La relación entre Jorge Ibargüengoitia y la ciudad de Guanajuato ha sido más que abordada por historiadores y ensayistas. Luis Palacios, Amaranta Caballero, Carlos Ulises Mata, Eduardo Caballero, Iturbe, Flor Aguilera y una larga lista de abajeños y abajeñas han explicado la obra y vida del escritor y es ineludible mencionar su vínculo con Cuévano, el trasunto de Guanajuato.
Pero, ojo: hay quienes dicen que Cuévano no se inspiró en Guanajuato, sino en otra ciudad que conserva el señorío de antaño: Coyoacán.
Para los estudiosos nacionales de la obra Ibargüengoitia, los lugares literarios de su obra son ambiguos y completamente ficticios; para las y los guanajuatenses que reivindican al autor, es un honor que la Atenas de por aquí y sus alrededores sean considerados la inspiración para una fina sorna que él siempre negó que lo era.
Pero (va para el otro ojo): hay quienes afirman que esos personajes caminaban por Coyoacán y no por Guanajuato. Cuéntenlo a quien más confianza le tengan.
En lo que coinciden estudiosos locales, nacionales e internacionales, es en que gran parte de la obra ibargüengoitiana tiene una carga autobiográfica, de ahí que personajes y lugares convertidos en literatura tienen, ineludiblemente, una inspiración en lo real.
Los mundos urbanos de Ibargüengoitia
Ibargüengoitia tuvo varios domicilios. En el caso del estado de Guanajuato, la casa de Paseo de la Presa (de los Tepozanes) y el haberse hospedado en la casa de Manuel de Ezcurdia, finca que ahora alberga al Museo de la Universidad de Guanajuato, así como la exhacienda de San Roque, ubicada al sur de Irapuato.
Aunque vivió en París hasta antes del accidente en el que muriera, la mayor parte de su vida fue en una casa de la calle Reforma, en Coyoacán, ahora alcaldía de la ciudad de México.
Es una zona muy semejante a Guanajuato: un circuito de tres lados. Se accede por un callejón que no tiene banquetas —como muchos de Guanajuato— y gira por angostas calles por donde aún hay fincas antiguas.
Tiene pavimento de asfalto que sustituyó al antiguo empedrado.
Coyoacán se cree Cuévano
El 28 de agosto de 2022, el historiador Alberto Peralta coordinó el ciclo Paseos Literarios, auspiciado por el Instituto Nacional de Bellas Artes, a través de la Coordinación Nacional de Literatura, en Coyoacán, a la que calificó como “el prototipo literario del Cuévano de Ibargüengoitia”.
La finalidad: “recrear el pueblo de Cuévano, lugar imaginario donde transcurren algunas de las obras emblemáticas de este escritor”.
El paseo literario tuvo como punto de reunión la Plaza de la Conchita, situada en el Barrio de la Inmaculada Concepción en Coyoacán y puso como recomendación leer Estas ruinas que ves.
Decía la reseña del INBAL:
“Cuévano es el lugar donde el escritor Jorge Ibargüengoitia desarrolló la trilogía compuesta por las novelas Estas ruinas que ves (1974); Las muertas (1977) y Dos crímenes (1979), pueblo ubicado dentro del también inexistente estado de Plan de Abajo”.
Y los coyocoanenses —en voz de Alberto Peralta— tuvieron la osadía de afirmar lo siguiente:
“Como modelo para crear este sitio imaginario, Jorge Ibargüengoitia se alimentó de su experiencia como habitante del antiguo pueblo de Coyoacán, donde vivió mucho tiempo, de tal manera que las calles, callejones y plazas de este barrio capitalino son una influencia palpable para construir el pueblo ficticio”.
Y agregan:
“Uno de los ejes conductores que atraviesan las tres novelas mencionadas, es la descripción de la vida cotidiana de Cuévano, así como el relato de las peripecias que sufren los personajes de Jorge Ibargüengoitia en el microcosmos que configura el pequeño poblado.
De ahí que Peralta invitara a “(…) reconstruir imaginariamente, a partir de una caminata, algunos detalles plasmados en estas obras. El recorrido empezará en el centro de Coyoacán, para después dirigirse a los callejones en Santa Catarina, después por la calle de Francisco Sosa y la calle de Tres Cruces. La evocación del Cuévano de las narraciones de Jorge Ibargüengoitia continuará por calles tradicionales del antiguo pueblo, como son las de Progreso, Montecristo, Tata Vasco, Escondida, Aguacate, Aurora y Reforma”.
Otro ejercicio que realizaron como parte del paseo, fue comparar el antiguo y el nuevo Coyoacán. El motivo:
“Hablaremos de ese Coyoacán que Jorge Ibargüengoitia defendió tanto en la cuestión patrimonial con el fin de preservar su carácter de pueblerino. En mucha de su obra periodística, Jorge Ibargüengoitia denunció todas las transformaciones que estaban sucediendo en ese Coyoacán tradicional que a él le tocó conocer”.
Alberto Peralta es doctor en Historia y Etnohistoria por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH); licenciado en Etnohistoria por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) y licenciado en Ciencias de la Comunicación por el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), 1996.
Colabora como investigador en el Centro de Investigación y Documentación del Patrimonio Histórico de Coyoacán, para el cual escribió una Historia de los Callejones y las Calles, además de estudiar las tradiciones de sus pueblos y barrios, la arquitectura religiosa y el origen de sus capillas originarias, con varios artículos y conferencias.
Habla náhuatl y trabajó como guía especializado en historia de México para el Área de Fomento a la Lectura del INBA, así como en el programa “Historia Viva” de la Universidad Iberoamericana y la Universidad de California
Es el intelectual que nos quiere quitar al Cuévano de Ibargüengoitia y (tercer ojo) no ha sido el único paseo: en febrero de 2014 se realizó otro similar.
Y que tenga su calle
El 10 de julio de 2016, el escritor Germán Castro publicó en la revista Nexos un artículo en el que proponía que se pusiera el nombre de Jorge Ibargüengoitia a una calle de Coyoacán. La propuesta era la de Reforma, donde el guanajuatense vivió (aunque no encontré dato que señalara el domicilio exacto).
El periodista explica que en varios estados —Guanajuato, el natal del escritor, o en Coahuila, Querétaro y el Estado de México—, sí figura como parte de su toponimia. Y se queja: no así en la capital, “donde además radicó buena parte de su vida, para ser exactos en la delegación Coyoacán, a la que incluso se refiere en uno de los cuentos de su obra La ley de Herodes“.
El articulista tuvo poco eco al lanzar la convocatoria en la plataforma Change.org, pero dejó precedente.
Germán Castro dijo en un programa de Radio Fórmula: “La intención es llamar un poco la atención sobre la escuálida identidad nacional que respetamos en la toponimia. Y la calle ésta de Reforma en Coyoacán tiene la suerte de que ahí vivió Jorge Ibargüengoitia, sería padre, además estaría cerca de Francisco Sosa, que es otro gran escritor”, dijo.
Sosa analiza varios cuentos de La Ley de Herodes y sostiene que lugares y personajes (algunos de ellos con sus nombres reales, como el de Carlos Fuentes) tuvieron en Coyoacán su descripción o inspiración.
Finalmente, la propuesta no prosperó, pero ahí están las angostas calles de Reforma, en espera de que haya más valientes que le quieran cambiar de nombre. Puede leer el artículo en marras en https://cultura.nexos.com.mx/calle-jorge-ibarguengoitia/.
Como respuesta ante la osadía de afirmar que Cuévano es Coyoacán y de que allá Ibargüengoitia si tenga nombre de calle y acá (conde nació) no, tuve a bien declarar hace unas semanas a Coyoacán como territorio anexado a Guanajuato.
Así como Estados Unidos tiene a Alaska y Hawai, Guanajuato tendrá a Coyoacán. Allá vivieron también Diego Rivera y Efrén Hernández y a la casa de El Indio Fernández, en la calle Zaragoza, acudía José Alfredo Jiménez a echar trago. Motivos sobran.
Allá no hay presa para abrirle compuerta ni Bufa para su fiesta de la Cueva. Ya veremos qué festejo le inventamos. Lo importante es que haya danza del Torito, mientras comemos pan de Acámbaro, guacamayas y nieve de bote y bebemos cerveza en una carpa para que la guanajuatización sea plena.