La Plaza de la Santa Veracruz, en la Ciudad de México, está aproximadamente tres metros bajo el nivel de la calle donde se localiza. Acceder a ella, vía unas amplias escalinatas, es adentrarse en una atmósfera que se revela antigua, relajante, tranquila y con un olor al México de antes. Esas características la hacen única en toda América.
Ese espacio público se encuentra frente a la cara norte de la Alameda Central, y por su tamaño y arquitectura, fue un oasis para el escultor, arquitecto e ingeniero Manuel Tolsá (España, 4 de mayo de 1757-México, 24 de diciembre de 1816), quien vivió muy cerca de allí, y cada vez que deseaba tranquilidad y descanso, acudía tomar el sol en esa plaza.
Tres edificios enmarcan a la Plaza de la Santa Veracruz: la iglesia que le da nombre, el Museo Nacional de la Estampa (Munae) y el templo de San Juan de Dios (hoy Museo Franz Mayer), cada uno con su muy particular e interesante historia; el señorial conjunto arquitectónico es uno de los más antiguos y mejor conservados de su tipo en la CDMX.

Sobre la Iglesia de la Santa Veracruz, donde se dice que descansan los restos mortales de Manuel Tolsá, la experta del Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Martha Fernández, ofrece detalladamente en la revista electrónica Imágenes, de la misma institución, un florilegio de datos interesantes.
Explica que “en agradecimiento por haber arribado en 1519 al puerto que llamaría de la Vera Cruz, Hernán Cortés fundó, en la Ciudad de México, una archicofradía que bautizó igualmente con el nombre de La Cruz”. Pero añade que según Manuel Rivera Cambas, ésta ya existía en 1526, por lo que su fundación debió de ser de las primeras en la capital.
La Iglesia de la Santa Veracruz es grande, hermosa y llama la atención de los peatones que aciertan a pasar por allí. Una antigua iglesia fue construida en ese sitio en 1568, pero fue reemplazada en el siglo XVIII por la que hoy se ve, la cual fue gravemente dañada por un voraz incendio en 2020. Ya la repara, pero aún no se tiene una fecha de reapertura.
Otras fuentes históricas consultadas por equistente señalan que la iglesia fue fundada por la Archicofradía de La Santa Cruz, formada por el agradecido Hernán Cortés, en 1519. Al principio sólo aceptaba a miembros distinguidos de la nobleza novohispana, y hasta se creó una hermandad de caballeros. Desde luego, Cortés y sus allegados pertenecían a ella.
En 1563 el Virrey Luis de Velasco y el Arzobispo Alonso de Montúfar, crearon cuatro nuevas parroquias en la ciudad, pero a falta de dinero para mantenerlas, ambos señores se acercaron a la cofradía de Santa Catarina y a la Archicofradía de la Santa Cruz. En 1568, las parroquias de Santa Veracruz y de Santa Catarina se erigieron en ese bonito rumbo.
A mediados del siglo XVIII se contrató al arquitecto Ildefonso de Iniesta Bejarano, para reemplazar la antigua iglesia con un templo nuevo y más adecuado. Él trabajó de 1759 a 1776 en las torres y la fachada lateral, de estilo churrigueresco. A la vez, la fachada de la casa parroquial fue construida por el célebre y reputado arquitecto Lorenzo Rodríguez.
Durante el periodo de construcción, el atrio fue utilizado para celebrar el funeral de 488 residentes de la ciudad, quienes fallecieron en un gran terremoto en 1768. La iglesia de la Santa Veracruz, cosa excepcional y rara, tiene fachadas al Oeste, Sur y Este. La fachada Sureste, sobre la ahora moderna y cosmopolita Avenida Hidalgo, es la entrada principal.
Esa iglesia es famosa por las piezas de arte que resguarda, claras muestras del arte sacro virreinal. Ejemplo de lo anterior es el hermoso Cristo de los Siete Velos, que se mantiene en perfectas condiciones. La tradición dice que esa santa imagen fue un regalo a Carlos V del Papa Pablo III, y que posteriormente el Rey Carlos V se lo asignó a la fraternidad.
Otra joya de invaluable valor estético, histórico y artístico es la Virgen de los Remedios. Mucha gente la recuerda en un sitio especial de la iglesia de la Santa Veracruz, templo tan grande como frío, de poca pero plácida luz, y un ambiente en el que flota un denso misticismo. Una rápida vista panorámica en su interior revela que su belleza es ilimitada.
También llamada La Gachupina (voz despectiva en náhuatl que significa “de ascendencia española”), la Virgen de los Remedios es la protectora de los españoles en México. La imagen fue traída desde su propio santuario en España para rezarle durante un periodo de sequía… pero nunca fue devuelta. Y ahí está, como cuidando a quien restaura el templo.
Lamentablemente, este recinto religioso de rica historia y larga tradición ya no tiene la buena fortuna de siglos pasados. Si se le observa con detenimiento desde la plaza, se nota que está ladeada hacia el Norponiente. Por suerte, las construcciones aledañas, del siglo XIX, que alguna vez fueron parte del mismo conjunto arquitectónico, le sirven de apoyo.
El sismo del 19 de septiembre de 2017 la dañó mucho en la nave, las torres, y la cúpula, y los tres incendios del 30 de agosto de 2020 afectaron toda la estructura. Los polines se quemaron y dejaron sin soporte zonas clave como los arcos que sostienen los coros (alto y bajo), que si se caen, harán caer también la fachada, la portada principal y las torres.
En la Iglesia de San Juan de Dios está la capilla del Hospital de los Desamparados usada por la Orden homónima desde 1604. Albergaba al Comisionado de las Provincias de Indias, encargado de visitar todos los conventos de la Nueva España. En el siglo XVII las órdenes fueron eliminadas, los monjes expulsados, y la iglesia se abrió a todo el público.
El Museo Franz Mayer guarda la colección del inmigrante alemán que vino a México iniciando el siglo XX y le da nombre. Él juntó piezas de artes decorativas, textiles, mobiliario, platería, cerámica y pintura de los siglos XVI al XIX. Ocupa lo que fue el Monasterio y Hospital de San Juan de Dios; a un lado está el Museo de la Estampa.