lunes, febrero 3, 2025
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A LA VERA DE DOS CERROS VIGILANTES

LA PANORÁMICA Y SU RAZÓN DE SER-V

Entre Pastita y el Cerro del Cuarto,

la ruta se vuelve una sinuosa calle

El inicio es prometedor. Ante la mirada de las dos rocas-rana que desde tiempos inmemoriales custodian un costado del Cerro del Meco, la carretera asciende suave y desierta hacia las alturas del Centro Histórico. Un vientecillo atenúa el calor del sol invernal; hay un silencio sólo interrumpido por lejanos rumores y, ocasionalmente, por cercanos motores. Mas al doblar la tercera curva, la ilusión se desvanece: una larga e ininterrumpida fila de construcciones se levanta a ambos lados del camino.

Según se avanza, aunque uno desee ver algo de Pastita o Embajadoras, resulta casi imposible; paredes, rejas y techos lo impiden. En ambas márgenes, se han adaptado pequeñas plataformas a modo de cocheras. Aún quedan terrenos en venta y subsisten algunas extensiones de vegetación natural, pero todas, sin excepción, están cercadas. En este sector de casi tres kilómetros no hay un sólo espacio de acceso libre a la cañada que no sea calle o callejón.

Los primeros metros de este sector están libres de construcciones.

Este tramo de la Panorámica bordea los Cerros del Meco y de Sirena, moles pétreas que se alzan como eternos guardianes del viejo asentamiento minero, aunque también sufren el embate urbano que coloniza metro a metro sus laderas, creando nuevas barriadas acomodadas entre las rocas y los macizos arbóreos. No obstante, las cruces que coronan sus cimas se mantienen a salvo, gracias sobre todo a las cuestas algo empinadas.

Cualquier espacio es bueno como estacionamiento.

A lo largo del trayecto, numerosas rutas descienden en zigzag al núcleo citadino: el Camino del Antiguo Motor, callejones que poseen los extraños nombres de Quiterio, Mogote, Guijas, Cañadita de Vázquez, Temezcuitate y Ejido. Más adelante, sobre la Escuela de Nivel Medio Superior de la Universidad de Guanajuato, surge el importante ramal a la Calle de la Alameda. Varios talleres y hasta una pensión para autos ocupan la margen “escénica” de la vía, antes de que el tramo vial a lo largo de la institución educativa permita por fin atisbar algo, casi nada, del panorama.

El Camino del Motor y los emblemáticos callejones Temezcuitate y del Meco.

Estamos en un sector transitado desde tiempos ancestrales. Un pequeño y estrecho callejón baja del Antiguo Camino de Mulas, cruza la carretera y se desliza por un lado de la “Prepa”. Metros adelante, desciende el Callejón del Meco, continuación de la senda cuyo nombre recuerda las recuas que traían mercancías a Guanajuato desde la extensa región chichimeca: productos de las planicies y desiertos septentrionales, así como leña, carbón, minerales y noticias del indómito norte.

Varias cuestas suben por el cerro de Sirena.

Enseguida, una original construcción da cabida a un salón de fiestas. Es el preámbulo para constatar un desastre ecológico: el Arroyo de Piletas, que debe su nombre a las transparentes charcas que se formaban en su cauce durante las lluvias, es ahora un muladar, cañada usada como basurero y depósito de escombros. Ni los alrededores se salvan, pues varias casas precariamente levantadas forman ahora un espacio habitacional en una de las riberas. Cuesta abajo, resulta peor: el riachuelo ha sido encajonado. Solamente una cinta de verdor permanente revela la humedad que subyace en esa barranca por donde otrora corría el agua libre de obstáculos.

El lamentable aspecto del arroyo de las Piletas. Muy cerca de allí, el Mirador de Piletas, convertido en estacionamiento.

Asimismo, el gran mirador de Piletas desluce. Pese a que conserva prácticamente intacta su estructura de piedra, la parte superior es utilizada como estacionamiento y paradero de “peseras” y autobuses. La ancha plataforma inferior es ruta de paso, área de diversión infantil y lugar de encuentro amoroso. Un rústico arco, siempre adornado, sirve de entrada al callejón del mismo nombre. ¿Y el paisaje? Poco hay que ver, que no sean los apiñados conjuntos de viviendas. 

La Panorámica se pierde.

Compensan un poco el recorrido las variadas vistas del Cerro de Sirena, el cual sirve de imponente fondo a una que otra curva. Al pasar la bajada del Callejón de Sepultura y casi enfrente del arroyo de La Rosita, sube por la derecha la cuesta del viejo camino a la Garrapata, rodeado de construcciones y que constituye el principal paso para quienes desean escalar a lo alto de “La Crucita”, como también se conoce a esa icónica cima.

Todo es negocio.

Apenas adelante, se abre un ancho acceso, importante vía que comunica con la Calzada de Guadalupe y su templo. Justo a un lado, se ha instalado un flamante Oxxo, muy frecuentado por vecinos y automovilistas de pasada, famoso porque hace pocos años, recién estrenado, fue víctima de un atentado con un artefacto explosivo. Por otra parte, se han erigido verdaderos palacetes en la cuesta de la montaña, así como bastantes hoteles para todos los presupuestos.

El entronque a la Calzada de Guadalupe y vista a la “prepa”.

Solo una curva más y se divisa por fin la glorieta de acceso al Cerro del Cuarto, que igualmente de cerro sólo conserva la denominación, pues forma una gigantesca área habitacional cuya notoriedad se debe a ser escenario continuo de preocupantes conflictos sociales, aunque al menos durante el día lo que se observa es el discurrir de la existencia cotidiana —y pacífica— de sus habitantes.

Dos suntuosas construcciones en la ruta.

La imagen de la Virgen de Guanajuato nos recibe en el inicio del populoso barrio, presidiendo el entronque con la Carretera. Carros, camiones, motos y peatones entran y salen de la colonia hacia la ruta que, rumbo a Pastita (de donde venimos), es todo menos escénica. En tal segmento, la Panorámica ha perdido casi completamente su razón de ser. Más prometedor parece el próximo itinerario: a lo lejos se ven amplias superficies cubiertas de vegetación, no de cemento. 

En esa dirección, continuaremos.

Una bella jardinera y una rústica escalera.
La Virgen que señala la entrada al Cerro del Cuarto.

Benjamin Segoviano
Benjamin Segoviano
Maestro de profesión, periodista de afición y vagabundo irredento. Lector compulsivo, que hace de la música popular un motivo de vida y tema de análisis, gusto del futbol, la cerveza, una buena plática y la noche, con nubes, luna o estrellas. Me atraen las ciudades, pueblos y paisajes de este complejo país, y considero que viajar por sus caminos es una experiencia formidable.
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