Al reino de la imaginación llegó un día un niño que amaba ver cómo las historias cobraban vida en los escenarios del teatro, también le fascinaban los libros, especialmente los cómics que atesoraba debajo de su cama. Así aprendió que las palabras se hilan para contar historias, que crean emociones y acarician los corazones. Su madre y su abuela le contaban muchos cuentos. Y así, impactado por lo que veía y vivía empezó a crear e hizo de la palabra su profesión…
“Yo creo que la imaginación sí impacta. Hacía representaciones, cuentos actuados, obras de teatro con los compañeros de la cuadra y mis amigos. Yo dirigía y les ponía los diálogos. Creo que desde chico me gustó crear, no sólo ser espectador. Un poco por lo mismo me he dedicado al mundo del arte, al mundo de la voz, soy artista de la voz…”.
Nacho Casas entre muchas otras cosas es locutor comercial y de cabina, hace doblaje y es voiceover, quienes crecimos con la programación del Canal Once y los maravillosos episodios de “Los cuentos de la calle Broca” crecimos a su lado escuchándolo cantar: “Ven a ver… Broca es…” para después deleitarnos con aquellas mágicas historias.
“Yo era la voz de Monsieur Pierre en Los cuentos de la Calle Broca. Creo que la directora Patricia Palestino tuvo buen ojo porque trata de un escritor que recuerda las historias, muchas de la tradición oral francesa. Ese personaje soy yo, soy así, tengo esa tradición oral. Mis lecturas, mis maestros y toda mi vida está enfocada en el mundo de la creatividad. Yo no cuento historias nada más. Tengo un objetivo claro que es promover la lectura, acercar los libros a las infancias, y como autor lo que más me gusta es escribir, la razón más importante para hacerlo es crear universos, imaginar”.
Es así como un día, además de llenarse de palabras de otros, las suyas, las propias, salieron al mundo para regalarnos una historia maravillosa, la de Yara de Yanga, La esclava de Juana Inés en la novela escrita por Ignacio Casas y que fue ganadora del Premio de Novela Histórica Grijalbo en 2019.
“Dice una de mis maestras que un escritor es autor hasta que publica. Cuando se editó La esclava de Juana Inés di un brinco en mi interior, en el corazón, de alegría y también sentí la responsabilidad de especializarme. Tuve unos jurados tremendos, que me dieron el premio, que son Eduardo Antonio Parra, un escritor muy riguroso y espléndido, yo creo que de los más notables que hay en México; Mónica Lavín, ni se diga, es una autora espectacular y una maestra muy buena. Y Andrés Ramírez que es un editor tremendo…”
“Yo escribí la esclava hace 4 años y quería que se publicara, la mandé a este concurso de novela histórica que convoca el Claustro de Sor Juana y Penguin Random House de México, y yo decía, bueno, quiero que se publique, si no gano, está bien, pero que se publique. Es lo que todos queremos. No escribimos para el cajón, en las historias está nuestro corazón… Escribir también nos muestra. Hay un capítulo de La esclava donde dice ella: Escribo porque aquí soy libre. Y un día me preguntaban en una charla ¿Ese capítulo eres tú? Pues sí, soy yo. Escribo por esa razón, porque claro, creo personajes también por el asunto del teatro, pero sí, hay un antes y un después de La esclava de Juana Inés en mi vida”.
Las novelas que Casas nos ha regalado, dos al día de hoy, muestran a los invisibles, los que no vemos. Y en eso radica su magia y la fascinación que ejerce en quienes lo leemos.
“Naturalmente, en la novela histórica se trabaja con personajes que ya tienen un nombre o prestigio como Carlota, Maximiliano, Pancho Villa, Zapata… y las novelas son ficciones, pero justamente cuando empecé a escribir La esclava de Juana Inés me propuse que Sor Juana no me comiera al personaje, y como también dijo Ana García Bergua, que es una escritora notabilísima y una gran amiga: en esta novela Sor Juana es una sombra. No quise que la historia fuera sobre Sor Juana Inés porque hubiera sido relativamente fácil tener un testigo que dijera Sor Juana hizo esto y lo otro. Y sor Juana tal y tal. Pero a mí ni me gusta el chisme ni me gustan los personajes que ya son como las estrellas. Entonces prefiero hablar sobre quienes no se ven. Y en este caso el virreinato ha estado de alguna manera oculto. La negritud mucho más oculta. La esclavitud no se ha visto. Nosotros aquí en México pensamos que no hubo esclavitud. La esclava me permite hablar sobre eso porque hoy en día están otras cosas que son una suerte de esclavitud también. Por eso me interesan estos personajes que no son las estrellas”.
Recientemente publicó su segunda novela, Amelio, mi coronel: “También Amelio, mi coronel es un personaje que vivió invisibilizado durante mucho tiempo y tiene muchas lecturas. Es un personaje transgénero desde una lectura para la comunidad transgénero pero también es una gran metáfora de que debemos hacer en la vida y con nuestra vida lo que queremos. Y que tenemos derecho al amor todo mundo, seamos como seamos, y a la cotidianeidad. A vivir y a caminar tranquilos”.
Y de pronto, regresamos a lo que le ha traído a Guanajuato: los niños y las lecturas: “Tengo ese amor, respeto y pasión por las infancias. Desde que empecé a trabajar en la radio me interesó muchísimo darles la voz. Había programas hace tiempo pero los adultos hacían a los niños, en el mundo del doblaje también adultos hacían las voces de los niños y a mí me parecía que era un despropósito porque estábamos subestimando a las infancias. Me da mucho gusto cuando escriben, leemos sus cuentos, les damos la voz y sigo aprendiendo…”
La hora de despedirnos se acerca, lo esperan sus pequeños grandes oyentes ávidos de escucharlo contar cuentos. Pero no podemos no hablar de Guanajuato: “Guanajuato para mí es uno de los estados más entrañables, he venido muchas veces al Festival Cervantino y al Festival de Primavera. Aquí conocí a mi pareja, en Guanajuato, venimos con mucha frecuencia. Guanajuato tiene algo muy importante: impacta a los artistas porque la presencia del Festival Cervantino es fundamental. El que vengan grandes tenores, sopranos, orquestas, creadores, directores de teatro, pintores… Realmente es un festival tan redondo, tan prestigiado, que mucha gente quiere venir, yo creo que fue una decisión espectacular que se haga aquí y realmente nos invita a la creación artística”.
Minutos después entramos en el Patio de las Esculturas del Museo Iconográfico del Quijote, al centro hay una mesa con varios libros: las dos novelas de Ignacio y otros cuentos para niños… dan la primera llamada… anuncian la segunda llamada… y de pronto: ¡Comenzamos! Entonces surge un hombre, sonriente con un gorro tejido de colores puesto, sus ojos son como los de un niño y con sonrisa, no de adulto, sino de infante travieso anuncia: “Bueeeeeeeenos días a todos, yo soy Nacho Casas de adobe y hormigón…” ¡Y la magia de los cuentos aparece! Y con ella las carcajadas que brotan como cascabeles que caen del cielo, los aplausos y las voces de los niños que emocionados se anticipan a la historia. Las palabras brincan entre quijotes de todas formas y materiales mientras que un solo hombre, en medio del espacio, con tan solo su voz y un silbato, nos hace viajar a mundos divertidos e inimaginables… es Nacho, Nacho Casas… el artista de la voz.