martes, diciembre 3, 2024
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EMMA CATALINA ENCINAS AGUAYO, PIONERA DEL EMPODERAMIENTO FEMENINO

En el complicado y vertiginoso mundo del siglo XXI, donde la mujer ha conquistado espacios para su desarrollo personal y social nunca antes imaginados, en prácticamente todas las actividades productivas y creativas del ser humano, hay nombres que vale la pena traer del pasado, como el de Emma Catalina Encinas Aguayo, ilustre mexicana.

¿Por qué? Porque ella fue la primera mexicana en obtener una licencia de Piloto Aviador. De acuerdo con los registros históricos de la aviación mundial, Emma Catalina nació el 24 de octubre de 1909 en el Mineral de Dolores, municipalidad de Madera, Chihuahua, y a los 5 años de edad fue a estudiar a Estados Unidos donde aprendió a dominar el inglés.

Una tarde, al mirar hacia arriba, vio un pequeño avión. Su imaginación voló tanto como la aeronave y ella misma se vio piloteando uno de esos aparatos que a la vista de todos se elevaban de manera casi milagrosa. Soltera, deportista, con 1.65 metros de estatura, 46 kilos de peso, y 23 años de edad, ingresó a la Escuela de Aviación “Roberto Fierro”.

Emma Catalina Encinas Aguayo, la primera mexicana en obtener una licencia de Piloto Aviador. (Fotografías de Juan Carlos Castellanos)

Debido al poder adquisitivo de sus padres, la joven tuvo acceso a los círculos de mando y poder, de creación artística, e intelectuales de su época. Con relativa facilidad, el 28 de noviembre de 1932 pidió al secretario de Comunicaciones y Obras Públicas, Miguel M. Acosta, permiso para hacer el examen práctico y obtener su licencia de piloto de turismo.

Concedido el permiso, se le informó que se presentara a las 10:00 de la mañana del 4 de diciembre del mismo año en el campo de aviación militar de Balbuena, en la Ciudad de México. Emma Catalina llegó con unos minutos de anticipación, ataviada con ropas y accesorios propios de la aviación y voló a una altura de tres mil pies. Una proeza real.

De acuerdo con las crónicas de esos años, a tres mil pies de altura realizó intrépidas espirales y luego descendió a dos mil pies para hacer acrobacias, tan difíciles de realizar, que incluso pilotos varones no podían o no se atrevían a hacer por temor o incapacidad; a la orden de sus jueces, Emma aterrizó la nave en cinco ocasiones, todos ellos perfectos.

El examen fue realizado por el teniente coronel Fernando Proal, jefe de la Oficina de Comunicaciones Aéreas de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, el coronel Alberto Salinas y el ingeniero Mariano Domínguez, Jefe de la Sección Técnica de la misma Oficina de Comunicaciones, quien calificó el vuelo de Emma como “muy, muy bueno”.

Así, la valerosa mujer recibió su licencia (la número 54) de Piloto de Turismo, en tanto que el título respectivo lo recogió el 12 de abril de 1934. Entre otros méritos, porque sus calificaciones en el examen fueron las siguientes: Conocimiento del Aeroplano, MB (Muy Bien); Conocimiento de los Motores, B (Bien), y Reglamentación Aérea, B (Bien).

Esculturas de otras figuras relevantes de la aviación mexicana forman parte de esta galería: Santos Dumont, pionero de la aviación brasileña; Alberto Salinas Carranza, forjador de la aviación mexicana, y Agustín Gutiérrez Peláez “El Gato”. (Fotografías de Juan Carlos Castellanos)

Pasó el tiempo y Emma Catalina siguió volando. Se sentía libre, y al estar en el aire se decía en contacto con la naturaleza que también está allá arriba. Llegó el momento en que Luis Echeverría Álvarez (17 de enero de 1922-8 de julio de 2022) ocupó el alto cargo de presidente del país (lo ejerció del 1 de diciembre de 1970 al 30 de noviembre de 1976). 

Lejos habían quedado los tiempos en que su familia la mandó a Estados Unidos por temor a los balazos de la Revolución Mexicana. En Estados Unidos pudo adquirir una sólida y refinada educación que le granjeó ser la intérprete oficial de Luis Echeverría. Le traducía documentos oficiales venidos del extranjero y sus informes presidenciales.

Marzo, mes que celebra el respeto, los derechos y la superación de las mujeres, se hace propicio para recordar a Emma Catalina, lo mismo que al biplano con monomotor de 85 caballos de fuerza llamado “Tormenta” por el ruido que hacía al arrancar y en el que ella sobrevoló el Lago de Texcoco para ser aprobada por unanimidad en su glorioso examen.

Se le recuerda también porque fue traductora, intérprete y paciente maestra de inglés de numerosos pilotos que el gobierno mexicano envió a Estados Unidos en los albores de la década de los años 30 del siglo XX. Esos jóvenes pilotos viajaban al país del norte para complementar su formación académica y recibir adiestramiento en las actividades aéreas.

Emma Catalina Encinas Aguayo dejó este mundo para volar muy alto el 15 de noviembre de 1990. Antes, dejó ver un deseo anidado en su mente y su corazón mucho tiempo atrás: quería que su imagen, en escultura de bronce, estuviera en la “Galería de los Próceres de la Aviación Mundial” del Aeropuerto Internacional “Benito Juárez” de la CDMX.

También se encuentran imágenes de: Horacio Ruiz, primer Correo Aéreo; Wilbur y Orville Wright, pioneros de la aviación mundial; Javier Garagarza, primer piloto trasatlántico mexicano, y Charles Augustus Lindbergh, quien hizo el primer vuelo de Washington a la Ciudad de México. (Fotografías de Juan Carlos Castellanos)

Lamentablemente nada más alcanzó a ver el molde de su busto en yeso. Un derrame cerebral terminó con su vida y en su buró, cerca de su cama, quedó para la posteridad la foto del día de su examen: gafas de piloto, bufanda blanca con el escudo de la aviación mexicana bordado, chamarra de cuero color rojo, y pantalón y botas altas tipo militar.

A la fecha, México suma casi mil pilotos del sexo femenino, quienes saben que la figura y el legado de Emma Catalina Encinas Aguayo están vigentes y crecen cada día porque, hace casi un siglo, literalmente abrió nuevos y fabulosos horizontes en la difícil y arriesgada profesión del aviador. Su busto en bronce existe, y se puede visitar sin costo.

Se encuentra en la terminal 1 del Aeropuerto Internacional “Benito Juárez”, y comparte el espacio con otros personajes ligados a la aviación nacional e internacional. Entre ellos el entonces presidente Francisco I. Madero, quien el 30 de diciembre de 1911 se convirtió en el primer Jefe de Estado en el mundo en volar. Su viaje en avión fue de 12 minutos.

Otras personalidades inmortalizadas en la galería son Santos Dumont, pionero de la aviación brasileña; general piloto aviador Alberto Salinas Carranza, forjador de la aviación mexicana; Agustín Gutiérrez Peláez “El Gato”, cuya frase “Siempre hay un día más para volar” le valió conquistar la simpatía de sus compañeros de aviación.

Igualmente, el piloto aviador Francisco Sarabia, pionero de las rutas aéreas nacionales; ingeniero Ángel Lascurain, diseñador y constructor de aeronaves; Francisco Santarini, fundador de la industria aeronáutica nacional, italiano nacionalizado mexicano, y el ingeniero Juan Guillermo Villasana, fundador del Departamento de Aeronáutica Civil.

De igual modo pueden mirarse los bustos de Gustavo Adolfo Salinas Camín, pionero de la aviación militar en el mundo, y de Alberto Braniff, quien realizó el primer vuelo en México, y de Francisco I. Madero. (Fotografías de Juan Carlos Castellanos)

Teniente coronel Horacio Ruiz, primer Correo Aéreo; general Roberto Fierro Villalobos, héroe de la aviación mexicana; Wilbur y Orville Wright, pioneros de la aviación mundial; capitán piloto aviador Javier Garagarza, primer piloto trasatlántico mexicano, y Charles Augustus Lindbergh, quien hizo el primer vuelo de Washington a la Ciudad de México.

El visitante curioso puede conocer también los rostros del general de división piloto aviador Gustavo Adolfo Salinas Camín, pionero de la aviación militar en el mundo, y de Alberto Braniff, quien realizó el primer vuelo en México. Entre todos ellos, hombres valientes de rostro adusto y sereno a la vez, destaca la dulce Emma Catalina Encinas Aguayo.

Juan Carlos Castellanos
Juan Carlos Castellanos
Juan Carlos Castellanos C., es periodista con más de 40 años de experiencia en temas culturales. Entre otros muchos, ha merecido el Premio Internacional de Periodismo “Ludwig Von Mises” de las Naciones Unidas y su labor como reportero ha sido antologada en diversos libros y revistas.
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