viernes, septiembre 20, 2024
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LAURA BARRERA: EL PERFECTO MUNDO IMPERFECTO DE LOS SUEÑOS HECHOS REALIDAD

Esta es la historia de una mujer que no puede ser definida en modo alguno. Para entenderla hay que entrar en su mundo de relatos, o ser testigo de cómo inspira en las aulas a sus alumnos; pero también al lado de ese compañero que al mismo tiempo es una extensión de ella misma; o descubrirla cómplice de sus hijos. Laura Barrera es una mujer con muchas facetas distintas, pero al mismo tiempo con una sola realidad: la de la autenticidad. 

“Soy una mujer que ama profundamente a su pueblo, sus tradiciones, su origen, su familia, a la gente. Soy terca y obstinada, muy sensible, lloro por todo. Soy madre de Emiliano y Raúl, y esposa del maestro Ray González. A veces soy una niña del pueblo, otras una señora que reza, pero también una mujer que sigue persiguiendo sus sueños…”. 

Laura Barrera, una mujer que ama profundamente a su pueblo, sus tradiciones, su origen, su familia, a la gente. 

Y es que Laura, además, es escritora. Tiene un libro publicado: Para curar de espanto, un libro que recoge y rescata las historias de la gente de Puentecillas con el que ha recorrido distintos escenarios: “Me gustaba escribir desde pequeña, aunque no podría decir que empecé desde chiquita. Durante la adolescencia escribí algunas cosas, y recuerdo que incluso me publicaron en una revista que circuló durante muy poquito tiempo. Después dejé de hacerlo. Ha habido cuatro momentos en mi vida de escritora: cuando de pequeña lo veía como una posibilidad, durante mi adolescencia, y cuando me casé que comencé a hacer unas entrevistas aquí en mi pueblo y luego esas entrevistas se quedaron guardadas un buen tiempo hasta que en la pandemia surgió la oportunidad de escribirlas…”.

Laura recuerda que cuando era niña, en las reuniones familiares siempre había alguien que sacaba el tema de lo sobrenatural provocando en ella un montón de emociones que la paralizaban pero al mismo tiempo despertaban sus sentidos: “siento que esa es la esencia de la vida, el hecho de escuchar estas historias, estas experiencias familiares. Y luego ver que en cada familia hay este tipo de experiencias. Ver que la magia, el plano de los vivos y los muertos se trastocan. A mí me impactaba mucho cuando me decían que mi bisabuela Andrea podía hablar con los muertos, yo decía: ¿Qué habilidad es esa? ¡Me da mucho miedo! Pero también era lo que me hacía sentir viva”.

Revivir esas charlas y traerlas al presente es una forma de hacer que siga encendido en el interior ese fuego que trae a la memoria y al corazón a quienes se han ido físicamente pero se han quedado a través de esos relatos: “Me gustan mucho estas historias y sobre todo también porque me recuerdan a la forma de narrar de los tíos, de los abuelos, de los parientes más grandes y de cómo captaban nuestra atención. Era un momento en que toda la familia se envolvía  en una sola atmósfera y uno no volvía a ser el mismo después de esas historias. Ya no volví a ver cierto tipo de árboles o plantas de la misma manera, ni los caminos, la oscuridad o los rituales. Esas historias cambiaron mi percepción de la vida”.

Por eso es que años después, fueron estas narraciones el alma de su libro: “Me inspiró el hecho de conservar nuestra memoria, la memoria de nuestro pueblo. A veces pensamos que la inspiración viene de puras cosas bonitas, y en parte sí, pero también el dolor y la tristeza de ver que el paisaje está cambiando  y que, por ejemplo, las personas nuevas que llegan a vivir a este lugar, Puentecillas, no lo valoran o no lo aprecian pero igual eso es parte de la inspiración. Siento que estamos en una época insípida, en una época que tecnológicamente está muy padre pero la esencia de sentirse vivo, la esencia del espíritu humano es algo que debemos seguir conservando”.

Este mismo propósito lo practica día con día a lo largo de su actividad docente. Ser maestra para ella, sí fue un sueño que acarició desde niña, una vocación que nació desde temprana edad. Así que luego de impartir talleres en primaria y secundaria, llegó, un día del 2015 a la Escuela de Nivel Medio Superior de la Universidad de Guanajuato, y hasta la fecha sus clases los transforman, moldean e inspiran.

“La docencia es una actividad que me ha dejado muchas alegrías, satisfacciones y aprendizajes… la prepa en especial es muy bonita porque es un proceso de transición en la vida de los muchachos y me gusta mucho conectar con ellos. Para lograrlo trato de ser la maestra que necesitan en ese momento. Lo que hago es escucharlos y tratarlos con el mayor respeto. Recuerdo mucho mi adolescencia y cómo me sentía, y trato de escuchar, de acompañar… me nace decirles lo que me hubiera gustado escuchar a esa edad… sé que no se puede conectar con todos, a veces se logra, a veces no”.

Laura, además, es madre, esposa, ama de casa. La pregunta obligada es: ¿en qué momento y de qué forma se desempeñan los demás roles?. “Es muy desgastante pensar o pretender ser perfectos. A veces tengo la casa hecha un reverendo desastre, y a veces no, los chicos ayudan con las labores, se responsabilizan pero tenemos que hacer un montón de cosas. A veces estamos lavando los trastes y al mismo tiempo respondiendo y mandando correos, haciendo proyectos. Resolviendo cosas mientras resolvemos cosas. A veces todo es un caos completo pero también hay momentos de mucha paz y alegría. He tenido que negociar conmigo misma y he debido aprender poco a poco a ir soltando esta necesidad de tratar de ser perfecta en todo. He descubierto como esposa, madre y ama de casa que si funciona la casa funciona la vida”.

Al hablar de sus hijos, Laura se define como la mujer más afortunada del mundo: “Nuestros hijos son niños felices. Me siento profundamente orgullosa de ellos por lo que son, por quienes son: personas sensibles, niños que me han enseñado a vivir, a ser más feliz. Siempre voy a estar para ellos”. 

La experiencia conyugal, la vida familiar, la docencia, el ser escritora, peculiarizan el vivir de Laura Barrera. 

Finalmente, Laura describe cómo es ser esposa de otra mente maestra, la de Ray González, que es un reconocido artista plástico: “compartir mi vida con el maestro Ray González es una de las mejores decisiones que he tomado. La otra fue la elección de carrera, la licenciatura en educación. En estos años hemos aprendido muchas cosas. En Los recuerdos del porvenir hay un fragmento donde están los señores Moncada y la madre dice: “es difícil tener hijos, son otras personas”. No es difícil que sean otras personas, lo difícil es asumirlo, respetar que tienen su propia forma de pensar y de ver. Me da mucha alegría y me enternece observar cómo tienen algunas actitudes o aficiones de su papá, pero también veo como ellos llevan eso a su manera. Ambos venimos de tipos de crianza abismalmente distintos a lo que practicamos. Con mi esposo he hecho un equipo fantástico, me siento muy orgullosa de lo que hemos logrado no solo como pareja sino como equipo de trabajo. Es fabuloso hacer equipo con la persona que te hace ser feliz en la vida, a la que uno ama profundamente. Me gusta mucho cómo nos coordinamos y cómo pensamos. A veces es como si nos leyéramos la mente”. 

La última vez que vi a Laura y a Ray, ambos estaban preparando maletas, él volaría a Atlanta para acudir a la inauguración de una exposición en la que sus obras estarían presentes, para luego impartir una serie de talleres a migrantes latinos; y ella iría a la Ciudad de México a presentar su libro en el Auditorio del Castillo de Chapultepec. Y mientras uno ayudaba al otro a empacar lo necesario, Raúl, el más pequeño de sus hijos, perseguía al gato en el jardín y Emiliano ayudaba a sus padres, emocionado porque viajaría con su mamá. 

Y así muere un día y nace otro en una casa en la que el talento, la pasión, el amor y los sueños colorean Puentecillas mientras nuevas historias se gestan y se preparan para nacer. 

Elena Ortiz Muñiz
Elena Ortiz Muñiz
Elena Ortiz Muñiz es licenciada en Ciencias de la Comunicación, escritora, editora en Pacholabra Ediciones. Fundadora de los proyectos Alas para niños y jóvenes escritores y Manos en Vuelo.
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