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LA MARAVILLOSA HISTORIA DEL COLOR EN EL ARTE

El color es algo que ha fascinado a la humanidad desde siempre, por ser parte tanto del mundo que nos rodea como del arte. Actualmente es relativamente fácil definir lo que es el color, sin embargo no siempre fue así. Desde la antigüedad hasta la primera mitad del siglo XIX, científicos, literatos tintoreros y artistas han estudiado mucho esta obsesión.

Ellos y otros especialistas en diversas ramas del saber humano desean poder determinar su origen, composición, saturación y comportamiento, entre otros atributos del color. Se encontraron con que era algo complicado de hacer de manera sistemática y categórica, pues el color es, además de algo material, una experiencia perceptiva y muy sensorial.

A lo largo del tiempo, los colores han tenido diferentes nombres, usos y significados relacionados principalmente con su propia materialidad, derivada tanto de las fuentes de extracción como de los métodos de elaboración de los tintes y pigmentos; las obras de arte, al estar realizadas con trazos cromáticos, dan cuenta de esta búsqueda por el color.

El título de la exposición da la bienvenida al público en el Museo de San Carlos. En ella puede verse cómo el color azul cobró gran importancia entre los siglos XII y XIII. (Fotografías de obra, Graciela Nájera Sánchez)

A diferencia de los artistas medievales que veían el color principalmente como algo material, los artistas del Renacimiento lo entendían en el marco de las ciencias como las matemáticas, la filosofía y la óptica. Ésta última fue quizá la más importante: se creía que la vista era el sentido supremo, por medio del cual el ser humano conocía el mundo.

Consecuentemente, se interesaron por estudiar, más que los fenómenos lumínicos, el funcionamiento del ojo para entender el color, ya que para ellos la luz no producía los colores, sólo los modificaba. La semana pasada se inauguró, en el Museo Nacional de San Carlos de la CDMX, la exposición Historia cultural del color, que presenta un panorama sobre el uso del color, desde la Edad Media hasta los albores del siglo XX.

Para Leonardo da Vinci el azul no era un color simple, y decía que estaba compuesto, como el aire, de claridad y oscuridad. Por eso el cielo (aire) se carga de más oscuridad en las partes altas, y conforme va llegando a la línea de horizonte refleja mayor proporción de luz. Él aconsejaba usar juntos colores contrarios para potenciar su brillo, como el rojo y el verde, o colocar el rojo entre el azul y el verde.

Giorgio Vasari (1511-1574), arquitecto, pintor y escritor italiano a quien se atribuye haber acuñado el término Renacimiento, y es considerado uno de los primeros historiadores del arte, consideraba que el diseño, composición basada en la línea del dibujo, era el “padre” de la pintura y la escultura, por ser el medio por el que el artista da forma a su invención.

Explicaba que se hacían los bocetos necesarios para llegar a la composición ideal, la cual era transferida a un cartón y de ahí al soporte. El color, decía tajante, está delimitado por contornos bien definidos que crean figuras. Además, desde su perspectiva, era mucho más importante, para crear una obra, el proceso y la observación directa de la naturaleza.

Tres formidables ejemplos de obras en exhibición: Adán y Eva en una pintura de 1530; Virgen con el Niño, coronada por los Ángeles; y La Virgen con el Niño Dios y San Juan Bautista. (Fotografías de obra, Graciela Nájera Sánchez)

Pedro Pablo Rubens (1577-1640), pintor alemán barroco, ha sido admirado por el uso del color, sobre todo por su manejo para realizar las encarnaciones (representación de la piel humana). Lo lograba al superponer pinceladas de rojo (bermellón), amarillo, azul y verde que, a la distancia, el ojo percibe como un color uniforme. Si se mezclan en la paleta, dan un tono marrón.

A este fenómeno, su amigo, el teórico del arte Francois D’Aguillon, lo llamó compositio notionalis, que siglos después se conocería como mezcla óptica. Rubens aconsejaba no mezclar más de dos colores en la paleta, sino irlos sobreponiendo en el lienzo. En esta exposición se puede conocer la opinión que dio Lodovico Dolce en el año de 1557.

Ese genial gramático, editor y escritor italiano (1508-1568) escribió en 1557 el libro Diálogo con la pintura, donde sostiene que no basta con usar hermosos colores puros, sino que se debe saber realizar diferentes tintas (tonalidades) y aplicarlas correctamente para reproducir la naturaleza, pues las luces y las sombras son parte importante del color.

Lo anterior, agrega en el mismo texto, porque dan forma y volumen a las figuras, y las ubican en el espacio. Además, siempre creyó que el color es el vínculo directo de la pintura con la naturaleza, pues con él, “el pintor busca reproducir las tintas con las cuales la naturaleza pinta las cosas animadas, dándole vida propia a lo que el dibujo creó”.

Durante la Edad Media y parte del Renacimiento, el tinte rojo era extraído del insecto kermes y sólo lo podían usar personas muy importantes como los reyes, incluyendo a las representaciones de la Reina del Cielo. Hasta el siglo XI, el manto de la Virgen María podía ser negro, violeta o gris, pero principalmente rojo, color que perduró hasta mediados del siglo XVI.

Para Leonardo, el azul no era un color simple. El color verde de la serpiente se asoció al mal y a los demonios. (Fotografías de obra, Graciela Nájera Sánchez)

Para los Padres de la Iglesia, el rojo-sangre era benefactor y fecundante, un rojo que sacrifica y da la vida, “el de la sangre que Cristo que ha vertido en la Cruz”. Desde una interpretación positiva, el rojo fuego significaba la regeneración, la purificación y la fortaleza. Desde una interpretación negativa, estaba asociado a las llamas del infierno, al diablo y a los demonios que engañan y hacen daño.

En la Edad Media, los colores sagrados fueron aquellos que tenían mayor grado de luminosidad dentro de las escalas cromáticas, como el oro y el blanco, pues emanaban de Dios (Dios es luz). El dorado simbolizaba el mundo espiritual y lo sagrado, por ello se empleaba en las aureolas y en los fondos de las pinturas para aludir al espacio divino.

El color azul adquirió gran importancia entre los siglos XII y XIII al ser asociado con el mundo celestial que, de acuerdo con la Biblia, es semejante al zafiro. En el siglo XV el manto de la Virgen se volvió azul al aludir al cielo, pues ella es la intermediaria entre lo terrenal y lo divino, y la Reina del Cielo, de acuerdo con lo que explica la exposición.

A finales de la Edad Media el cielo adquirió gradualmente el color azul, anteriormente representado por el dorado o el rojo. Hasta el siglo XIX, los azules eran los pigmentos más caros. Además, no se lograba elaborar un azul profundo, brillante y estable con pigmentos naturales, Incluso, el ultramar tenía sus defectos. Dicho por los pintores,

Imágenes de Felipe Segundo como Rey de Portugal, del rey Felipe IV y de la Virgen de las Cerezas. (Fotografías de obra, Graciela Nájera Sánchez)

Cabe aclarar que el azul ultramar, llamado así por venir “más allá del mar” Mediterráneo, era el pigmento más bello, fino y perfecto, y también el más caro que existía. Por eso se convirtió en un símbolo de poder y estatus. También se usaba el lapislázuli, una piedra preciosa rara y escasa, utilizada para joyería, para decorar los finos trajes de las figuras de bulto en las iglesias.

En aquellas épocas, generalmente, los artistas no podían comprar materiales de trabajo porque no tenían dinero. Menos aún el ultramar, por lo que sus patrocinadores aportaban los recursos con la condición de que los utilizaran única y exclusivamente en elementos importantes del cuadro. Finalmente, el verde, al ser el color de la serpiente, se asimiló a lo demoniaco, al mal, y al pecado original cometido por Adán y Eva.

La exposición se inauguró el pasado 8 de mayo en el Museo Nacional de San Carlos, ubicado en avenida México Tenochtitlán 50, colonia Tabacalera, alcaldía Cuauhtémoc de la Ciudad de México. Historia cultural del color estará abierta hasta el 24 de agosto en un horario de martes a domingo, de 10:00 a 18:00 horas. Maestros, estudiantes e Inapam, gratis.

Juan Carlos Castellanos
Juan Carlos Castellanos
Juan Carlos Castellanos C., es periodista con más de 40 años de experiencia en temas culturales. Entre otros muchos, ha merecido el Premio Internacional de Periodismo “Ludwig Von Mises” de las Naciones Unidas y su labor como reportero ha sido antologada en diversos libros y revistas.
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