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MANUEL BUENDÍA: EL ÚLTIMO QUIJOTE DEL PERIODISMO MEXICANO

Fue cobardemente asesinado hace 40 años

Aquel miércoles 30 de mayo de 1984 los noticiarios nocturnos de televisión daban a conocer la noticia: el columnista Manuel Buendía había sido asesinado cuando salía de su oficina, ubicada en el cruce de Paseo de la Reforma e Insurgentes, cerca del edificio del diario Excélsior, donde escribía.

A los que entonces éramos estudiantes de Ciencias de la Comunicación de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM nos sacudió la noticia. Al día siguiente, mientras su cuerpo era velado y en la capilla donde estaban sus restos mortales llegaban coronas fúnebres a raudales, nos coordinamos con alumnos de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García y acordamos realizar una marcha para exigir se hiciera justicia.

Manuel Buendía daba clases en ambos planteles. En la Septién impartía las materias de Redacción Periodística y Oficinas de Prensa, en tanto que en la Universidad Nacional Autónoma de México sus materias eran Géneros Periodísticos (interpretativos y de opinión) y Taller de Prácticas Periodísticas.

El periodista Manuel Buendía, como maestro, revisaba y corregía con un bolígrafo los trabajos de sus alumnos.

Sus materias en la UNAM eran optativas, pero no acudía a las aulas: sólo aceptaba entre 8 y 10 estudiantes y las clases eran regularmente en su oficina. No había cátedra formal ni tanta teoría. La mayor parte de las clases eran en un solo día (sesiones de 4 horas), en las que solía contar anécdotas sobre su experiencia como periodista.

La enseñanza era a la manera empírica tradicional: una orden de trabajo para reportear hechos de interés noticioso y llegar a clase con el texto realizado. Él, con una minuciosa lectura y correcciones a mano, decía qué estaba bien y qué no. Ser alumno de Manuel Buendía era casi garantía de tener trabajo incluso antes de salir de la carrera.

La protesta

El jueves 31 de mayo, en la mayoría de los periódicos, en los espacios de los cartones políticos apareció sólo un fondo negro con un mensaje en letras blancas:

“¡Buendía, señor procurador!”

La presión era para Renato Sales Gasque, procurador de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal. La prensa estaba volcada y exigía castigar a los culpables y que no hubiera “chivos expiatorios”.

El viernes 1 de junio fue la marcha. La columna, compuesta por estudiantes de la UNAM y la Septién e integrantes del gremio periodístico salió de la Escuela y pasó por Excélsior, donde Buendía publicaba su reconocida columna “Red Privada”.

Quizá era un millar de voces que llegó hasta la Secretaría de Gobernación, en Bucareli. El titular era Manuel Barttlet Díaz, quien fue coreado en las consignas:

¿Quién mató a Buendía?

Barttlet!

¿Quién mató a Buendía!

¡La CIA!

¿Quién mató a Buendía?

¡La burguesía!

Para rematar con una consigna que enfureció a los políticos porque atentaba contra la máxima figura del país: el presidente Miguel de la Madrid Hurtado:

¿Quién mató a Buendía?

¡Eme, eme, hache! (las siglas del nombre del mandatario)

Comunicador completo

Manuel Buendía Tellezgirón nació en Zitácuaro, Michoacán, el 24 de mayo de 1926. Su columna “Red Privada”, publicada en el diario Excélsior de la Ciudad de México, era reproducida por alrededor de 60 periódicos del resto del país.

Era y quizá sea hasta la fecha el periodista de mayor influencia en el panorama de prensa escrita en México en la segunda mitad del siglo XX. Sus temas fuertes fueron la presencia de la CIA en México, la ultraderecha, el narcotráfico y la corrupción gubernamental.​ Era símbolo para su gremio por la calidad de su escritura y la profundidad de sus investigaciones. Era un referente de independencia e innovación.

“Red Privada” era la columna más popular del país. Tuvo grandes momentos de denuncia contra los presidentes Luis Echeverría (1970-1976), José López Portillo (1976-1982) y el inicio del de Miguel de la Madrid.

Muchas veces su trabajo fue objeto de censura. Su muerte se ha interpretado siempre como muestra de la violación desde el poder a la libertad de prensa y la libertad de expresión.

Pero no sólo había destacado como talentoso y audaz reportero desde su juventud, para llegar a su madurez con las columnas “Para control de usted”, “Soles” y “Red Privada”: incursionó con éxito en medios electrónicos.

Ejerció el periodismo de opinión en el programa de Radio Educación: “Onda política”; en Canal 11, con su columna “Lo dicho, dicho” para “Del dicho al hecho”. Condujo el programa “Día con día” en el Canal 13. Perteneció al Club de Periodistas y fundó con otros colegas la Unión de Periodistas Democráticos.

En 1982 participó en la fundación del semanario Punto. Creó el Ateneo de Angangueo en donde se honraba en forma humorística y crítica a los políticos destacados por sus errores. Practicó todos los géneros periodísticos y se convirtió en uno de los críticos más certeros del sistema. Denunció a la ultraderecha mexicana y a la Agencia Central de Inteligencia estadounidense (CIA) y sus operaciones en México; el Opus Dei y la influencia del clero católico en el país; los funcionarios enriquecidos gracias a sus cargos, con nombres y apellido, y los caciques empoderados y brutales, como Rubén Figueroa, entre otros.

Su muerte

El 30 de mayo de 1984 fue asesinado en la Ciudad de México. Testigos del atentado describieron que fue baleado por un hombre alto, fornido, con gorro militar y corte de pelo tipo soldado. Se le acercó y le disparó cinco tiros por la espalda. Buendía tenía permiso para portar armas y era muy  buen tirador. Fue la única manera de minimizar una respuesta. El agresor escapó en una motocicleta que esta lista para su huida a través de la Zona Rosa.

Pasaron los años y el crimen seguía impune, pero había un sospechoso: José Antonio Zorrilla Pérez, titular de la tenebrosa Dirección Federal de Seguridad (DFS), que fue detenido el 13 de junio de 1989. El 21 de junio fue detenido el supuesto autor material: Rafael Moro Ávila, agente de la DFS que supuestamente cumplía órdenes de su jefe.  Zorrilla Pérez era investigado por Buendía sobre vínculos con un fenómeno que emergía en el panorama nacional: el narcotráfico.

El exfuncionario fue condenado a 35 años de prisión; Moro, a 25, en el Reclusorio Norte, pero el 18 de febrero de 2009 fue excarcelado porque un tribunal colegiado le otorgó libertad anticipada, con lo cual cumplió 19 años de condena. Zorrilla Pérez fue trasladado a prisión domiciliaria el 10 de septiembre de 2014, cumplidos 25 de los 35 años de condena.

Manuel Buendía era un periodista que parecía personaje de película: usaba sombrero y gabardina. Hacía ronda con un grupo de periodistas para bromear y hacer mofa de errores de los políticos. Se denominaban “El Ateneo de Angangueo”.

Los expertos dicen que el de Manuel Buendía es un crimen que nunca ha sido esclarecido y que los dos encarcelados fueron “chivos expiatorios”. El periodista Miguel Ángel Granados Chapa publicó el libro Buendía, el primer asesinato de la narcopolítica en México, en donde afirma que el asesinato del periodista permitió mantener en secreto la alianza del gobierno mexicano con la mafia de los narcóticos y la protección que les brindaba la CIA.

Otro periodista, Raymundo Riva Palacio calificó a la muerte de Buendía como “crimen de Estado” y señala a dos principales sospechosos de haber fraguado el atentado: Manuel Barttlet Díaz y el ya fallecido Fernando Gutiérrez Barrios, quien suplió al primero en la Secretaría de Gobernación tras haber sido uno de los policías políticos más eficientes y aplicador de brutales métodos.

A la muerte de Manuel Buendía, un grupo de periodistas —encabezados por Miguel Ángel Sánchez de Armas— creó la Fundación Manuel Buendía, con el fin de rescatar y difundir la obra del michoacano. Y de manera postmortem han publicado, bajo el sello de la editorial Océano, los libros Red Privada (1981), La CIA en México (1983), La Ultraderecha en México (1984) y Los Petroleros (1984), integrados por selecciones de sus columnas.

Federico Velio Ortega
Federico Velio Ortega
Periodista, maestro en Investigador Histórica, amante de la lectura, la escritura y el café. Literato por circunstancia y barista por pasión (y también al revés)
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