La cultura chichimeca de Guanajuato tiene en los ézá´r (pames) y los huamares sus resistencias culturales. Los primeros tienen su base en la comunidad de Misión de Chichimecas y mantienen su identidad étnica para ser un reducto de resurgimiento de costumbres y lengua ancestrales; los segundos son mestizos que retoman el orgullo de una de sus raíces y lo hacen a través de la danza.
Por las calles de diversas ciudades del estado unos y otros muestran sus vigorosas danzas, con sus atuendos de pieles y sus plumas de aves del monte; los huamares, empero, se caracterizan por los tonos oscuros de su maquillaje y por danzar entre fuego.
Participan lo mismo hombres que niños y mujeres. Una de ellas es Rosa María Carranco Suaste, oriunda de Comonfort, quien exhibe el orgullo de su raíz y platica lo que sabe sobre los huamares, una etnia chichimeca que dominó territorios de lo que hoy es el oriente del estado de Guanajuato, cuya fuerza indómita hizo frontera con los poderosos imperios mexica y p’urépecha. Así lo narra:

“Defendíamos un territorio en donde no nos podían conquistar. Nunca fuimos conquistados. Los españoles trataron de meternos su religión y no quisimos eso. Como no pudieron, hubo un tratado de respeto mutuo”.
Afirma que el pueblo huamar defendió con bravura un territorio que se extiende mucho más allá de Guanajuato.
Genios y figuras
Los cuerpos huamares lucen tonos negros y ocres oscuros. Son su identidad y la entrevistada lo explica:
Los huamares no enterraban los cuerpos: los cremaban y mezclaban las cenizas con aceites para untarse el cuerpo con esa ceniza de sus seres queridos. Los tonos grisáceos o rojos con los que decoran sus cuerpos para la danza son en recuerdo de aquella expresión ancestral de grandes guerreros y cazadores que debían ingerir productos de la naturaleza para aguantar las jornadas y aumentar su fuerza para el combate.
Los tonos ocres se hacían con tierra roja y nopal y conformaban “una masita reforzada con cochinilla molida” (a la que llama “mitle”), que se untaba para armar un camuflaje para sorprender e impresionar al enemigo, al que atacaban ferozmente, sin piedad.
Danza y guerra
Por eso la danza huamar es muy vigorosa e involucra figuras de la naturaleza y la muerte: eran parte del gran mensaje guerrero:
“Así como lo representaban en el pasado hacemos la danza. La idea es «voy a defender a mis mujeres, niños y propiedades»; por eso es la manera de ser aguerridos y así nos educa el capitán del grupo (Carlos Martínez, fundador de la danza huamar de Comonfort); nos preparan y nos dice: «deben expresar lo que sienten desde acá adentro». Lo primero es dominar los pasos y luego hay que sentir la fuerza guerrera”.
La danza huamar va a cumplir 11 años en el mes de noviembre. En ella participan más de 200 personas y unas 20 son niños y niñas. Cuando se presentan en las fiestas del Barrio de los Remedios, en Comonfort, muestran a plenitud una danza integrada por mestizos, donde no faltan personas de piel clara, pero siempre asumen desde su condición mestiza el reconocimiento a sus raíces chichimecas.
La parte más espectacular de la danza es cuando prenden caminos de fuego y danzan sobre las llamas. La danzante dice que el fuego tiene gran significado para los huamares y explica su versión sobre el por qué:

“El fuego se hizo por caer en un rayo en algún tronco o con algún incendio que se hizo y tal vez se quemaron unos animales y los probaron y les gustó. Luego inventaron cómo provocar el fuego y así cocinar”.
Como ya hacía hambre y había comida otomí cerca, el siguiente paso fue degustar tantarrias o escamoles en salsa con chiles de la sierra o mole, preparados en tacos con tortilla ceremonial hecha a mano.
Los huamares de Comonfort son mestizos y ya no poseen su lengua ancestral, pero se expresan con una danza que suponen que así fue. El resultado es una espectacular representación del orgullo ancestral chichimeca. A ver qué pasa cuando se topen con les ézá’r, pues eran pueblos que, como decía Federico Nietzsche, peleaban consigo mismos cuando no tenían más con quien pelear.