La comunicación nació en el instante mismo en que el hombre primitivo se congregó en grupos sociales. En México, América y el resto del mundo, las comunicaciones entre puntos distantes fueron en su forma inicial el humo de las fogatas, el sonido de los caracoles, la percusión de tambores, y otras muchas maneras que el mismo hombre ideó.
Dentro del universo mexica, sociedad estratificada que giraba en derredor del emperador y sus guerreros, y los sacerdotes, la comunicación entre diferentes puntos se hacía por medio del mensajero o “Paynani”, persona consagrada al Dios Paynal que significa “El que corre ligeramente”, especie de mensajero divino y Capitán de Huitzilopochtli.
Fueron Moctezuma y sus sucesores Cuitláhuac y Cuauhtémoc quienes más utilizaron a los “Paynani”, desde el primer acercamiento de Juan de Grijalva al Nuevo Mundo en 1518. Poco después, Hernán Cortés redactó en Yucatán la que sería la primera carta escrita en castellano en nuestro territorio, dirigida a los náufragos de la expedición de Grijalva.

Durante la Conquista, los mensajes más famosos que se conocen, fueron las “Cartas de Relación” de Cortés (1519-1526) al Rey Carlos V, sin olvidar que las comunicaciones del Emperador Moctezuma hacían que, estando él en Tenochtitlán, supiera a detalle todo lo que acontecía con los españoles a lo largo de su camino desde el Puerto de Veracruz.
Consumada la Conquista, se estableció en la Nueva España la “Administración Principal de Correos”, cuya organización constaba de siete personas: un administrador general, un oficial mayor interventor, dos oficiales, un escribano, un mozo de oficio y un cartero. Un sitio especial ocupaban los llamados maestros de postas, los postillones y los conductores.
Éstos últimos eran los únicos con el privilegio de usar uniforme, y por las Ordenanzas de Correos de 1762, se colocaron buzones en todas las veredas, quedando prohibido recibir las cartas en la mano. Con el aumento de la correspondencia hubo necesidad de contar con más empleados, así como de buzones en todo el territorio de la Nueva España.

Antes, en 1621 y hasta 1765, existió la Primera Casa de Correos en el número 7 de la calle que entonces se llamaba Del Parque esquina con la calle de La Soledad a espaldas del Palacio Nacional (hoy Correo Mayor y Primera Calle de La Soledad), que ocupó precisamente los servicios del correo mayor de la Nueva España durante esos años.
Posteriormente, el 1 de julio de 1765, Don Domingo Antonio López, Administrador del Correo marítimo, dispuso que las oficinas se mudaran al número 11 de la calle Santa Teresa “La Vieja”, perteneciente al convento de Monjas de Balvanera (hoy República de Guatemala) con lo que surgió la Segunda Casa de Correos, que permaneció en ese sitio hasta 1788.
Por razones administrativas y caprichos de los administradores y gente pudiente de la época, entre los años 1765 y 1766 la Primera Casa de Correos trabajó en forma paralela a la Segunda, hasta su cierre definitivo el 1 de julio de 1766, cuando se entregó el oficio de Correo Mayor al Estado. Pero la demanda de entrega de cartas seguía en gran aumento.

Así, en octubre de 1788, el correo se estableció en su tercera casa, en la calle de San Francisco número 10 (hoy Francisco I. Madero) ocupando dos casas pertenecientes al Doctor José Manuel de la Borda, hombre culto, minero y mecenas, hasta el año 1852.
La Cuarta Casa de Correos se inauguró el 3 de febrero de 1852 en el anexo de la Antigua Casa de Moneda, en el costado Norte del Palacio Nacional, en lo que hoy es la calle de Moneda. En ese lugar permaneció la Administración General hasta el 16 de febrero de 1907. Pero el 14 de septiembre de 1902 había iniciado la construcción del Palacio Postal.
Porfirio Díaz mandó construir una nueva sede, en el predio que ocupaba el Hospital de Terceros de San Francisco, en la esquina de las calles que hoy se conocen como Tacuba y Eje Central “Lázaro Cárdenas”. Esa es la actual Quinta Casa de Correos, conocida como Palacio Postal, declarado Monumento Artístico de la Nación el 4 de mayo de 1987.
Su construcción duró poco menos de cinco años y estuvo a cargo del arquitecto italiano Adamo Boari y el ingeniero mexicano Gonzalo Garita. Los estilos acordados para la construcción del edificio fueron el Plateresco e Isabelino y es por la combinación de ambos, que el estilo se considera ecléctico. Como sea, es un palacio realmente hermoso.

Tiene cuatro niveles y sus cinco fachadas son de cantera labrada, y de ellas sobresalen las gárgolas, farolas y un reloj hecho en Alemania y ensamblado en México. En el interior tiene una enorme escalinata realizada con mármol mexicano y herrería de bronce de la Fondería Pignone de Florencia, empresa que realizó los detalles de puertas y ventanas.
El 12 de noviembre de 2024 se inauguró en su interior el Museo Postal, el cual suma al atractivo que ofrecen los frescos pintados por Bartolomé Gallotti, y la Biblioteca Postal que resguarda documentos que permiten conocer la historia del Correo en este país, desde el establecimiento del Oficio de Correo Mayor en 1580 hasta nuestros días, otros más.
Entre otros, la historia de los timbres postales y su coleccionismo llamado filatelia, máquinas y herramientas para contar y clasificar correspondencia, vehículos desde carreras hasta motocicletas, el costal del correo, y muchos datos e imágenes más, como la del primer correo aéreo en México realizado en 1917 por el piloto aviador Horacio Ruiz Gaviño. La entrada al museo es gratis para los mexicanos; extranjeros, pagan 50 pesos.