Numerosos usuarios del Sistema de Transporte Colectivo Metro de la Ciudad de México han manifestado haber visto en la estación Guerrero, concretamente en el ancho y largo pasillo de correspondencia de Línea B a Línea 3 de ese medio de transporte, a “El Rayo de Jalisco” aplicar un “trineo” a un adversario, y al “Perro” Aguayo atizar un “rodillazo”.
Además, sostienen que “La Dama Enmascarada” está castigando al cuello de su rival, que “Huracán” Ramírez propina una cascada de patadas a su contrincante, y Camilo Pérez “El Bulldog” hace una “palanca al cuello” a quien pretende arrebatarle el triunfo de la pelea. Esos testimonios son totalmente ciertos, inscritos en una fantástica exposición pública.
Se trata de la exposición Leyendas de la Lucha Libre, muestra-homenaje a uno de los deportes más populares y de mayor arraigo entre el público familiar de México, misma que da cuenta de 45 luchadores y luchadoras retratados en más de 2 mil metros cuadrados de pinturas y fotografías a color, sepia y blanco y negro en murales, columnas y techo.
En las imágenes de gran formato se puede ver a luchadores emblemáticos de todas las épocas, como, “La Maravilla”, “El Santo”, inolvidable Enmascarado de Plata, “El Verdugo”, “Cavernario” Galindo, René Guajardo, Ángel Blanco, “Tinieblas”, “Perro” Aguayo, “Estrella Blanca”, “Espectro”, “Blue Demon”, “Mil Máscaras” y muchos más.
Por ser un deporte y un espectáculo que apasiona a las multitudes, por el valor de quienes la practican, así como una representación escénica con juegos acrobáticos, un teatro de la vida con personajes fabulosos dotados de extraordinaria fuerza física y valores, hoy en día la Lucha Libre Mexicana es Patrimonio Cultural Intangible de la Ciudad de México.
De acuerdo con las autoridades culturales de la capital del país, a la Lucha Libre se le ha reconocido como una tradición y una expresión de identidad de la cultura popular de la CDMX. La declaratoria, califica a esta práctica como un producto cultural que se expresa y recrea en la capital, en el que se articulan muchos elementos materiales e inmateriales.
Por medio del decreto se reconoce ampliamente a los conocimientos, creencias, prácticas, técnicas, sistemas de representación y transmisión relacionados con el también llamado “Deporte del pancracio”. Así, se reconoce y adopta a la Lucha Libre como una expresión cultural que involucra a luchadores, historiadores, cronistas, réferis y al público seguidor.
De manera especial, a las familias que acompañan día con día a quienes han construido la historia de este deporte que se ha ido formando a través de los años como un espectáculo cultural. En las arenas de lucha libre concurren los habitantes de la ciudad, pero también personas de otras regiones del país y del mundo, pues la mexicana es una lucha singular.
No es raro asistir a una función de Lucha Libre y advertir que uno está sentado junto a un grupo de extranjeros que conocen de ese tema y que vienen a nutrirse de esa parte de la cultura de la Ciudad de México para luego llevarla a sus países de origen, debido a que es una representación cultural que logra despertar emociones en el público más diverso.
Sobre este deporte se ha dicho también que es la lucha del bien y el mal que se convierte en una metáfora de la vida; es un ritual, un oficio rudo y crudo que es al mismo tiempo un arte de fina ejecución, una de las expresiones de la cultura popular urbana más afincada no únicamente en la capital mexicana, sino en todo el país, y de ahí, al resto del mundo.
La Lucha Libre ha sido tan importante en el devenir de la cultura popular nacional, que se ha encargado de dar vida a una parte del cine hecho en México. Se tutela un patrimonio para reconocer su valor y para impulsarlo. Eso ha hecho que las autoridades culturales velen por que la Lucha Libre siga siendo cardinal en la vida cultural de la ciudad.
En un recuento histórico de la Lucha Libre en México, el cronista de ese deporte, Jorge Gómez Garnica, dijo que en 1427 se fundaron las dos escuelas aztecas para guerreros, y que en 1865 un general francés dio las primeras exhibiciones en el Palacio de Buenavista. En 1897 se realizó el primer encuentro de Lucha Libre en la plaza de toros de Bucareli.
Cronología: En 1922 se llevó a cabo la primera lucha por un campeonato profesional en la ciudad; en 1931 hubo una gran temporada en la Arena Nacional (hoy Palacio Chino); en 1933 se reabrió la Arena Modelo con el nombre de Arena México; en 1934 debutó “El Enmascarado”, con lo que se estrena la máscara en la Lucha Libre; en 1942 en la Arena México apareció la mayor leyenda: “Santo el Enmascarado de Plata”; en 1952 se estrenó La bestia magnífica, primera película de luchas en el país, recordó Gómez Garnica.
La declaratoria se ciñe a las disposiciones en materia de patrimonio cultural intangible aprobadas por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), en las que se establece que éste se constituye por “las representaciones, usos, expresiones, conocimientos y técnicas ―junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes―, que las comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos reconozcan como parte de su patrimonio cultural”.
De esta manera, en la declaratoria se considera que, en efecto, la Lucha Libre Mexicana es un conjunto de técnicas transmitidas de generación en generación, que para su ejercicio exige de elementos materiales y simbólicos particulares, y que es un deporte-espectáculo que exige de sus protagonistas conocimiento, técnica, fortaleza física y valor simbólico.
Es un producto cultural que articula elementos tangibles (gimnasio, ring, arena, cuerpos humanos, personajes e indumentarias) con elementos intangibles (técnica, símbolos, signos y significados, costumbres, usos), además del elemento ritual donde se constituye la arena una vez que sus escenarios y sus actores sociales se ponen en movimiento.
En el decreto se apunta que este deporte es una actividad que se desarrolla en la frontera entre la fantasía y la realidad, un oficio rudo y crudo; un arte de fina ejecución. La Lucha Libre es color, imaginación y mito, una práctica que ha sobrevivido al paso del tiempo y la modernidad, y en ese devenir crea un legado de la cultura popular en la CDMX.
La Lucha Libre Mexicana, en principio, convocó a las clases populares, pero debido al desarrollo de las industrias culturales como el cine y su difusión en medio masivos, entre otros, actualmente ha logrado una aceptación general entre la población, sin distingos de sexo, edad, condición social ni de ninguna otra clase; hoy está en el imaginario popular.
Está en ensayos, crónicas, narrativa popular, canciones, estudios de ciencias sociales, tesis, artículos de fondo, documentales, películas, radionovelas, programas de televisión, revistas, pinturas, esculturas, fotografías, grabados, e incluso en la mitología tardía del cómic que, en conjunto, contribuyeron a la configuración de una memoria colectiva.
Como generadora de empleos, la Lucha Libre también tiene un papel importante en la sociedad, pues en la representación de este deporte-espectáculo participan activamente taquilleros, vigilantes, vendedores, intendentes, edecanes, presentadores, fotógrafos, réferis, peluqueros, médicos, paramédicos, “seconds”, y desde luego, los luchadores.
La exposición permanente en el Metro dedica un módulo especialmente dedicado a “El Santo” (Rodolfo Guzmán Huerta) de quien se muestran imágenes inéditas, carteles de las actuaciones que tuvo, y un testimonio que él redactó en su máquina de escribir mecánica donde deja ver su propia historia y los sucesos que vivió antes de convertirse en leyenda.