“¿Qué es lo que quieren las mujeres?”, pregunta Matilde Samperio, quien se define:
“Soy la última de una familia de seis. Economista de Profesión, cuenta cuentos de Corazón, terapeuta por Convicción y madre por Amor”.
Y entre la chiquillería narra el sacrificio de Lancelot por su lealtad hacia el rey Arturo. Es uno de los Cuentos de Canterbury que Matilde narra en interacción con el público.
Niños y adultos responden: dinero, ser escuchadas, ser apapachadas, ser amadas, ser consentidas, casi siempre desde lo que el patriarcado marca como lo convencional. Pero Matilde precisa:
“Cuento cuentos no sólo para dormir a los niños, sino también para despertar a los adultos”.
Esta economista, que es también toda una actriz que recrea voces y personajes, tiene 20 años en esta actividad y en el contexto de la charla ha narrado un cuento con perspectiva de género, donde hay una cuestión de reflexión.
Es un cuento muy antiguo, cuento de Canterbury, explica y aclara: “desde entonces había derechos de la mujer”.
El relato, como debe ser, tiene un final inesperado, en donde la narradora hace caer a los asistentes en un juego de creencias propias.
Fue maravilloso meternos en la trampa de afirmar algo que se aleja mucho del desenlace del relato, se le comenta. Y responde:
“Se trata de que haya una sorpresa y romper el status quo de lo que todo mundo pensaría que es lo correcto”.
A Matilde le gusta narrar cuentos de autores mexicanos. Lo hace, por ejemplo, con “La peor señora del mundo”, de Francisco Hinojosa. También convierte en cuentos relatos de Fernando Benítez y recrea para la realidad mexicana la obra del italiano Gianni Rodari, quien hace obra para niños. La entrevistada prosigue:
“Narro para niños, pero también para adultos y me gusta mucho la literatura de Latinoamérica y España”.
En el cuento para niños hay mucha moraleja y la fábula es la forma más fantástica de los relatos, se le comenta y pregunta: ¿cuál es la moraleja? Nuevamente aclara:
“Hay muchos temas que los niños pueden desarrollar a través de las historias. Quienes contamos cuentos tenemos diferentes objetivos: se ha creído que el cuento es sólo para contar moralejas, pero el cuento es también para la imaginación, para que los niños se vuelvan críticos, para que se vuelvan analíticos, para desarrollar más y más su creatividad: ya salimos de la etapa de nada más la moraleja”.
Otra característica del trabajo de Matilde consiste en motivar la participación de los concurrentes, quienes contribuyen a la construcción del relato mediante respuestas que dan a preguntas e integración al relato. Matilde cuenta:
“Soy una cuentacuentos que interviene mucho con el público. El cuento, que ya tengo previamente esquematizado, adquiere una característica muy diferente con cada público, de acuerdo a la interacción que hay con el otro. Me encanta que los cuentos crezcan gracias a que el público colabore”.
Así es la propuesta de esta economista de profesión cuentacuentos de corazón, que recomienda:
“El gusto por la lectura empieza en casa, no en la escuela. Si eres un papá o una mamá que me está leyendo, pon libros al alcance de tus hijos, léeles, a los padres de familia corresponde crear ambiente de lectores”.
En el relato en el que Lancelot debe casarse con una horrible bruja para pagar un favor hecho al rey Arturo, hay una historia de amor y de amistad. Matilde explica:
Ni joyas ni dinero ni ser escuchadas o mimadas: sólo dueñas de su propio destino.
“Es un cuento que me gusta porque yo estoy convencida de que una de las cuestiones que más deseamos las mujeres es ser nosotras mismas”.
Es la enseñanza que educa a niños y niñas y sacude prejuicios de los adultos.