Jorge Ibargüengoitia llegó a la librería “El Colibrí” para buscar libros escritos en inglés para sus clases de literatura dirigidas a extranjeros residentes en Guanajuato. Joy Laville ―contó a Jorge F. Hernández― vio pasar al escritor por enfrente, mientras que el hijo de la pintora estaba en la escuela. Ella se enamoró “a primera vista” de ese “hombre robusto que caminaba como si tatuara el empedrado de la calle con cada paso, la mirada hacia abajo y una suerte de balanceo como de entrañable paquidermo”. Y agrega que “él ni la miró o fingió magistralmente la primera mirada”.
Este momento crucial en la vida de ambos se encuentra en la exposición Joy Laville y Jorge Ibargüengoitia. Una historia de amor, que se puede disfrutar en el Museo de Arte e Historia de Guanajuato, en León. Muestra con fotos, gráficas y textos la idílica relación de estos dos artistas que “el éxito no destruyó”.
Creada para celebrar el centenario del natalicio de Laville y conmemorar los 40 años del deceso de Ibargüengoitia, la muestra reúne alrededor de 120 piezas entre pinturas, dibujos, fotografías, portadas de libros, guiones y documentos que testimonian la relación un escritor que se burlaba hasta de la tierra donde nació y una artista plástica que amó al México que eligió para vivir y morir.
Se entrelazan con textos de Ibargüengoitia con el objeto de armar y contar la historia. Sólo se incluye obra de Laville realizada durante su relación con el escritor.
Patricia Torres, directora de la Galería de Arte Mexicano (GAM), depositaria de la obra de Joy Laville por decisión de su hijo, Trevor Rowe, proporcionó material para que Cristina Faesler hiciera la curaduría museística; Jorge F. Hernández, “el último pretendiente de Joy”, la parte literaria; y José Valtierra, la plástica.
La exposición muestra las acuarelas originales que aparecieron en las portadas de los libros del escritor y dramaturgo guanajuatense, y aparte se mostrarán también los dibujos interiores de algunas de las obras.
El montaje está enriquecido con textos y testimonios de Alejandro Lámbarry, Salomón Grimberg, Víctor Díaz Arciniega, Amaranta Caballero Prado, Carlos Ulises Mata, Elba Sánchez Rolón, Jorge F. Hernández, Alaíde Ventura, Julián Herbert, Guillermo Sheridan, Enrique Krauze, Juan Villoro y Julieta García, lo que le da un sabroso toque guanajuatense.
Líneas de vida
Helene Joy Laville Perren nació en Ryde, Inglaterra, el 8 de septiembre de 1923. Tras una infancia y una juventud aciagas, marcadas por la Segunda Guerra Mundial, a los 21 años contrajo matrimonio con Kenneth Rowe, un artillero de la Fuerza Aérea Canadiense, con quien se fue a vivir a Canadá por nueve años y con quien tuvo a su hijo Trevor Rowe. Ese matrimonio fue la manera de abandonar una Inglaterra devastada por la guerra.
En Canadá supo de la obra de Diego Rivera (que vivía sus últimos años) y otros artistas mexicanos. En 1956 se trasladó a México junto con su hijo, quien entonces tenía cinco años y se estableció en San Miguel de Allende, donde junto con el matrimonio integrado por su amiga Carmen Macip y James Hawkins fundaron la librería “El colibrí” en 1959. Fue el punto de encuentro para ambos en 1965.
Jorge Ibargüengoitia Antillón nació el 22 de enero de 1928 en Guanajuato. Su padre, Alejandro Ibargüengoitia Cumming, murió cuando él tenía ocho meses de edad. Tras enviudar, su madre, María de la Luz Antillón, se mudó a la Ciudad de México. Jorge creció al cuidado de su madre y de las mujeres de su familia materna.
Estudió en una escuela marista, fue boy scout, por presión de la familia estudió Ingeniería en la UNAM en 1945. En 1949 abandonó sus estudios y comenzó un proceso de una accidentada carrera literaria y una no menos accidentada vida amorosa, llena de relaciones conflictivas y deseos incumplidos.
Vivió en un rancho de Irapuato de 1948 a 1951. En 1955 obtuvo la beca Rockefeller para una estancia en Nueva York. En 1956 vendió el rancho y se mudó en 1957 junto con su madre y su tía a una casa en Coyoacán.
En 1964 consiguió un trabajo como profesor de literatura para extranjeros en Guanajuato y su estancia en la ciudad lo marcó para la escritura de cuatro novelas ―Estas ruinas que ves, Las muertas, Dos crímenes y Los Pasos de López― que retratan un Bajío literario (Cuévano, Pedrones, Muérdago, Rinconada y otras ciudades del estado de Plan de Abajo).
En 1964 conoció a Joy Laville en esa librería de San Miguel de Allende. Se hicieron amigos, luego fueron novios en 1965 y se casaron en 1973, para irse a vivir a Coyoacán.
El encuentro
Jorge daba clases en Guanajuato y se movía por ese Plan de Abajo que le había negado el amor de las abajeñas, pero le dio el de una inglesa con el que se convirtió en referente internacional de la literatura mexicana.
Jorge la describió así: “Es una pintora sin trucos, sin moda, sin doctrina. Ni protesta ni acepta. Hace lo suyo, con gran talento. Su dedicación y su preocupación por sus obras me llenan de envidia”.
Y Jorge F. Hernández narra la vida en pareja: “Y ella pintaba, haciendo la pausa para comer juntos y luego, escuchar que Jorge se tendía en el sofá de la salita, con un libro abierto sobre la cara como «capilla de dos aguas y, a veces, le dije que parecía Westminster» y de lejos Joy escuchaba cuando Jorge se decía en voz alta, de cuando en cuando «soy un chingón», al filo de caer dormido en una siesta absoluta”.
Una serie de textos ilustran la vida de pareja en Coyoacán y luego en Francia: “Vivíamos en París desde hacía algunos años, sin frecuentar a mucha gente. No pocas de las cenas que hacíamos en casa con amigos fueron cocinadas por Jorge. Le gustaba inventar recetas y mezclaba, con algún acierto según nuestros amigos, la cocina italiana con la mexicana”.
Jorge, empero, tenía sus recuerdos en su México y su Guanajuato:
“Había un vendedor de periódicos que se parecía increíblemente a un tío suyo de Guanajuato. Jorge no dejaba de divertirse con el parecido y llegó a tener un trato cordial con ese hombre. Muchas veces hacía un recorrido un poco más largo para comprarle a él los periódicos en vez de adquirirlos en la esquina”.
Jorge fue un hombre acostumbrado a caminar. Lo hizo en Guanajuato para recorrer la ciudad desde Tepetapa hasta la Presa de la Olla; lo hacía en Coyoacán y lo hizo en París, en donde le decían que era un flaneur, alguien que deambula por placer. Y así como en Guanajuato contemplaba al “mar de la presa” y en Coyoacán gozaba la arquitectura antigua y el paseo por sus parques y jardines, hacía lo mismo en calles de la Ciudad Luz, donde miraba a colegialas y vendedores.
Se construyeron mutuamente
Cuando se conocieron, Jorge fue el promotor de la obra de Joy; cuando se fueron a París, ella fue la principal impulsora en Europa de la obra de un escritor que en México tenía más críticos que seguidores.
En el recorrido por las salas hay textos que ilustran las vivencias de la pintura de Joy y la escritura de Jorge. Hay referencias a cómo él comentaba los cuadros de ella y ella pintaba para ilustrar las novelas de él.
La exposición presenta un acervo documental que contextualiza la vida y la relación de ambos personajes. También se presentan columnas periodísticas publicadas en Excélsior; dos guiones originales de novelas que fueron llevadas al cine, con sus respectivos carteles, y fragmentos de las cintas presentados en video.
De igual manera es posible ver también dos manuscritos originales ―uno de ellos de Los pasos de López― los pasaportes de Joy y “algunas cartas fantásticas del archivo de Ángela Gurría”.
La exposición los muestra primero por separado, con una línea cronológica de ambos; luego, el encuentro en San Miguel de Allende; después cuando ya se van a vivir juntos a Coyoacán, luego la boda en Cuautla, para continuar con la estancia en París.
Sigue con el duelo de Joy a raíz de la muerte de Jorge. Joy pasa por distintos momentos, primero por la tristeza, y esa tristeza la lleva a perder el color en su obra, empieza a hacer todo en blanco y negro, casi todo 1984 no hay color en su trabajo.
La exposición cierra con la etapa de resurgimiento de Joy y sus colores.
Las salas de la exposición, abierta el 29 de septiembre de 2024, están conformadas para describir los momentos de vida y creación correspondiente a cada uno y los momentos compartidos como pareja hasta la muerte del escritor el 27 de noviembre de 1983, con una Joy devastada que dejó de pintar un tiempo y que optó por regresar a México, hacerse ciudadana mexicana y morir en ese país que le dio el amor.
Jorge en Joy: Historia de un amor, Joy Laville y Jorge Ibargüengoitia se exhibe hasta el 16 de febrero de 2025 en el Museo de Arte e Historia, en León, Guanajuato. Es para recordar los 100 años de la pintora: a prepararse para el centenario de Jorge.