jueves, noviembre 21, 2024
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BELLEZA Y PAZ ANCESTRAL: RAÍZ, ESENCIA Y PERFECCIÓN

Intentar hacer las cosas de la mejor manera, lo más bello que se pueda, de forma evolutiva; eso significa Ketzalpilli, la cosmética natural ancestral de Nicasio y Fabiola que conjuga la inspiración que baja del cielo, un corazón verdadero y un rostro propio al servicio de la tierra, el cuerpo y el espíritu. “Una de las cosas que más me inspiró”, explica Nicasio, “fue nuestro pasado, nuestro origen. Por eso el nombre: Ketzali significa algo bello y bien hecho, mientras que Pilli es algo auténtico con rostro propio y corazón verdadero”.

En la antigüedad, los primeros mexicanos ponían en las manos del recién nacido una lanza diminuta si era niño o un pequeño telar si era niña como símbolo de su futuro. En el caso de Nicasio, creador de Ketzalpilli, lo que su padre recibió de su abuelo cuando nació fue una aceitilla, que es una planta con grandes virtudes para la salud marcando así su destino.

“Me siento agradecido por el tiempo en el que nací. Crecí viendo a mi papá sembrar la tierra, lo que cosechaba era lo que comía. A mis tíos recolectando plantas en Sierra de Lobos para después llevarlas a León a vender. La mitad de mi crecimiento sucedió en la sierra. Me alimentaba de frijoles y tortillas de maíz hechas en casa. Sentí el jitomate en mi cara después de una quemada y el tomate tatemado en los pies para curarme de la tos. Cuando me hice mayor, por un momento no quise ejercer la carrera que estudié: químico farmacobiologo. Después cursé la maestría en gestión e innovación”.

Nicasio y Fabiola, creadores de Ketzalpilli.

Si algo le da plenitud a esta joven pareja es la naturaleza, la magia de las plantas y lograr integrar todo ello con la finalidad de hacer sentir bien a los demás. “Me siento agradecido por haber nacido en México, ser parte de esta civilización ancestral, haber crecido entre las plantas y mis estudios… todo eso es mi esencia”, explica Nicasio.

Ketzalpilli empezó con una crema con extracto de jitomate. Iniciaron de una manera muy sencilla, con envases simples y pequeños: “nos sorprendió cómo le empezó a gustar a la gente, a quienes no les importaba lo precario del envase o la presentación sino el producto mismo”, nos cuenta Fabiola.

Sin embargo, ahora el producto tiene un envase hexagonal inspirado en la naturaleza. El nombre de la crema es Shiktli, que significa jitomate con ombliguito. Desde el 2018 a la fecha la evolución de la marca es notable. La primera formulación contenía aceite mineral, ahora en su lugar añadieron aceite de semilla de uva. La crema no es grasa, la combinación fue perfecta.

Al abrir el empaque lo primero que encontramos es la palabra Tlazohcamati que significa “mi boca expresa agradecimiento hacia ti”. Las grecas que decoran el envase son muy características de la civilización madre, es la greca escalonada y el símbolo del movimiento que también está caracterizado en el nombre y el empaque y que al mismo tiempo se relacionan con la función. Cuenta con un sello de seguridad y un dispensador que protege el producto y lo hace rendir.

De sus deseos de ir más allá nació la esencia ancestral que surgió a raíz de la pandemia y la ola de ansiedad, miedo e incertidumbre. “Queríamos desarrollar algo que estuviera bien formulado, que tuviera una secuencia de aromas y que al mismo tiempo la combinación de los productos o extractos de esta esencia sirvieran para desinfectar. Alcoholes en gel que estaban siendo usados olían muy fuerte y lo que menos necesitábamos era el recuerdo del aroma a hospital”.

Y es que según nos explicaron, el cuerpo reacciona a los aromas, los olores nos recuerdan cosas, entonces: “¿Por qué no usar algo que nos conecte con la tierra, con lo vivo y no con el miedo o la enfermedad?… Uno de los principales aromas que tiene es el romero, que se le conoce como la planta de fuego, se conecta con nuestro plexo solar, en la boca del estómago, ahí donde sentimos el coraje. El romero ayuda a relajar y a tranquilizar”.

Con la película El perfume Nicasio se inspiró al ver que hablaban de las 13 notas que usaban los egipcios. “Cada aroma tiene un diferente nivel de evaporación, en la nariz tenemos un receptor que los va captando por partes generando así notas musicales para el olfato. En el caso de su esencia la cabeza está conformada por la menta, el cuerpo por el romero y la base por la mirra. Todas ellas respetan armoniosamente la serie de Fibonacci. Proporción y orden en forma de espiral áurea”.

Los empaques están inspirados en los chakras o tzitzimil que significa “Donde encaja la perfección”. El diseño hace alusión al chacra del plexo solar a través del el color dorado y contiene soles. Tonatiuh representa la energía. Aquí interviene la geometría sagrada. Nada en Ketzalpilli está por casualidad.

Algunos de los productos en exhibición y venta de Ketzalpilli.

También fabrican aceites que vienen de las flores de lavanda y las hojas de romero, o de romero y menta que contienen todo el principio activo de la planta y se pueden usar para muchas cosas: consagrar velas, armonizar espacios con el difusor, a gotitas para relajarse, en la crema o el shampoo. Tienen una línea de jabones que están hechos a base de una formulación de carbón activado con árbol de té que ayuda mucho al cutis.

Uno de sus productos imperdibles es el chilcuague, que es una flor endémica de Guanajuato que crece en Xichú, era la planta de poder de los chichimecas. Tiene muchas propiedades, es como un botiquín de primeros auxilios contenido en una botella.

“Yo desconocía el mundo de la herbolaria y la cosmética natural”, explica Fabiola, “él siempre ha tenido esa intención de desarrollar algo que ayude a resolver un problema sin que dañe otra parte del cuerpo. A partir de ahí he observado y desarrollado ideas que le comparto y las ponemos en práctica e investigamos. Así diseñamos una esencia de dulce armonía porque me gusta el aroma de la miel, la mezclamos con vainilla y lavanda y logramos un aroma que trae mucha paz y relaja mucho”.

Nicasio dice que Fabiola es perceptiva y tiene intuición, le llega la chispa de conexión con lo que siente: “Nuestros productos llevan mucha de su esencia. Ella los ha llevado a otro nivel y les ha dado vida”.

Nicasio practica también el manteado con rebozo, una técnica poderosa y suave al mismo tiempo, que viene de la zona maya y purépecha. “Me impacta ver cómo hay personas a las que se les dilata la pupila cuando se los estoy haciendo”. Nicasio se ha propuesto hacer un millón de manteos “una parte que me gusta es que nosotros como humanos somos como células, si las células están cansadas el cuerpo ya no va a estar bien. Si llego al millón querrá decir que ayudé a aliviar el entorno físico y emocional de igual número de personas”. Por su parte, Fabiola aporta también una visión del mundo que se proyecta en los “ojos de dios” que teje y que también vende.

Cada producto artesanal dice mucho de quienes lo elaboran, desnuda su alma, perpetúa su tiempo, refleja su conexión con el cosmos y nos lleva a un viaje hasta el centro de su esencia. Esta vez, el universo entero se conjuga no sólo para evitar que muera la sabiduría ancestral sino también para mostrarnos que podemos vivir en comunión con ella y fusionarla con nuestro presente a través de los sentidos, como lo hacen Nicasio y Fabiola con Ketzalpilli.

Elena Ortiz Muñiz
Elena Ortiz Muñiz
Elena Ortiz Muñiz es licenciada en Ciencias de la Comunicación, escritora, editora en Pacholabra Ediciones. Fundadora de los proyectos Alas para niños y jóvenes escritores y Manos en Vuelo.
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