El empeño de descubrir lugares, ángulos para fotografiar a la hermosa ciudad
Con ser un hombre polifacético (poeta, abogado, actor de teatro…), Pedro Vázquez Nieto ha hecho de la cámara fotográfica un instrumento predilecto para la expresión de su sensibilidad. De ello dan cuenta sus exposiciones así como las entregas no infrecuentes con que regala a quienes lo siguen en su perfil de facebook. Dentro de esa sensibilidad, Guanajuato ocupa un sitio de privilegio, al punto de llevarlo a declarar: “Hay una relación amorosa entre la ciudad y yo. Y dejo de manera muy evidente ver esa relación, y yo hago gala, presumo de mi amor por ella y a veces es un amor nada platónico, es bastante carnal”. Cómo llegó a ese grado de enamoramiento desde luego implica un proceso que dejamos para otro momento; ahora la atención se centra en la forma como este fotógrafo define su relación con Guanajuato capital abriendo además un resquicio en su biografía para dar cuenta de su andanza, cuando niño, con el adminículo que atrapa la luz y la vuelve imagen al retenerla.
—Le canto a lo material de mi ciudad, al continente, y me olvido un poco del contenido: de la población, de los festejos, de las celebraciones. Creo que Guanajuato es de una belleza que todavía no alcanzamos a dimensionar. Yo sigo descubriendo lugares, ángulos en los que nunca he estado, a pesar de que paso todos los días e intento ver la ciudad en lo más profundo, en lo mas esencial. Pero me doy cuenta que no alcanzo a ver toda la ciudad porque tiene muchas posibilidades y una de esas posibilidades es que como la ciudad está dentro de una hoya entonces podemos treparnos a los diferentes cerros que la circundan y a cada paso podemos encontrar una ladera de donde no hemos visto la ciudad, hay ángulos no vistos de la ciudad, yo creo que habrá espacios donde nunca ha estado un hombre, de donde nadie ha visto la ciudad. Yo quisiera algún día encontrar ese recoveco detrás de un órgano, de un nopal, de un casahuate, que nunca ha estado un ser humano y que desde allí yo por primera vez podría ver a la ciudad. El día que encuentre ese ángulo quiero tener a la mano una cámara fotográfica, poder plasmarlo.
—Yo me inicié en la fotografía muy jovencito, yo creo que por mi influencia de mis genes. Dos tíos míos hacían fotografía. No recuerdo quién me regaló mi primera cámara, pero era una de esas camaritas Brownie chiquitas de Kodak y con esa empecé a tomar fotografías. De rollo desde luego. Luego revelábamos e imprimíamos en el baño de la casa con mi tío. No me pareció difícil hacerlo, estaba muy divertido. No teníamos una ampliadora, teníamos puros contactos. Yo creo que en la fotografía empecé como a los 14 años con mi camarita. Pero eran fotografías de mis perros, de mis gatos, y de la Presa de la Olla, donde andaba. Retraté muchas veces los eucaliptos de la Presa de la Olla, las casas del entorno, a mis hermanos, mi hermano mayor montando en burro y cosas así que a mí me llamaban la atención, eso era lo que fotografiaba. Luego nos metíamos en la noche al cuarto oscuro con mi tío.
—Otra cosa. Cuando yo estaba chico, mi papá nos llevaba a garambullear. Era un rito que desafortunadamente se va perdiendo porque muchas casas se van asentando en los cerros y están desapareciendo las áreas de los garambullos. Nosotros íbamos después de que terminaban las épocas de lluvia o en medio de las épocas de lluvia, los sábados y domingos a garambullear. Comíamos garambullos hasta hartarnos, nos espinábamos. Y uno de los juegos que hacíamos con mi papá era encontrarle formas a las nubes: ya cuando habíamos juntado en una bolsita de papel de estraza garambullos, nos fijábamos: “mira, ¿ya viste el caballo?”. Entonces la mirada al cielo para mí resulta muy natural. Yo a veces digo, en forma de broma también, que me encantaría que me pagaran por ver las nubes, simplemente que estuviera todo el día yo viendo el cielo, sería feliz. Por eso yo creo que no me resulta difícil estar volteando a ver las nubes, y es entonces —yo creo— que cuando ando viendo las nubes es cuando me encuentro con remates de edificios, y si me encuentro cúpulas entonces las incluyo en la mirada, pues estoy acostumbrado. Y además en Guanajuato como no hay horizonte, como no hay puestas de sol, pues siempre tienes que estar buscando en la cúspide de las montañas para ver a dónde anda el sol o a qué hora sale el sol: obliga a voltear para arriba.
—Es muy difícil ser novedoso fotografiando a Guanajuato, porque como la ciudad es tan hermosa y además tiene muchas posibilidades de ser fotografiada desde muchos ángulos, entonces pues la gente se sube a los callejones y ve hacia la hoya y descubre siempre cosas agradables. Así pues muchísima gente ha tomado a Guanajuato miles de ocasiones y en circunstancias muy variadas. Por eso digo que es muy difícil hacer una toma que resulte original. Yo de alguna manera he repetido fotografías que todo mundo hace desde el Pípila, pero también he querido encontrar ángulos a los que hace rato me refería, ángulos en los que digo “por esa rendijita nadie se ha asomado más que yo”, y poder así sorprender a Guanajuato, que no note que está siendo fotografiado para que no ponga cara de posado y entonces fotografiarlo. Por decir algo: las cúpulas del tempo de San Diego las fotografié subiéndome a la escalera de bomberos del Teatro Juárez, un lugar al que normalmente no puedes acceder porque no está puesta la escalera de abajo para que puedas treparte a la escalera alta y a la espiral. Un día que estaba puesta la escalera de abajo, me trepé. Estaba lloviendo. Me trepé con todo y el paraguas, me mojé todo, claro, la cámara no, y pude hacer esa fotografía desde un ángulo al que solamente los bomberos pueden llegar.
¿Qué fotografía falta de Guanajuato?
—Hay muchas fotografías que faltan de Guanajuato, pero ese tipo de fotografías no me gustaría hacerlas; hay quien lo hace y quien gusta de dejar testimonios de esto, de realidades que son lacerantes y que a mí no me gustaría hacerlas o que si las hago no me gustaría mostrarlas. Hay un Guanajuato de pobreza, hay gente que vive mal en la misma ciudad, que hace casas de cartón, techos cuando bien les va de lámina, a veces son de plásticos azules amarados con lo que se puede. Ese Guanajuato existe y ese Guanajuato no lo muestro, me da tristeza que exista. También creo que es un compromiso de todos tratar de cambiar la situación existente. A veces por el dolor le saco la vuelta, entonces no voy a los cerros donde esta todo esto y no tomo esas fotografías. En mis textos sí he abordado el tema de la pobreza y del abandono, pero en la fotografía me cuesta mucho trabajo. Hay otras gentes que lo hacen; yo prefiero mostrar mi ciudad con luz y nada más: la oscuridad de la noche y no la oscuridad del abandono, el desamor y la ignorancia.