viernes, noviembre 22, 2024
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CUANDO SE CIERRA EL TELÓN LOS PINCELES COBRAN VIDA

Hablar de Cuauhtémoc Trejo es evocar también a su compañera de vida: la flauta. Con ella ha recorrido un sin número de escenarios alrededor del mundo; ha hechizado a cientos, miles de espectadores; y se ha forjado una carrera en la que siempre ha estado presente la disciplina y la educación exhaustiva que se refleja en sus interpretaciones.

Sin embargo, cuando el concierto termina, los reflectores se apagan, los atriles se quedan vacíos y las puertas del teatro se cierran con llave surge ese otro Cuauhtémoc íntimo, creativo, perfeccionista, enamorado de los colores, los trazos y las mil historias que sus obras gráficas le permiten contar.

Y es que sus primeros años de vida estuvieron llenos de arte y cultura: “Nací en una casa de artistas —me cuenta—, mi padre fue pintor. Fue maestro de dibujo y pintura en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de San Carlos… mi madre fue ceramista. Crecí en una casa llena de pintura, de poesía, de música”.

Cuauhtémoc Trejo, flautista profesional y artista plástico

Para Cuauhtémoc niño los dibujos eran su mundo, era su forma de seguir dialogando con su entorno, con lo que iba descubriendo y aprendiendo: “En casa pasaban cosas muy bonitas, como cuando había reuniones literarias, por ejemplo. Había todo un ambiente dedicado a la lectura, a la música. Desde ser un buen público de conciertos hasta ir a obras de teatro muy seguido, y de repente también ver buen cine. Yo estoy muy agradecido, con los padres que tuve, me fue de lujo. Mi primera vocación fue la plástica”.

Y aunque desde los seis años estuvo yendo a San Carlos, a las clases de dibujo con modelo y estaba muy dedicado a la pintura, a la talla en madera y a la cerámica le ganó la vena por la música: “Buscaba mi espacio. Muy rápido comencé a pedir instrumentos musicales, mis padres no sabían qué hacer con eso porque no hay más músicos en la familia… así que emprendí mi propia búsqueda pero prevaleció y ha prevalecido lo que llamo mi segunda vocación, que quizá fue la primera”.

Y es así porque ser un niño creativo y con talento no siempre ha sido sencillo, tampoco lo fue para él a pesar de ser un alumno estudioso y dedicado: “Me gustaban la historia y la biología mucho más, pero en cuarto de primaria tuve una maestra que me echó el ojo y me reprendía por mi cabello largo y cosas disciplinarias fundamentalmente. En ese tiempo teníamos una sección de teoría del dibujo y del color en primaria lo cual era inusual en los años sesenta en la Ciudad de México, la maestra entonces nos dejó una tarea que consistía en hacer los colores primarios y secundarios con Prismacolor. Cuando mi papá me vio me sugirió hacerlo con acrílicos, me dijo: “vamos a hacerlo con wash, vamos a hacerlo en serio”. Pero yo le pedí que no lo hiciéramos porque sabía que la maestra me iba a reprender por hacerlo con pincel y no con colores. Obedecí a mi papá pero estaba muy asustado porque la maestra era muy estricta, cuando él se dio cuenta me dijo que no me preocupara, que si había algún problema me autorizaba a decirle a la maestra que mi papá, que era el Director de la Escuela Nacional de Artes Plásticas y Pintura de San Carlos, me había recomendado hacerlo así. Por supuesto que al día siguiente que llegué la maestra ¡hizo tango! Simplemente porque no estaban hechos con Prismacolor… al final cedió y de ahí en adelante me tuvo una especie de amor-odio. Era su preferido pero no tan preferido al que le pedía dibujar los mapas en el pizarrón a la hora del recreo para la clase de geografía”.

Luego de ese episodio participó en un Concurso Nacional de Pintura sobre Benito Juárez: “fue en el mero centro de Coyoacán en la Ciudad de México, la técnica era libre y usé mis acrílicos. Me recuerdo sufriendo porque soy muy perfeccionista, y sí, me sabía muy bien el tema, conocía perfectamente el rostro de Benito Juárez y lo que deseaba hacer. Entonces me tomó muchísimo tiempo, tardé tres horas pintando. Fue un día duro. Cuando terminé estaba casi llorando, y sí, saqué uno de los varios primeros lugares a nivel nacional que se otorgaron… el premio fue muy bonito, eran libros y colores. Ha sido el único concurso que he ganado en mi vida. Más tarde, como adolescente, empecé a ser muy competitivo y muy criticón en las exposiciones. Todo lo criticaba. Lo cual no me pasaba con la música, ahí era otro tema”.

Por eso es que hay un Cuauhtémoc sobre el escenario que es visible y audible para todos, y otro, en la intimidad de su vida, que dibuja y pinta como una forma de conversar con su padre, de dialogar y amar a sus hijos y de registrar la vida que lo puebla línea a línea, en total libertad: “Es como un diario, así lo veo yo, como un diario un poco privado en el que dibujo lo que me va pasando, y así funciona. Literalmente es como un cuaderno de apuntes. Muy de dibujar los sueños, lo que te sucede, lo que te rodea”.

Piezas producto del quehacer plástico de Cuauhtémoc Trejo

La vida nos va privando de situaciones, nos aleja de las personas, nos lleva a otros escenarios y a otros mundos, sin embargo, para él el acto de pintar y crear, sin importar dónde esté ni cómo esté, lo conecta siempre con su padre: “La pintura y el dibujo siguen siendo un diálogo para mí con mi padre. A ese nivel me retribuye muchísimo, porque él sigue ahí, sigue conmigo, seguimos platicando. Aprendí mucho de sus clases. Porque sí, yo empecé a estudiar música muy joven y me separé de la casa, del camino familiar. Pero ya siendo adolescente yo organicé los talleres de dibujo en el estudio de mi papá. Había ceramistas, había pintores que venían y tomaban clases de dibujo en la casa.Yo organizaba esas clases y luego las saboteaba también porque era un niño terrible. Pero fue muy divertido, confieso que haber crecido en esa casa ahora lo aprecio como un regalo enorme”.

En su hogar se hablaba de música como algo que forma parte de la cultura general, de la diversión pero no era así cuando se trataba de la plástica, que requiere criterios: “Yo me acuerdo de cuando no conocía a Cuevas, pero sí me acuerdo de sus libros en casa y me comenzaron a gustar cuando tenía 9 o 10 años. Sin embargo, a mi papá no le gustaba Cuevas, él era muy picassiano, muy taurino también. Yo empecé a tener mis propios gustos. Incluso recuerdo que teníamos un cuadro enorme en la sala del Guernica de Picasso y yo lo veía y pensaba que era un cuadro espantoso. Me atormentaba la escena. Pero años después dije: Woow este cuadro es tremendo, tiene un significado tan profundo. Yo creo que ése es el proceso de madurez estética. El resultado de haber sido el hijo de un maestro de pintura que también fue maestro de muchas generaciones de pintores… me tocó la época de esa educación estricta de primarias y secundarias con las consecuencias de la época de Vasconcelos, de la Secretaría de Educación, desde el muralismo y la literatura. Toda la época de Paz, de Fuentes… yo conocí a José Revueltas, fue en la Prepa 2, llegó a dar una conferencia ahí. Todo el mundo se volcó a escucharlo. Fue muy interesante ver a Revueltas. Estaba muy chavo para entender todo. Mis hermanos fueron mayores que yo, entonces era un filtro muy bueno porque todo lo asimilé a través de ellos también”.

Cuauhtémoc Trejo ve cada vez más cercano el momento de jubilarse de la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Guanajuato en la que actualmente es el Principal de flauta: “Estoy planeando mi futuro creativo, quiero ejercer la pintura y el dibujo con la música de una manera más armónica. Creo que voy a disfrutar enormemente esta época porque tengo muchos proyectos de música de cámara.Muchos sueños todavía en el tintero. La música no se acaba. Tengo un festival de flautistas, tenemos mucho trabajo en ciernes todavía con la Orquesta y siento que ese cambio de ciclos va a ser muy interesante. La música es muy celosa y no me ha dejado ejercer más en la plástica. Estoy saliendo del closet. Antes era algo secreto, muy privado, y ahora ya mucha gente me pide comisiones que cobran cada vez más importancia para mí, y empiezo a hacer cosas de pequeño formato, enmarcar dibujos y pinturas para algunas galerías. Y estoy contento de hacerlo también”.

A pesar de que su trabajo con lápices y pinceles ha sido más bien silencioso, hay ya un libro ilustrado con sus dibujos, se trata de Trazos del maestro Juan Manuel Ramírez Palomares. También es el autor de la portada del último disco de “Capella”, su ensamble de música antigua. Al mismo tiempo, siempre ha estado ligado y cercano a los museos como la Casa Museo Gene Byron pues a él le debemos la coordinación y gestoría de los tradicionales conciertos dominicales del Museo. Pero también fue curador durante cuatro años en Casa Cuatro e incluso ya tuvo una primera y única exposición —hasta ahora— en el Foro Cultural 81, en 2019.

“Te confieso que me emociona mucho ver esta moda del arte público en donde hay murales que aparecen de la noche a la mañana en las calles. Aunque también muchas veces me dan ganas de salir por las tardes o por las noches y hacerles una pequeña corrección por aquí y por allá. Me dan muchas ganas de hacer una intervención pequeña, una intervención sobre otra intervención no sería un pecado muy grande… también me gustaría hacer un mural, mi papá era muralista y yo fui su chalán cuando pintó el mural del Congreso de San Lázaro. Tenía 22 años, fue antes de venirme a Guanajuato. Me divertí mucho haciendo ese mural… ilustrar libros es un sueño también. Libros para niños. A veces los hago, dibujando con mi hija hacemos cuentos. Dibujamos toda una serie de ballenas, delfines, pájaros. El dibujo de los niños es maravilloso, son artistas naturales. Otro sueño que tengo es hacer algo inspirado en el gran científico y naturalista Alfredo Dugès, he pensado en un proyecto que me parece fantástico y que sería también un homenaje”.

De pronto, de los sueños pasamos a la inspiración: “me inspiran los niños, me inspira la naturaleza. He dibujado caballos toda la vida, como disciplina y también dibujo otros animales porque después de dibujar un caballo no es tan sencillo dibujar un venado, por ejemplo, porque se parece, pero no. Ahí está un buen reto. También confieso que he sido taurino. He dibujado minotauros y figuras mitológicas, fui un apasionado de la mitología griega, toda mi vida. Si trabajo en un tablón de madera, lo que me inspira son las vetas, por ejemplo. Me inspira mucho la postura de un perro, o la pose de un pájaro. Mi hija Alana y yo dibujamos eso todo el tiempo. Y por supuesto, me inspira la música, que es una parte de lo que vivo todos los días. Entre mis trabajos cotidianos aparece también el eterno femenino, el desnudo y los temas de pareja”.

Presidium de la ceremonia de homenaje al padre de Cuauhtémoc Trejo, persona por demás trascendente en la vida del músico intérprete y artista plástico

Y finalmente llegamos a las frases, dos, que lo acompañan desde el momento mismo en que fueron pronunciadas por su padre: “Hay una frase de mi padre que es una lección tremenda y en mis últimas pláticas con amigos pintores siempre la saco. Mi papá me dijo en referencia a la Historia del Arte: ‘Acuérdate que la pintura siempre fue abstracta’ y esa es una frase preciosa porque si analizas un Rembrandt, siglo XVI y ves las capas de pintura sobre una manga es casi una escultura. Él hacía la pintura matérica, el lenguaje de la pintura va mucho más allá de la representación de una anécdota. Por eso, otra frase muy típica de mi papá era: ‘no pinten anecdóticamente, eso déjenselo a la literatura’. Eso es muy bonito porque te enseña que si pinto este perro lo que me importan son las texturas, las formas, la anatomía, el ritmo, la composición, el grado de negro, sin adjetivos”.

El tiempo se fue sin sentirlo, como sucede cuando te llenas de aquello que tanto te apasiona, que te libera pero al mismo tiempo te confronta contigo mismo, con ese niño interior que nos habita lleno de recuerdos y nostalgias. Hablamos de la magia del color, de la percepción, del performance que permite el diálogo entre las artes dejando que cada receptor y perceptor tenga su propia lectura y se la lleve al final. Pienso que a partir de hoy, cada vez que Cuauhtémoc Trejo suba al escenario con esa fuerza interpretativa que lo caracteriza, será difícil dejarlo depercibir al mismo tiempo como ese artista entusiasta al que aún le emociona pasar por una tienda de materiales gráficos sin poder evitar entrar para comprar algo mientras el olor del aceite de linaza llega hasta él, recordándole que tiene una cita más tarde con su padre frente al lienzo, que Antonio Trejo le espera en la intimidad de su estudio sabiendo que en cualquier momento su hijo llegará vestido de aplausos a ponerse cómodo frente al lienzo y le compartirá lo que siente, lo que ve y lo que vive, con los pinceles de por medio, las tintas y las acuarelas… como lo han hecho siempre.

Elena Ortiz Muñiz
Elena Ortiz Muñiz
Elena Ortiz Muñiz es licenciada en Ciencias de la Comunicación, escritora, editora en Pacholabra Ediciones. Fundadora de los proyectos Alas para niños y jóvenes escritores y Manos en Vuelo.
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