Desde que Rafael Reyes Espíndola (1860-1922) fundo el periódico El Imparcial en el año 1896, ese diario de la mañana se caracterizó por su veraz y oportuna información literaria y científica, lo mismo que política y económica. Al ser un medio de comunicación muy cercano al poder, recibía apoyo financiero del régimen porfirista y de acaudalados patronos.
Amanecía el 1 de febrero de 1914, cuando niños gritones voceaban por las calles del centro de la capital del país un notición que se extendió como reguero de pólvora: El día anterior, “un voraz incendio causó graves daños al templo de La Profesa y destruyó obras de arte, como las pinturas de la cúpula, realizadas por Pelegrin Clavé y sus discípulos”.
Reseñó con detalles y envidiable prosa que “el incendio empezó por la parte alta del coro y se atribuye al punible descuido de algún operario o de una devota que haya dejado una vela encendida cerca de los andamios o (lo que parece más verosímil) junto al órgano. El fuego pronto se comunicó a todo el armazón, al coro y al ciprés, que ardió por completo”.
Hay que recordar que en el corazón de la Ciudad de México está ese monumento testigo de la historia, actualmente llamado popularmente Templo de la Profesa. Se trata de un edificio religioso, ejemplo de la rica arquitectura neoclásica que caracteriza a la capital mexicana. Fue construido durante el siglo XVIII, en pleno auge de la Época Colonial.
Con sus columnas sólidas e imponentes y su fachada austera, el Templo de la Profesa parece guardar secretos de épocas pasadas. Pero no sólo es un monumento histórico, también es un lugar de fe y espiritualidad. Cada domingo, sus puertas se abren a los feligreses que acuden a misa, y su interior se llena de la música y el canto de los coros.
En sus muros está la huella de grandes momentos de la historia nacional, pues han sido testigos de las luchas por la Independencia y la Revolución Mexicana, levantamientos de tipo social y de otras revueltas que han forjado la ciudad y el país que hoy conocemos. Y, sin embargo, sigue en pie como un símbolo de la fe y la resistencia del pueblo mexicano.
Ese icónico templo es conocido también como “Conspiración de La Profesa”, porque ahí se celebró la llamada “Conspiración de La Profesa”, que al cabo resultó en la anhelada Independencia de México. En los albores del siglo XX, en 1910, jefes revolucionarios oraban en su interior y en 1968 sirvió de escondite a estudiantes que eran perseguidos.
Aunque la ciudad parece cambiar de cara día tras día, el Templo de la Profesa sigue allí, recordando el pasado, la historia y la identidad de quienes nacieron o al menos habitan la gran metrópoli. Ese espacioso inmueble invita a conectarse con lo más profundo de la esencia de lo que significa ser mexicano. Sigamos con el espantoso incendio de 1914.
Con pavorosos pensamientos, muchas personas que corrieron a ver las llamas llegaron a creer que el templo iba a derrumbarse. Afortunadamente no fue así. Se quemó totalmente el andamiaje y se vino abajo, y fueron presa de las llamas dos órganos, uno antiquísimo y muy valioso, y otro moderno en esos años, que hoy también sería de alto valor histórico.
Por fortuna, pudo salvarse el inestimable archivo del maestro de capilla José Camacho. La caída de las vigas de los andamios lastimó los confesionarios. El Altar Mayor ardió por completo y quedó inutilizado el del Santísimo. Se perdió el decorado y las pinturas de Clavé, pintor del siglo XVII, que estaban en la cúpula y encarnaban a los 7 Sacramentos.
Tras las reparaciones adecuadas para devolverle al inmueble su uso y belleza anterior al incendio, los feligreses retomaron su cotidianeidad y las misas se sucedieron nuevamente cada día. Pero durante la Guerra Cristera (1926-1929) la Catedral de México cerró sus puertas y La Profesa tomó provisionalmente las funciones de Catedral Metropolitana.
El 14 de septiembre de 1932 fue declarada Monumento Nacional y se establecieron los reglamentos relativos a modificaciones y conservación. Hoy, el Oratorio resguarda una importante colección de libros antiguos que pertenecieron a Benito Díaz de Gamarra y Dávalos, Juan Ramírez, Luis Rubio, así como a la Universidad Pontificia de México.
Por otro lado, más de 8 mil libros sobre ascética, filosofía, ciencia y derecho forman la biblioteca del Oratorio. Esas obras, provenientes de imprentas mexicanas, italianas y francesas son dignos ejemplos de los trabajos editoriales de los siglos XVII y XVIII.
Por su origen, La Profesa es un templo jesuita construido entre 1579 y 1610 en la esquina de San José del Real y San Francisco, hoy Isabel la Católica y Francisco I. Madero para los sacerdotes jesuitas que habían profesado los votos de la Compañía. Su función era atender la vida espiritual de los habitantes de la ciudad; su labor era ante todo pastoral.
El templo que actualmente se erige majestuoso y sustituyó al primero, tiene tres naves y fue edificado por Pedro de Arrieta entre 1714 y 1720, y financiado por el marqués de Villapuente de la Peña y su esposa la marquesa de las Torres de Rada. Su nombre oficial es Oratorio de San Felipe Neri, y pertenece a la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri.
