resisten a dejar morir su cultura, tradiciones, celebraciones y creencias. Y al ser el referente más importante de lo que aún se conserva de la zona lacustre de la Cuenca de México, es escenario perfecto para vivir los Días de Muertos.
En esas fechas, añadió la entrevistada, la comunidad participa con la colocación de ofrendas en las casas, visita los panteones para velar a sus muertos y realiza la tradicional “calavereada” en la que chicos y grandes van de casa en casa pidiendo “calaverita”. Por eso el grupo artístico “Nahui Teotls”, prestadores de servicios, y la comunidad, montan La Llorona.
En la obra, es Xochimilco, 1521. Hay rumores de la llegada de extraños hombres de piel pálida y ropajes de metal. Nahui es una noble xochimilca hermana del Señor Xochimilca Yaotécatl. Cuando los extranjeros llegan a Xochimilco, él se ve tentado por una oferta difícil de ignorar, pero ella emprende una lucha por evitar que la tragedia se apodere de su pueblo.
La historia se desarrolla en tiempos que Xochimilco es uno de los pueblos tributarios de Tenochtitlan. Después de ser vencido y conquistado por el pueblo mexica, Xochimilco se ve obligado a brindar fuerza de trabajo, cosechas y tierras al Imperio. Los xochimilcas, encabezados por Yaotécatl se preparan para su primer contacto con los blancos.
Pero ignoran qué pasará. Nahui advierte el peligro de la llegada de estos seres y de inmediato se opone a recibirlos en su tierra, sin embargo, Yaotécatl decide lo contrario, dejando que los españoles permanezcan cerca hasta decidir el rumbo que tomarán. Eso genera fricción entre ambos, de acuerdo con el guion original de la puesta en escena.
Finalmente, Nahui, ya con su hijo Huitzilin en brazos, llega al lugar acordado para el reencuentro con su hermano, pero se encuentra con una escena desgarradora que la lleva a tomar la decisión más difícil de su vida: ofrendar su vida y la de su pequeño a Cihuacóatl, madre del pueblo Xochimilca, a cambio de no volver a ver sufrir a su pueblo, a cambio de permanecer en las aguas, en las chinampas, en el recuerdo de aquellos que vendrían después, con la promesa de reencontrarse con aquellos que amó y el destino arrebató. La Llorona se presenta en la entrañable Laguna de Tlilac, cobijada por el agua de los canales, los sonidos de las aves y el soplar del viento entre los ahuejotes, subrayó la joven actriz.
Además, en la obra suenan instrumentos musicales de origen prehispánico como huehuetl, panhuehuetl, teponazhuehuetl, teponaztli, flautas de barro, hueso y carrizo, ocarinas, jarros silbadores, aerófonos, caparazones de tortuga, tambores de barro, palos de lluvia, chicahuaztli, sonajas de guaje y de calabaza, raspadores de hueso, tenabaris, y atecocolli.
Muchos de ellos actualmente sólo se observan en museos, sin embargo, hacen acto de presencia en ese espectáculo fusionando sus sonidos arrancados a instrumentos modernos como el violín, la guitarra, el arpa y la marimba, entre otros. La Llorona, 30 años, 700 funciones. ¡Aaayyyyyy, mis hiiijoooooossss!