La historia del zapato a través de los siglos está contenida en el “Museo del Calzado” de la Ciudad de México. Fundado el 1 de marzo de 1991, resguarda la tercera colección más importante de su tipo en el mundo, con 2 mil piezas de tamaño natural y más de 25 mil miniaturas en seis campos temáticos, explicó Norma Ponce, coordinadora del recinto.
La galería está llena de datos curiosos, información inverosímil e historias interesantes logradas tras una profunda investigación realizada por especialistas. Para ejemplificar lo anterior, Ponce recordó que en Haití hay un dicho ancestral vigente hasta la actualidad: “Ningún vudú puede lastimarte si espolvoreas harina dentro de tus zapatos cada mañana”.
En esta época moderna y altamente sofisticada, si un hombre tiene un agujero en la suela, simplemente significa que es hora de comprar un nuevo par de zapatos. Y si una mujer siempre usa calzado de color rojo, morado o verde, probablemente es porque son los colores que prefiere. Nadie la critica y mucho menos le prohíbe que los use cuando guste.
Las cosas no eran tan simples para nuestros antepasados cuya vida cotidiana estaba complicada por decenas de extrañas costumbres, creencias y supersticiones relacionadas con el calzado. De esa forma, cuando un campesino chino está perplejo, ¡rasca el tacón de su zapato en lugar de rascarse la cabeza! Tal costumbre es rara para el resto del mundo.
Durante muchas generaciones se prohibió a las mujeres europeas usar botas, pues eran consideradas parte del atuendo masculino. Incluso, uno de los cargos presentados contra la soldado militar Juana de Arco en 1431, fue el hecho de usar botas de cuero que le llegaban hasta la cadera, violando un estricto tabú. Hoy, es vista como heroína francesa.
“Los nativos de Mongolia Central se quitaban los zapatos antes de comer para ayudar a la digestión. Actualmente, algunas mujeres americanas hacen lo mismo en restaurantes. En tanto, los chinos compraban zapatos nuevos para la celebración del año nuevo, pues se consideraba de mala suerte usar zapatos viejos ese día”, abundó luego la coordinadora.
Hasta el ocaso del siglo XIX, en todo Estados Unidos e Inglaterra, las mujeres no podían aparecer descalzas en el escenario porque mostrar los pies era considerado inmoral. Aún a principio del siglo XX, la bailarina Isadora Duncan (1877-1927) fue severamente censurada por su “actuación indecente” al bailar sin zapatillas durante sus presentaciones.
En Malasia, Irán y otros países orientales, si las suelas de los zapatos apuntan hacia otra persona se considera un grave insulto, pues quien apunta está “arrojando” la parte más sucia de su atuendo a la otra persona; entre los campesinos franceses, la novia guarda sus zapatos de boda toda la vida, para garantizar un matrimonio largo y feliz por siempre.
En la antigua Roma, ciertos estilos de zapatos eran especiales para los hombres jóvenes y otros para los hombres maduros. César fue agriamente reprochado por su mal gusto cuando se presentó en público con un par de botas rojas que eran usadas normalmente por los jóvenes, según investigó William A. Rossi, experto en curiosidades sobre los zapatos.
También en Roma, los zapatos morados eran usados solamente por los emperadores y sus familias, como signo de realeza, y las damas distinguidas usaban exclusivamente zapatos blancos y el color rojo era usado por las prostitutas; en Marruecos, las mujeres pueden usar cualquier color de zapatos, menos el amarillo, considerado sugestivo e indecente.
Los antiguos indios navajos de Nuevo México consideraban que un par de sandalias de cuero era un precio justo para obtener una esposa. Los beduinos árabes se divorcian con poner los zapatos de su esposa afuera de la puerta o de la tienda y diciendo “He aventado mi pantufla”. Napoleón no usaba calzado negro por temor a que le trajeran mala suerte.
El uso de zapatos blancos es tabú en el Tíbet, porque creen que es un color nefasto, y las madres italianas solían poner un moño o listón rojo en los zapatos de sus hijitos para protegerlos del “mal de ojo”. Por su parte, los campesinos de Albania echan sal en sus zapatos por la mañana, con la idea de que así van a tener buena suerte durante el día.
En pleno siglo XXI, hay una superstición arraigada entre numerosos actores, lo mismo noveles que consagrados: usar zapatos que rechinen en la noche de estreno asegura el éxito de la pieza teatral durante toda la temporada. También hoy, y de acuerdo con el refranero popular, nadie desea “colgar los tenis” ni “salir con los zapatos por delante”.
En cada eje temático, el museo exhibe calzado de diversas épocas y partes del mundo. Entre los “Zapatos históricos” están los del primer astronauta que pisó la luna en 1969, usados en el vuelo del Apolo XI por Neil Armstrong, son réplica porque los originales se quedaron en el espacio como basura cósmica, explicó la coordinadora Norma Ponce.
En el “Huarache mexicano” se muestra lo más representativo de la geografía nacional, “Zapatos en miniatura” es una colección colorida y única. El apartado que se titula “Personalidades famosas” presenta calzado usado por Carlos Fuentes, Carlos Monsiváis y la Reina Isabel II de Inglaterra, entre otras celebridades de diversas áreas del quehacer humano.
“Zapatos deportivos” tiene calzado de Hugo Sánchez, Sergio Checo Pérez y el zapato de 43 centímetros de largo del basquetbolista Shaquille O’Neal. También están los zapatos de Eduardo Herrera, quien ha jugado con Pumas, Santos y como seleccionado nacional. Reciente adquisición es el botín del goleador de futbol André-Pierre Gignac.
Calzado usado y donado por los escritores Alí Chumacero y Elena Poniatowska; la periodista Cristina Pacheco; el científico mexicano y Premio Nobel de Química 1995, Mario Molina; el artista plástico Enrique Carbajal González, Sebastian; el intelectual, diplomático y escritor Rafael Tovar y de Teresa, también están a la vista del visitante.
El “Museo del Calzado” se ubica en el primer piso de Bolívar 27, Centro Histórico. Brinda gratis visitas guiadas, recorridos especializados, y servicios bibliográficos, de lunes a viernes de 10:00 a 14:00 y de 15:00 a 18:00 horas y los sábados de 10:00 a 18:00 horas. Es un homenaje que El Borceguí, zapatería fundada en 1865, rinde a José Villamayor Castro, quien elevó el calzado mexicano a altos niveles de arte y calidad mundial.